Ya en la última década del siglo XX irrumpieron nuevas herramientas de trabajo, como los ordenadores Macintosh, la autoedición o el software de diseño, y se convirtieron para muchos nuevos profesionales de aluvión, en un medio y un fin en sí mismos. A este respecto, Glaser, cuando le preguntaban al respecto, se limitaba a señalar que lo importante son las ideas, no las herramientas, y sentenciaba: “la máquina de escribir no mejoró la poesía”.