Estas nuevas realidades comunicacionales, cargadas de grandes ofertas y promesas, serán espacios de diálogo y crecimiento, así como de formación de ciudadanía, en la medida en que también sea factible la inclusión y el acceso a estas tecnologías (Díaz, 2018). Lo que significaría que en los distintos contextos de la vida cotidiana no solo se esté pensando en la subsistencia, sino en la posibilidad de contar con todo lo necesario para el sostén, la educación, el desarrollo integral y el logro de la felicidad del núcleo familiar y en especial de los hijos. Y que en Venezuela, que cuenta hoy con más de 1,5 millones de expatriados por distintas circunstancias (Reyes, 2018), las tecnologías para millennials y centennials se conviertan en un espacio de conexión y solidaridad (Burgos, 2003). Sin olvidar que la familia es el lugar en el que se echa raíz y al que siempre se puede volver.