Venezuela: la neolengua de la revolución
Venezuela: la neolengua de la revolución

AUTOR: Luis Alemany 

Vocabulario militar, resemantización, oralidad… El régimen que ahora se tambalea logró una de sus primeras victorias a través del lenguaje

“Viajaba yo con el poeta Eugenio Montejo desde Salamanca a Madrid en 1997 y él me dijo: ‘En nuestro país el lenguaje se está deteriorando a pasos agigantados: Venezuela va a vivir muy pronto una gran catástrofe’”. El escritor venezolano Juan Carlos Méndez Guédez recuerda aquella frase de Montejo como un presagio que llegó un año antes de que el comandante Hugo Chávez se convirtiera en el presidente de su país y anunciara la revolución venezolana.

Veintiún años después, el chavismo se tambalea: vive aferrado a su poder, pero su poder ya no es suficiente para sofocar la declaración de rebeldía de sus opositores. Es el momento de empezar a pensar en su legado, una herencia que incluye un lenguaje propio, “una neolengua”, según la califican Francisco Javier Pérez, secretario de la Asociación de Academias de la Lengua Española, y el novelista Alberto Barrera Tyzska, premio Tusquets en 2016 gracias a Patria o muerte.

¿En qué consiste ese idioma bolivariano? “La palabra clave es resemantización”, explica Pérez.

Chávez fue muy bueno para tomar las palabras y cambiar su significado. Empezó a llamar escuálidos a sus opositores y la palabra escuálido se convirtió en un sinónimo de perdedor. Hasta los opositores hicieron suya la palabra. También rescató la palabra majunche, que era una voz tradicional, casi perdida, y la puso de moda para descalificar a sus enemigos. O pitiyanqui, que también estaba olvidada, volvió a aparecer con un sentido anti estadounidense.

Méndez Guedez aporta otro descalificativo para la oposición: “Realistas, que se oponía a los patriotas, que eran sus partidarios”.

Otra clave fue el éxito del lenguaje cuartelario. Lo recuerda Héctor Torres, autor del libro de crónicas Caracas muerde.

Chávez decía ‘rodilla en tierra’, a las elecciones las llamaba ‘nueva batalla’, hablaba de ‘fuego graneado’, decía que a sus enemigos los iba a volver ‘polvo cósmico’ […] Esa terminología tuvo buena acogida entre los sectores pobres de sus seguidores […] Antes de la llegada de Chávez, existía el servicio militar obligatorio, la recluta. A la recluta iban sobre todo los muchachos pobres, todo había degenerado en un asunto clasista. Con la llegada de Chávez al poder, esos venezolanos que pasaron por la recluta se sintieron reivindicados, ya que la jerga que usaba el líder les pertenecía…

Aquel lenguaje militar “abrió una grieta en la sociedad entre los que lo acogieron y los que lo rechazaron”.

Dado que Chávez fue un orador  y  un escritor irrelevante, tienta pensar que el idioma bolivariano ha tenido una expresión oral, más que escrita. ¿Ocurrió así? Alberto Barrera Tyszka explica:

Chávez retomó una tradición venezolana de la oralidad, del hablador carismático, del echador de cuentos. Sabía manejarse perfectamente en ese terreno. Podía ser serio, agresivo, cursi y melodramático, divertido […] todo en 10 minutos. Manejaba muy bien los códigos populares, era empático con las audiencias, podía burlarse de sí mismo pero jamás dejaba de ser el centro de su mensaje […] Eso creó un estilo, la idea de que imitándolo podía ser un camino para el éxito.

Héctor Torres añade que “la oratoria de Chávez bebe de una tradición muy característica de la gente del Llano, que acostumbra a improvisar coplas y contar historias, en ocasiones inverosímiles. También tenía el tono y maneras de predicador evangélico”. Y Francisco Javier Pérez recuerda que el comandante Chávez:

… empleaba un lenguaje medio, no culto, pero sí bien construido. Cometía errores como los cometemos todos en el lenguaje oral, pero no muchísimos ni muy graves. El problema era de sus seguidores, cuando querían justificar sus fallos. Una vez, en un colegio, Chávez escribió en una pizarra la palabra ‘adquerir’. Al día siguiente hubo una campaña para convencer a los venezolanos de que la forma correcta es ‘adquerir’.

Pérez y Barrera Tyszka no están seguros de que ese lenguaje calara en la calle. Méndez Guédez y Torres creen que sí. En lo que todos están de acuerdo es en que sin Chávez, el idioma bolivariano-chavista ha entrado en un desprestigio reciente, en parte motivado por la torpeza verbal de Nicolás Maduro.

Siguiente pregunta: ¿alguien se ha acordado del famoso “He amanecido con un Orinoco triste paseándose por mis ojos” de Juan Carlos Monedero? Monedero es español, no venezolano, pero su elegía a Chávez permite intuir la existencia de un lirismo bolivariano. “Más que de lirismo, yo hablaría de nacionalismo cursi, de megalomanía delirante”, dice Héctor Torres. “Alimentaba su discurso con el imaginario del Llano. El llanero como el venezolano más auténtico. El hombre a caballo. El que a punta de lanza y machete liberó la patria. Opuso al atildado patiquín caraqueño con el bravío hombre del campo”. Méndez Guédez coincide: “Existe un arsenal poético muy barato, una mezcla de Benedetti con Paulo Coelho. La mezcla suena divertida pero oculta una realidad siniestra”.

Solo nos queda hablar de clases sociales: ¿qué ocurrió con el español del venezolano culto, el que hablaba la clase media educada y la burguesía? “Ojo, hay muchos campesinos venezolanos que hablaban y siguen hablando un muy buen español”, dice Francisco Javier Pérez. Y, además, “muchísimos chavistas vienen de la clase media”, recuerda Barrera Tyszka.

Maduro nació y vivió en una zona de clase media. Ahora sale bailando salsa, pero de joven participó en un conjunto de rock […] Pero habla desde la retórica que fundó Chávez. Chávez propuso una nueva caracterización de la identidad, de lo nacional, de lo popular, del habla política, del lenguaje […] y todo eso giraba a su alrededor, por supuesto. Cualquiera que lo adversara, era despojado inmediatamente de su legitimidad. Se le consideraba anti popular, anti nacional… ‘Quien no es chavista no es venezolano’, llegó a decir.

“El chavismo trajo un culto a la zafiedad, al insulto. Para hacer carrera en las filas de la dictadura es necesario un lenguaje muy básico, lleno de consignas, mentiras, y siempre con una visión infantil de buenos y malos”, cuenta Méndez Guédez.

El trato de usted, por ejemplo, se volvió sospechoso, frente al tuteo omnipresente, que recuerda al castrismo. «Borraron las formas protocolarias de uso en público», cuenta Héctor Torres:

La informalidad de Chávez y la tosquedad en las formas cundió entre sus colaboradores y fue expandiéndose hacia sus seguidores. Se acuñó el uso del camarada o compatriota como fórmula en uso en la correspondencia de las instancias públicas. Igual se instauró el ‘patria, socialismo o muerte’ a manera de despedida. Pero no creo que eso haya sido promovido por una idea de fraternidad. En todo caso era un igualitarismo, que no significa igualdad. 

Torres, Méndez Guédez, Barrera Tyszka y Pérez recuerdan casos de políticos y ejecutivos venezolanos, gente educada y de buena dicción, opositores o chavistas, que durante los años de esplendor chavista impostaron lo que pensaban que era “un habla popular”. “Algunos daban angustia”, recuerda Torres, que también destaca que, ahora, Juan Guaidó cuida mucho de hablar un español formal y respetuoso, como una manera de marcar distancia con “la virulencia y la chabacanería” del idioma de Chávez.