Se trata, sin duda, de circunstancias históricas que difieren de manera sustantiva -demás está subrayarlo- pero cuya revisión y abierta discusión permiten conocer las muy distintas y complejas condiciones en las cuales se desarrolló cada uno de estos espacios de diálogo, de encuentro, de negociación, a pesar de las enormes diferencias y divisiones que separaban a sus protagonistas, no solo entre aquellos que compartían y sostenían la posibilidad de llegar a un acuerdo, sino también entre quienes adversaban esta posibilidad, desde los más frenéticos y radicales hasta los más moderados y sensatos, el abanico de posiciones, en todas las ocasiones, cubrió los más variados matices políticos, del mismo modo estuvieron presentes la desconfianza, las descalificaciones, la utilización de epítetos violentos y la percepción fatalista de que las heridas, las ofensas y los excesos cometidos habían abierto una brecha infranqueable entre los bandos en disputa, que resultaba imposible superar. Pero, históricamente, no fue así.