Sumario
Reconocido internacionalmente como uno de los grandes filósofos de finales del siglo XX, Gilles Lipovetsky reflexiona sobre la pandemia que acecha al mundo. El pensador de origen francés acusa a los dirigentes políticos y a quienes les asesoran de su falta de previsión.
Escuchar (leer) en estos tiempos coléricos al filósofo Gilles Lipovetsky, la voz de la conciencia de la sociedad híper moderna, es como beber una gota de agua después de atravesar el desierto. Un desierto en forma de virus pertinaz y su consecuente confinamiento, sí; pero sobre todo de noticias falsas, desatinos gubernamentales, pánico mediático, inoperancia del sistema sanitario… Armado de una capacidad de análisis que le ha llevado a ser considerado uno de los más reputados pensadores de la sociedad actual, Lipovetsky (París, 24 de septiembre de 1944) nos habla desde su terraza a las afueras de Grenoble (Francia). Tranquilo, sosegado, agradecido al sol de primavera y la vista que le procuran las montañas, haciendo un alto en su larga jornada diaria de escritura (prepara un nuevo tratado sobre la autenticidad y, en septiembre, Anagrama nos traerá la traducción de su último ensayo en torno a la seducción: Plaire et toucher (Gustar y tocar) que, bromea, “tan necesario será después del confinamiento”, del miedo a ser visto, el repelús de un roce.
El filósofo acusa contundente a la falta de previsión de los gobiernos de Occidente, que supieron de la pandemia en enero y permitieron que llegara a sus puertas sin siquiera proveerse no ya de un plan de contención sino de simples mascarillas; apunta al modelo productivo como causante de la crisis sanitaria, una más, dice, desatada por el empobrecimiento de la diversidad y la agresión contra la naturaleza; no cree en absoluto que lo que está sucediendo cambiará nuestra forma de vivir, como ya dijeron en 2008 que pasaría y nada pasó, pero tampoco da crédito a las teorías “colapsológicas” que vaticinan el fin de la especie (“ciencia ficción”). Lo que sí pasará, advierte, es que crecerá la desconfianza del individuo hacia los políticos dirigentes y el sistema sanitario y científico. Por lo demás, el ciudadano seguirá venerando el híper individualismo y los Estados tendrán que ponerle más y más estacas en el camino, por mor de la seguridad, a la que nos hemos hecho adictos: si nos la tocan, entramos en pánico.
– Elena Pita. ¿Nos habíamos creído invencibles?
– Gilles Lipovetsky. La sociedad cree que los avances científicos y técnicos resolverán todos los problemas de nuestra existencia, cierto. Y no acepta los accidentes, los considera un escándalo. Es la cultura moderna de la dominación del mundo, donde todo aquello que perturbe su seguridad produce pánico.
– P. ¿La situación de guerra que se vive en los hospitales (a día de hoy Italia y España, pero pasará en el resto de Occidente), está provocada por el pánico o por el Covid-19?
– L. Está provocada por los errores que han cometido los políticos, aconsejados por el sistema sanitario, que han subestimado el drama que se nos venía encima. El virus ha sido muy poco mortal en Corea del Sur, y no está sucediendo lo mismo en Europa, que conocía la epidemia desde enero y ni siquiera se ha provisto del material para hacer análisis a la población. El pánico es el resultado. Era difícil impedir la llegada del virus, pero sí era posible haber controlado mucho mejor la epidemia. Y cuando esto pase, porque no va a durar siempre, se habrá reforzado la actual desconfianza del ciudadano en su clase dirigente, y las fake news habrán acentuado su escepticismo hacia los científicos, porque entre todos han actuado como amateurs, no han sido nada profesionales. Hace apenas una semana en Francia se pedía a los ciudadanos que no salieran de sus casas pero que fueran a votar, es algo completamente demencial. Y todo movido por el miedo de los políticos a perder su buena imagen dictando medidas impopulares como es el confinamiento, lo que les ha llevado a ser demasiado prudentes y generar una situación de alta gravedad.
– P. El filósofo surcoreano Byung-Chul Han ha analizado lo que usted menciona y sostiene que en su país la mortalidad se controló utilizando el “big-data” para hacer seguimiento de los casos, pero que en Europa estas prácticas se consideran una vulneración de la privacidad. ¿Lo son, una violación de la intimidad?
– L. Yo no tengo en absoluto esta obsesión contra el big-data ni la tecnología numérica para responder a una pandemia. Controlar a la gente que padece el virus en sus casas no me parece una violación de la intimidad, como tampoco creo que declarar el estado de emergencia en la pandemia vulnere los derechos de los ciudadanos. Los Estados debieran, eso sí, establecer reglas muy claras, lo que no hacen. La gran cuestión dialéctica hoy es: por un lado la sociedad es híper individualista y el sujeto demanda una gran libertad para gobernar su vida, y por el otro, es innegable que vamos hacia una sociedad de mayor control como respuesta a las crisis, que hasta ahora han sido: la amenaza terrorista, las catástrofes naturales, las migraciones masivas y las epidemias sanitarias.
– P. ¿Y esta dialéctica cómo se resuelve?
– L. El derecho a vivir libre no va a desaparecer, pero cada vez asistiremos a más fenómenos que necesitarán frenar la híper individualidad en nombre de la seguridad.
– P. Un virus que apenas provoca un 3% de mortalidad (una gripe, dijeron) causa en menos de dos meses una situación de guerra planetaria. ¿Esto solo se explica por la altísima movilidad del capitalismo global (4.100 millones de pasajeros llevaron los aviones en 2018)?
– L. El asunto del avión es solo un dato más. Aunque no soy un experto, las investigaciones apuntan a que la génesis del virus está relacionada con el empobrecimiento de la biodiversidad: se rompe el equilibrio natural de las especies y esto hace posible la aparición de nuevos virus, como ya fueron el de las vacas locas o la gripe aviar. Lo que hay que cuestionarse entonces es el sistema de producción y consumo, que causa el calentamiento climático, la regresión de los bosques, la agricultura intensiva, la desaparición de especies. Un ejemplo simple: las aves rapaces están muriendo porque comen animales muertos por los venenos que utilizan los cultivos intensivos; al no haber rapaces, los cadáveres de estos animales se pudren en la tierra y son foco potencial de nuevas epidemias.