OPINIÓN 

Dos maneras de situarse en el mundo

Un comentario al trabajo de Juan Rosales, ¿Conceptual hasta el fondo o no conceptual hasta el tope? Dos tesis rivales sobre de los contenidos de la experiencia,ganador del premio de Filosofía Federico Riu en la edición 2015-2016.

En este trabajo, Juan Rosales intenta determinar el “antes” que precede al conocimiento y su relación con lo que de él procede, es decir, su fundamento, así como el resultado de las operaciones cognitivas propiciadas por dicho fundamento. Retirado al ser el concurso de una legalidad autónoma, sometido él mismo al ocaso de una racionalidad antes originaria, el ente, parafraseando a santo Tomás de Aquino, ha dejado de ser su propia luz, ya que ésta proviene de otra latitud, teniendo su fuente en una subjetividad vindicada. A fin de que el desorden producido por la muerte de Dios se compense sistemáticamente, la producción de la unidad categorial es retraída de la mente divina, trasladándola a la síntesis que el pensamiento realiza en el concurso de la intuición y el entendimiento.

Rosales comienza su trabajo exponiendo el viaje kantiano a través de una subjetividad que, sin embargo, no puede darse la licencia de prescindir de esos contenidos sin los cuales la experiencia no podría fundarse. More kantiano, el conocimiento propiamente dicho no aparecería sin la intervención del entendimiento; sin embargo, ya en la introducción Rosales advierte al lector de que la misma doctrina kantiana da lugar a pensar una referencia al objeto sin la compañía de un concepto, de allí que una cierta independencia objetual e intuitiva aparecería en el secular y problemático horizonte de la comprensión humana (esa gran novela filosófica que Cassirer redacta en cuatro tomos, El problema del conocimiento, no es sino la explicitación de un tránsito que deposita en la subjetividad la responsabilidad del saber). Entre el “mucho sujeto” que la Modernidad postula y los excesos de la experiencia de alteridad que llevan consigo realismo e intencionalidad, Kant opta por situarse en ese punto de la experiencia en el cual ésta no es posible sin la presencia del uno y del otro: la legislación universal, a priori y válida para todos los auditorios, requiere para su efectiva realización una pasividad primigenia que entrega los datos, a los cuales la subjetividad espontáneamente enlaza, provocando entonces el conocimiento. El espíritu concentra en sí, por lo tanto, una pasividad sensible y una actividad sintética –espontaneidad- capacitada para reducir la multiplicidad a la unidad, lo diversidad desordenada a su comprensión conceptual y, desde luego, re-presentativa. Esto es, aún se permite al espíritu activo de la Modernidad victoriosa, so pena de incapacitarse para pensar, una docilidad ante el ser que solicita. Sin tal docilidad, la diversidad no se entregaría al entendimiento, mientras que de la unidad de ella, producto de la espontaneidad subjetiva, sólo permanecería el punto ciego de una identidad estrictamente lógica, es decir, una pura condición de posibilidad.

Los jesuitas ante los desafíos del país

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Queridos hermanos, jesuitas y laicos

La gravedad de la situación actual venezolana nos exige un discernimiento permanente desde nuestra vocación de servicio al Pueblo de Dios. Nuestro compromiso con la gente en muchas comunidades populares, con jóvenes y

profesionales, con organizaciones sociales, nuestro trabajo educativo y nuestro servicio pastoral, nos sumerge en las muchas angustias que sufre el pueblo venezolano.

Como compañeros de Jesús de Nazaret, al servicio de su misión, nos sentimos convocados al análisis del momento que vivimos y a dar nuestro mejor aporte para transformación de las estructuras de pecado y de muerte que golpean a nuestro pueblo. Desde este Espíritu, habiendo escuchado las inquietudes de muchos compañeros jesuitas y siguiendo las directrices del P. Provincial, convoque en mi carácter de Viceprovincial una “Consulta Ampliada” para el análisis de la situación actual del país y de sus exigencias para nuestra misión apostólica. A tal efecto, nos reunimos conjuntamente la Consulta Canónica de Provincia y el Equipo Apostólico el pasado 30 de septiembre. Esta carta, aprobada por el Provincial, expresa la reflexión y los lineamientos que creemos deben orientar nuestra acción en este momento que vive el país.

El momento presente

El presente es tiempo de tragedia para Venezuela. El país padece problemas que no habían sido conocidos por las últimas generaciones de venezolanos. La mayoría de la gente vive con gran esfuerzo en una situación de sobrevivencia que empuja a vivir en trance, en shock, perdiéndose todo sentido de normalidad en la cotidianidad.

La sensación con la que se vive es de rabia y frustración. El empobrecimiento es masivo. La escasez y la incapacidad de adquirir lo poco que distribuyen las redes comerciales se traduce en hambre y miseria para la gran mayoría. La inseguridad crece en una violencia diseminada e impune. El autoritarismo político y la hegemonía comunicacional pretenden imponer un mundo demagógico y falso. El tejido social se desvanece y la institucionalidad es sinónimo de corrupción, opacidad e impunidad.

Organizaciones internacionales y muchos Estados del planeta hablan de crisis humanitaria en Venezuela y de violación de derechos humanos elementales. Las encuestas señalan que el 94% de la población dice que el país está muy mal y que más del 70% está a favor del Revocatorio al presidente de la República.


Reflexionar sobre el referendo y las libertades ciudadanas

Víctor Manuel Álvarez Riccio

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Si queremos intentar entender la encrucijada venezolana en los momentos actuales tenemos que admitir ciertas limitaciones: nuestras lecturas de los fenómenos están restringidas al marco interpretativo que utilizamos y es un acto de buena fe manifestar cuál es para abrir la discusión constructiva con otros observadores de la complejidad social. En esta oportunidad, deseamos reflexionar acerca del referendo revocatorio promovido por la  oposición política al gobierno de Maduro.

¿Qué enfoque se propone para el análisis? El de la investigación de la comunicación.  La sociedad se constituye con su práctica comunicacional porque a través de ella los hombres desarrollan sus reglas, discuten y cambian los valores, construyen los relatos que legitiman el poder o que lo debilitan, emprenden la transformación del entorno material, y se organizan para lograr distintos fines.

Debido a estas claves de lectura, se entiende que la comunicación libre, plural, de servicio público y diversa es necesaria para el desarrollo de sociedades con mayores libertades y, por otro lado, se recuerda que cuando se habla de ejemplos históricos de gobiernos dictatoriales o totalitarios sale a relucir el control que intentaron mantener desde el poder central de las comunicaciones.

“Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”, manifiesta el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (http://www.un.org/es/documents/udhr/). Atención, esto también lo señaló explícitamente el constituyente de 1999 en


Venezuela, a pesar de que hoy en día el cumplimiento de ese derecho esté puesto en duda en nuestro país: “la comunicación es libre y plural y comporta los deberes y responsabilidades que indique la ley”, apunta el artículo 58 de la Carta Magna.

Si bien estas son obligaciones que el Estado venezolano se ha comprometido a cumplir, proteger y promover, es notable que tales máximas no parecen relevantes para quienes tienen cargos de gobierno. “La prioridad no es hacer elecciones. La prioridad en Venezuela es recuperar la economía, atender al pueblo, seguir desarrollando la educación, la vivienda. No estar haciendo elecciones”, así expresó el presidente Nicolás Maduro el 5 de octubre. ¿Qué está detrás de estas declaraciones? Admitir que existe una crisis porque se debe “recuperar la economía” pero se niega la consulta a la ciudadanía a través del método más general de toma de decisión política: el sufragio. De tal modo, el gobernante presume que la población desea que la actual administración solucione los problemas del país, sin embargo, la elección más reciente, el 6 de diciembre de 2015, mostró lo contrario. Esta negativa del gobierno sucede cuando varias encuestas afirman que la mayoría de los venezolanos desea que se realice la consulta política para cambiar la dirección del país. ¿Acaso el presidente Maduro considera que los venezolanos no son conscientes y que se “equivocarán” al elegir en este momento de crisis? Podría decirse eso si se recuerda que el pasado 6 de diciembre, cuando la mayoría de la población votó por una Asamblea Nacional opositora, el presidente Maduro argumentó que eso ocurrió porque la población fue engañada y no supo discernir, a pesar de que organizaciones como el Instituto de Prensa y Sociedad denunciaron que el gobierno contó con mucha más propaganda para sus candidatos, es decir, sus mensajes fueron más difundidos (http://ipysvenezuela.org/2015/12/15/el-desequilibrio-informativo-caracterizo-el-proceso-electoral/).

Los principios democráticos elevan a los hombres, los colocan como constructores de su sociedad, y les dan derechos como el de la libertad de comunicarse y organizarse para cambiar sus vidas, independientemente de las ideas que cada uno defienda. Importante: el derecho a la propia comunicación no significa que se pueda censurar o acallar a otros. Valoramos que el gobierno reste prioridad a su obligación constitucional de llamar a elecciones regionales y a realizar el referendo revocatorio como una manera de impedir la manifestación ciudadana y, por lo tanto, eso significa un deterioro de los principios democráticos.

Las elecciones no son una mera formalidad y su prioridad siempre es elevada, son un espacio importantísimo de comunicación de la diversidad social y una de las oportunidades más significativas que tienen los grupos humanos organizados de redefinirse y cambiarse discutiendo acerca del bien común. Justamente, en medio de una crisis tan complicada como la actual, que los ciudadanos tengan la posibilidad de elegir entre varias hojas de ruta favorece la construcción de consensos para la solución de los problemas. Bloquear las elecciones y sustituirlas por mecanismos de “consulta” tutelados por el poder central profundizará la falta de consensos reales que en el futuro podría pasar factura.