AUTOR: Gioconda Cunto de San Blas
Dedicado a RCR 750 AM y su gente, cuyo renacer marcará el renacer de la patria
A partir de la entrega de los Premios Nacionales de Periodismo, tradición que se ha mantenido desde que se promulgó el Día Nacional del Periodista, la articulista nos comenta cómo se han tergiversado los reconocimientos, a lo largo de estos veinte años del proceso, por razones políticas e ideológicas. Ahora se premia la fidelidad al régimen, la mentira y la manipulación informativa
“Somos libres, escribimos en un país libre y no nos proponemos engañar al público” fue el lema del Correo del Orinoco desde su día inaugural, el 27 de junio de 1818, un semanario fundado en Angostura por Simón Bolívar como órgano oficial del gobierno de la Tercera República y el más importante portavoz de la causa patriota. Por tal motivo, desde 1965 el 27 de junio es el día nacional del periodista en Venezuela.
Por muchos años, ese día se otorgaron los Premios Nacionales de Periodismo como reconocimiento a la labor comunicacional disciplinada, en el marco de la democracia y la libertad, más allá de militancias o ideologías. Darla post mortem a Hugo Chávez en 2013 “por su papel contra la mentira y la manipulación mediática” marcó el giro que tomaría el trofeo desde entonces, llamado ahora Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. El galardonado 2019 es José Numa Molina, s.j., sacerdote activista de la causa revolucionaria, “por su actividad en pro de un periodismo por la paz y la vida”.
Se han conocido también los laureados al Premio Nacional de Periodismo Aníbal Nazoa, que desde 2009 otorga en dieciocho menciones la Fundación Movimiento por el Periodismo Necesario, “grupo de opinión, periodistas y comunicadores respetuosos del Código de Ética y la Constitución de la Rep. Bolivariana de Venezuela”, según reza su perfil en Twitter. Ganadores de ese premio han sido Eva Golinger (2011), el Mayor General (MG) del Ejército Miguel Rodríguez Torres cuando era ministro de Relaciones Interiores (RRII) (2014) y este año el programa “Con el mazo dando” de VTV, por ser “adalid de la justicia comunicacional, al romper la censura impuesta por […] CNN y sus aliadas, con matrices de opinión antivenezolanas”. Un reconocimiento a Codepink por su “defensa de las garras del fascismo en la Embajada de Venezuela en Washington”, corona los premios.
Parece guasa, pero no lo es. Se condecora a defensores, cómplices o actores directos de una política de Estado que apunta a la supresión de la libertad de prensa y de expresión. Son ya veinte años de una sistemática operación “salami”, para rebanar poco a poco todos los espacios comunicacionales escritos, audiovisuales, en redes.
La ONG Espacio Público en su informe 2018 reporta que ese año 130 personas fueron detenidas en su intento por buscar, recibir o difundir información o ideas; 139 medios de comunicación, entre ellos El Nacional y El Impulso (TalCual en 2017), se vieron impedidos en su circulación (por escasez de papel, retenido por el Complejo Editorial Alfredo Maneiro para su exclusiva distribución a medios complacientes) o en su difusión, por bloqueos de sitios web o ataques informáticos de plataformas. No han faltado atentados contra sedes físicas o contra reporteros durante la cobertura de calle. A finales de 2018, solo estaba activo 18 % de los trabajadores de medios registrados en las bases de datos del Instituto Prensa y Sociedad Venezuela.
La organización Reporteros Sin Fronteras (RSF) dio a conocer hace pocos días su Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2019. El párrafo dedicado a Venezuela no tiene desperdicio:
La situación es muy preocupante en Venezuela (posición 148º), que baja cinco puestos y se acerca peligrosamente a la zona negra de la Clasificación. El autoritarismo de Nicolás Maduro, en el poder desde 2013, parece no tener límites. En 2018 se intensificó la represión contra la prensa independiente. RSF registró un número récord de detenciones arbitrarias y de actos violentos perpetrados por las fuerzas del orden y los servicios de inteligencia venezolanos. En paralelo, la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel) privó de frecuencia de difusión a emisoras de radio y canales de televisión que consideró demasiado críticos con el gobierno, y las autoridades detuvieron, interrogaron y expulsaron de su territorio a periodistas extranjeros. El deterioro de la situación ha empujado a numerosos periodistas a abandonar el país para preservar su integridad física, pues han recibido amenazas.
Como ironía, lo más valioso del Premio Nacional de Periodismo Aníbal Nazoa es el “antipremio” que se otorga a quienes, según su peculiar visión, atacan “la Revolución Bolivariana y el pueblo venezolano”. Quién se lo llevará este año, lo sabremos el 29 de junio. En 2017, se lo dieron a los periodistas Alonso Moleiro y María Fernanda Flores… “¡por cercenar el derecho de los ciudadanos a estar informados!”. En 2016, a Provea “por cercenar el derecho a la información veraz y partidizar la lucha por los derechos humanos” y al diario ABC de España “por ser ejemplo de censura”, nada menos.
¡Brindemos por ellos y por los periodistas combativos en su día!