SUMARIO
Estamos en presencia de un hombre, de una figura intelectual muy significativa para América y muy especialmente para Venezuela. Su trabajo y su hacer dentro del pensamiento y la acción abarcó campos muy diversos como la geología, la geografía, mineralogía, astronomía, demografía, sismología… pero, un área poco explorada ha sido la estética literaria que Humboldt mostró en sus escritos. El presente ensayo nos ofrece unas pinceladas sobre el tema y, como dice Donís, se relaciona con lo subjetivo que siempre estará presente en la belleza literaria.
La defensa de las Indias y el aprovechamiento de sus recursos naturales fue particularmente motivo de preocupación hacia finales del siglo XVIII. Enmarcado dentro de esta política Carlos IV autorizó, en marzo de 1799, al geólogo de minas alemán, Alejandro de Humboldt (Berlín, 1769-Berlín, 1859) y a su acompañante, el botánico francés, Aimé Bonpland (La Rochelle, 1773-Unión, Paraguay, 1858), para descubrir en América “nuevos yacimientos minerales o nuevas formas de reemprender la explotación de los antiguos”.[i]
En julio de ese año llegaron a la Capitanía General de Venezuela e iniciaron un viaje fascinante que los llevó a recorrer el oriente, centro y sur de ese territorio; pero particularmente el sur, la provincia de Guayana y nuestra gran arteria fluvial: el Orinoco. Así, viajaron por el río y llegaron a San Carlos de Río Negro en su curso alto, retornando por el caño Casiquiare –cuya situación astronómica registraron– y alcanzaron la población de La Esmeralda. Luego retornaron hasta Angostura, hoy Ciudad Bolívar.
Fieles a la nueva corriente geográfica que buscaba la relación entre el hombre y el medio ambiente, los expedicionarios se destacaron pronto en varias disciplinas científicas. Maravillados por la exuberancia del trópico vivieron un sinnúmero de experiencias y realizaron experimentos que posteriormente Humboldt vertió en sus obras. Producto del viaje es la Carte itinéraire du tours del´Orenoque, de l´Atabapo, du Casiquiare et du Río Negro, offrant la bifurcation de l´Orénoque, et sa communications avec le riviere des Amazones, dressée sus les lieux en 1800. D´aprés des observation astronomiques, par Alexandre Humboldt.[ii]
Humboldt recorrió otros territorios de la corona española en América: la Nueva Granada, Ecuador, Perú, México y Cuba; y visitó los Estados Unidos. Luego regresó a Europa y se dedicó a redactar su extensa bibliografía. De acuerdo a Eduardo Röhl, traductor junto a José Nucete-Sardi, comisionados por el Ministerio de Educación (1941) de Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, la bibliografía de los trabajos de Humboldt, conjuntamente con las traducciones a diversas lenguas y los escritos en colaboración con otros autores, llega a las 636 memorias. Enumeramos solo algunas de las más conocidas: Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, Cuadros de la naturaleza, Fragmentos de geología y de climatología asiática; y Cosmos, esta entre 1845 y 1857.
Sin lugar a dudas, la obra de este naturalista es colosal: la geología, geografía, mineralogía, astronomía, sismología y demografía, para solo enumerar algunas disciplinas, ocuparon su atención y le hicieron acreedor a ocupar un sitial descollante en la ciencia de América. En este sentido, Venezuela tuvo el privilegio de recibir a este genio en los finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, acompañado de Aimé Bonpland.
Compartimos la opinión de Sandra Rebok cuando expresa: “Otra aportación significativa de Humboldt a las ciencias fue ser el precursor en la popularización de las ciencias, ya en la primera mitad del siglo XIX”.[iii] Pero no se trataba solo de un conocimiento enciclopédico. Acercarse a cualquiera de sus ediciones significa para el lector comprobar la emoción y cariño de Humboldt por las tierras del Nuevo Mundo. Se siente el gozo que experimentó el alemán ante el sencillo acto de entrar en contacto con la naturaleza; una naturaleza, además, virginal en gran parte y en el caso del Alto Orinoco, poco hollada por la acción del hombre.
Lo anterior se constata de inmediato en su Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente. A manera de ejemplo, dirá de los alrededores de Cumaná a poco de arribar a Venezuela lo siguiente:
Y qué árboles! Cocoteros de 50 a 60 pies de alto, la Poinciana pulcherrima, con macetas de flores de un magnífico rojo vivo, de un pie de alto […] Y qué colores poseen los pájaros, los peces, y aún los cangrejos, de un color celeste y amarillo! […] Pero lo que es más hermoso que esas maravillas tomadas en particular, es la impresión que produce el conjunto de esta naturaleza vegetal poderosa, exuberante, y sin embargo tan apacible, tan dócil, tan serena. Comprendo que sería aquí muy dichoso, y que estas impresiones me alegrarán todavía a menudo en lo sucesivo […] Nada temo de la zona tórrida. Desde hace unas cuatro semanas estoy en los trópicos y no me hacen absolutamente sufrir.
Totalidad, armonía y su influjo sobre el ser humano están presentes en el científico alemán y el botánico francés. Qué difícil reunir este goce estético que emociona los sentidos y la mente con la rigurosidad científica con la que Humboldt reseña sus mediciones astronómicas, el tiempo, las dimensiones de los árboles, los eclipses, el valor de los ángulos, la declinación magnética, la electricidad de la atmósfera, el grado del agua hirviente y la temperatura y otras mediciones que le permiten realizar el enorme instrumental que trajo de Europa.
Humboldt está consciente de esta aparente contradicción y lo expresa en su obra. Y este aspecto lo destaca Manuel Corbera Millán en Ciencia, naturaleza y paisaje en Alexander Von Humboldt. [iv] El estilo literario logra el objetivo:
Un estilo vivaz y pintoresco que aplicará, sobre todo, a las descripciones de paisajes, que se convierten así en representaciones –a veces de gran belleza plástica– dominadas por la estética romántica, por lo pintoresco, lo infinito, lo sublime y lo melancólico.
Los ejemplos sobran. Veamos qué dice Humboldt sobre el color del agua del Río Negro:
[Ésta] es (por reflexión) más oscura que la del Atabapo y del Tuamini. He llegado hasta admirarme al ver que la mezcla de las aguas blancas del Casiquiare haya alterado tan poco el tinte más debajo del fortín de San Carlos.
Y en cuanto al Orinoco:
Las aguas del Orinoco son turbias [en las cercanías de San Fernando de Atabapo] y están cargadas de materias terrosas, exhalando en las vueltas, por la acumulación de cocodrilos muertos y otras materias putrescibles, un olor almizclado y dulzón. Para beber esta agua nos vimos en ocasiones obligados a colarlas en un lienzo. Las aguas del Atabapo son al contrario puras, agradables al paladar, sin vestigio de olor, parduscas por reflexión, levemente amarillentas por trasmisión.
La belleza literaria se relaciona con lo subjetivo, genera placer estético y toca los sentidos del lector. Aquí interviene la subjetividad de cada quien.[v]
Pudiera pensarse que las descripciones de Humboldt son impresiones comunes a todo observador sensible, señala Manuel Corbera Millán a quien hemos seguido en su excelente artículo ya citado, pero no se puede olvidar “[…] que es a través del paisaje como, según Humboldt, se alcanza el primer goce descrito en la introducción de Cosmos, es decir, la intuición, ante la belleza, de la unidad y la armonía de la naturaleza”.
En esta aproximación, mejor, pincelada, que desarrollamos con motivo de los 250 años de su nacimiento y 220 años de la llegada de Alejandro de Humboldt a suelo venezolano, hemos querido llamar la atención de los lectores, particularmente de los más jóvenes, a la obra de este berlinés ilustrado, romántico, fiel exponente de la época que le correspondió vivir.
Él dio a conocer la geografía venezolana al mundo occidental con su obra monumental Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente. Humboldt y Agustín Codazzi, autor de la Geografía de Venezuela y del Atlas físico y político de la República de Venezuela (París, 1840), fueron nuestros máximos exponentes en el siglo XIX en esta área del conocimiento –al que habría que agregarse los trabajos de Francisco Michelena y Rojas; y de Miguel Tejera– hasta entrado el siglo XX.
Acercarse a Humboldt es disfrutar de la literatura para una mejor comprensión de la ciencia. El sabio alemán incluyó en sus obras el poder de la pintura y el grabado. Los tres elementos permiten al lector “conectar con lo no visible, con las categorías más elevadas de la naturaleza”.[vi]
Notas:
[i] BOTTING, Douglas (1981): Humboldt y el cosmos. Barcelona, España: Ediciones del
Serbal, S. A. P. 54.
[ii] Dessinée para A. Humboldt a Quito 1802. Terminé par J. B. Poirson a Paris 1814. Gravé par Blondeau et l´Écriture par L. Aubert.
[iii] REBOK, Sandra (2003): La expedición americana de Alexander von Humboldt y su contribución a la ciencia del siglo XIX. Bulletin de L´Institut francais d´études andines [En línea], 32 (3).
[iv] Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles N° 64-2014, pág. 51. Manuel Corbera Millán, miembro del grupo de investigación de Geografía Histórica del Paisaje, Departamento de Geografía, Urbanismo y Ordenación del Territorio, Universidad de Cantabria.
[v] lenguayliteratura29.blospot.com>2017/02>la-estetica-literaria.html
[vi] CORBERA MILLÁN, Manuel. Ob. cit. P. 56.
Manuel Alberto Donís Ríos
Historiador. Investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Católica Andrés Bello. Miembro de la Academia Nacional de la Historia.