El modo en que las telenovelas coreanas mezclan la nostalgia por los viejos valores, las ideas de una nueva era y el contenido de un sin número de influencias culturales ha demostrado tener gancho para los televidentes en Corea y en el exterior.
Chung Ah-young traducción de Alí E. Rondón
El Hallyu, vocablo que literalmente significa ola coreana, apareció por primera vez en China a mediados de los años 90 cuando periodistas de Beijing acuñaron la expresión para describir la creciente popularidad de la cultura y espectáculos coreanos. Como referencia directa entonces a la
apreciación del producto cultural coreano se incorporó al habla coloquial en 2003 gracias a Sonata de invierno (Gyeoul Yeonga), dramático protagonizado por el ahora icónico Bae Yong-joon, que tuvo respuesta masiva al salir al aire por la televisión japonesa. Añádase a esto que Hallyu fue una especie de exageración en cuanto a lo que realmente estaba ocurriendo. A pesar de la llamativa imagen con millares de japonesas cincuentonas enloquecidas de alegría frente a Yonsama (así bautizaron a Bae sus fanáticas niponas), la aceptación de las telenovelas coreanas se reducía a muy pocos programas.
Pero si nos adelantamos hasta 2011, lo que fuera considerado en principio como fenómeno estrictamente asiático exhibe el aplomo necesario para abarcar al mundo exterior. Muchas de las telenovelas producidas en los últimos años por los tres grandes canales de Corea –KBS, MBC y SBS– están llegando hoy a todos los rincones del globo, desde Japón y China a Norteamérica, Europa, el Medio Oriente
y África. Las superestrellas de la pantalla chica coreana están ahora bajo reflectores asiáticos y casi todas las locaciones exteriores que aparecen en las novelas se han convertido en destino turístico para incontables fans llegados del extranjero.
China donde comenzó el Hallyu
Ese retoño de amor hacia la cultura popular de Corea se disparó por primera vez en los años noventa, específicamente cuando transmitieron en China los dramáticos coreanos. Uno de ellos se titulaba ¿Qué es el amor? –protagonizado por los famosos Lee Sun-jae y Kim Hye-ja– y fue puesto en antena por la Central China de Televisión (canal CCTV) en junio de 1997. Basada en la historia de dos familias totalmente antagónicas –una conservadora a ultranza de todo lo coreano, la otra occidentalizada y de mente abierta–que terminan enfrentadas por el matrimonio de sus hijos, la telenovela contó con altísimos niveles de sintonía entre los chinos debido a su representación acertada de los valores de Confucio y al énfasis puesto en la tradición familiar sin descuidar el humor. Al momento en que el share de la novela alcanzó 15 %, segundo lugar más alto para una serie importada transmitida
en China, se encendió el interés hacia los dramáticos del vecino país. La respuesta inmediata fue el éxito de Estrella de mi corazón, novela esteralizada por Choi jin-sil y Ahn jae-wook que salió al aire por Fénix TV en Hong Kong antes de llegar al continente.
La cadena de éxitos de las telenovelas coreanas, de hecho, preparó el camino para el lanzamiento de sus cantantes en China, Hong Kong y Taiwán. Cabe resaltar aquí que la consagración del drama coreano en China fue crucial para la idea del Hallyu cual boom mediático, y trajo de la mano el apasionamiento con la cultura coreana por parte del público chino, algo reseñado ampliamente por la prensa de Beijing en 1999.
La popularidad del producto popular coreano en suelo chino no ha cesado desde entonces y continúa ejerciendo su influencia sobre la moda y estilos del país, los programas de televisión, el cine, la música y los videojuegos. Y dado que la fiebre del Hallyu ya ha contagiado a naciones cercanas como Taiwán, Vietnam, Tailandia y Mongolia, los creadores de contenido para la ficción televisiva coreana han puesto su mirada en los Estados Unidos y Europa. Los primeros informes son prometedores.
Aunque la música pop coreana ha merecido amplia cobertura periodística, los dramáticos se mantienen a la cabeza. Asimismo, se debate cuánto queda aún por explotar de la veta dramática o si su nivel de popularidad es algo sustentable –no olvidemos que han estado a la vista del público internacional más tiempo del que alguna vez imaginaron.
De allí la inquietud, ¿Qué hay detrás del atractivo, la popularidad y los partidarios de las telenovelas coreanas? Quizás haya varias respuestas a semejantes preguntas. En todo caso, cualquier evaluación debe partir de Sonata de invierno, ruptura misma que muchos consideran el anteproyecto.
Sonata de invierno despierta locura coreana en Japón
Si bien es cierto que la música y el cine de Corea han ganado seguidores desde finales de los años 90, la popularidad de Sonata de invierno, telenovela de veinte capítulos producida por KBS, que saliera al aire por primera vez en 2002 antes de llegar a la audiencia japonesa vía satélite por el canal NHK al año siguiente, fue algo impresionante por su intensidad y rapidez.
Podría argumentarse que Sonata de invierno se adhería a la fórmula básica para el éxito en TV: gente bella (en este caso, Bae Yong-joon y su contraparte femenina Choi Ji-woo), escenarios hermosos (la isla Nami cubierta de nieve), y un argumento empapado en almíbar de amor, muerte y un desvaído anhelo romántico, todo ello interpretado sobre una banda sonora de melodías melancólicas.
Todo hizo click y Sonata de invierno se convirtió en sensación nacional para Japón, dejando atrás la popularidad del dramático en sus primeras transmisiones por señal abierta en Corea. Con el capítulo final NHK obtuvo un share por encima del 20 %, doble digito aterrador en un país donde hasta los espacios del horario estelar
a duras penas llegan al 10 % de rating. Al concluir 2004 se supo que casi 70 % de los televidentes japoneses había visto al menos un capítulo de la novela.
Fue una respuesta sin precedentes si tomamos en cuenta que a Sonata de invierno la pasaban a las 11 pm, hora en que la audiencia nipona solo tenía ojos para la cobertura de las Olimpiadas 2004 en Atenas. A decir verdad, el share promedio era asombroso en particular toda vez que Shinsengumi, producción épica en antena por NHK desde el 11 de enero de ese año había consolidad apenas 17,7 % de rating.
Bae Yong-joon y Choi Ji-woo –o ji-woo Hime (Princesa Ji-woo), como se le llamó cariñosamente en Japón– recibieron saludos entusiastas normalmente reservados para celebridades hollywoodenses. Semejante reconocimiento no pasó desapercibido para el Primer Ministro Junichiro Koizumi quien en 2004, durante un simposio sobre el futuro de Asia, bromeó ante la prensa: “¡A Yonsama lo conocen más que a mí!”. El funcionario llegó incluso a pedir que le llamaran Jun-sama en un discurso de campaña electoral.
La influencia de Sonata de invierno en Japón va mucho más allá de la cultura popular. Ha permeado a la sociedad, los negocios e incluso los claustros de la academia. Las instituciones que enseñan coreano en Japón han disfrutado de la bonanza en virtud del deseo de muchos por aprender el idioma al mismo tiempo que las locaciones vistas en las novelas han incrementado el turismo japonés. Las ventas de mercancía relacionadas con la cultura popular de Corea tales como libros, revistas, discos, DVD y accesorios tuvieron números nunca antes vistos, mientras las páginas web y blogs temáticos sobre el Hallyu se multiplicaron literalmente como hongos.
El boom de Sonata de invierno sirvió entonces para remodelar dramáticamente el modo en que los japonenses veían y entendían la cultura y al pueblo de Corea, evocando horror y aprensión en los medios japoneses –la mayoría de los cuales ignoraban cómo procesar todo aquello.
Chung Ah-young
Escritor y columnista del diario Korea Times
Ali E. Rondón
Profesor de idiomas. Master en Literaturas
Americana y Británica por el GSAS (New
York University). Profesor de postgrado
en Comunicación Social, Universidad
Católica Andrés Bello. Miembro del
Círculo de Escritores de Venezuela.