AUTOR: León Hernández
El autor intenta abordar la producción de artículos de la revista Comunicación en materia de comunicación política, desde una perspectiva histórica, mediante una revisión exhaustiva que permite apreciar cómo los investigadores en el área no pudieron escapar a las preferencias políticas de una parte de la élite intelectual y académica venezolana, durante las décadas de los 70, 80 y 90.
The author attempts to explore, from a historical perspective, the articles in political communication produced in the journal Comunicación, through an exhaustive review that allows to recognize how the researchers could not escape the political preferences of the Venezuelan intellectual and academic elite in the 70s, 80s and 90s.
Introducción
De ser un líder con ímpetu violento antes de su presidio, el líder surafricano Nelson Mandela (1918-2013) pasó a consolidar la reconciliación en su país mediante un ejemplo de democracia, pluralismo, respeto y tolerancia; el prócer venezolano Simón Bolívar (1783-1830) de demócrata asumió poderes de dictador, lo cual, de acuerdo con algunas tendencias historiográficas, habría contribuido a la fractura de la Gran Colombia , su más preciado sueño. No solo los líderes varían con el devenir histórico, también las sociedades mutan en sus mentalidades: de la Alemania nazi, con sectores seducidos por la invocación del Tercer Reich del hipnótico Adolfo Hitler (1889- 1945), el pueblo germano pasó a estar dividido en dos Alemanias durante la Guerra Fría; para después, tras la caída del Muro de Berlín en 1989 y un profundo proceso de cambios, gozar de unidad, democracia y prosperidad económica.
El tratar de evidenciar una “migración de preocupaciones” supone explorar en cambios en las mentalidades de los venezolanos, y más específicamente en la de sus investigadores, específicamente se hará referencia al articulado en comunicación política y a las mentalidades de quienes han puesto sus granos en las arenas comunicacionales, por 45 años de exploración teórica y empírica, a través de la revista Comunicación del Centro Gumilla.
El referirse a una variación de las prioridades pasa por abstraer los modos de pensar. Se venía de un país sumido en caudillismo castrense y contados ejemplos de gobiernos civiles, aventuras golpistas con un primer ensayo democrático y dictaduras militares hasta 1958; se tuvo después un período de cuarenta años de democracia imperfecta, amiga de libertades económicas, conducida por partidos liderados por civiles durante cuarenta años, que echaron raíces de alternancia política y de actividad mediática privada pujante y a la vez criticada. Se requiere comprender cómo las preocupaciones derivadas de una discusión amplia sobre ideologías, con gobiernos tolerantes a élites intelectuales divididas entre su apoyo o rechazo al establishment, migraron a otra gama de prioridades investigativas de forma paulatina a partir de los 90 y cómo varió en un entramado que sostuvo la baraja de un populista, tras un prometido cambio que dio al trasto con la joven democracia alcanzada.
Hipotéticamente, la revisión arrojaría interpretaciones sobre cómo diversos sectores intelectuales que estaban interesados en una democracia de verdadera justicia social, en el derecho a la participación y a políticas comunicacionales que atendieran las necesidades culturales, vieron de cerca –en vivo y directo– los demonios escondidos tras un seductor discurso que mucho ocultaba sobre las violaciones de derechos humanos, propias de experimentos latinoamericanos tendentes en convertir en praxis los preceptos marxistas al modo soviético, con las variaciones que el Caribe implica.
Se quiere, en este estudio, una aproximación histórica, descriptiva en detalle por ser exhaustiva, con una interpretación –una de las muchas posibles– que transmita al lector las prioridades temáticas, teóricas e investigativas de 45 años de la revista Comunicación, sus estruendos críticos, sus optimismos y también sus silencios. Se intenta dar un panorama completo que permita al estudiante e investigador una visión holística de lo que fue escrito y producido por los investigadores venezolanos e invitados de otras latitudes en esta publicación, la primera en su especie en el país y de trabajo ininterrumpido.
No se pretende juzgar los cambios en las opiniones de quienes escribieron sobre comunicación política en la revista Comunicación. Tampoco, condenar la variabilidad de posturas que en décadas pudiesen tener los investigadores del mundo académico, pero sí describirlas. Estas transformaciones en el foco de las prioridades van permeándose con la experiencia individual de los estudiosos que formulan las nuevas ideas y la manera como asimilan su entorno y hacen mano de valores éticos. El lente humano subjetivo no puede evitarse, aún en la procura de la mayor objetividad querible, apego a la verdad deseable y ética presumible.
Se demostrará como, de acuerdo con el entorno, fueron migrando las preocupaciones de los investigadores en el área de las comunicaciones del país. Corresponderá a las nuevas generaciones de investigadores, de ciudadanos y de políticos, asimilar que la nación que hoy vive momentos de incertidumbre necesita, precisa aprender profundamente de sus errores pasados, de los sesgos que en ocasiones la llevaron a construir análisis sobre la base de parcialidades críticas. Hoy la mirada puede tener un recorrido más amplio sobre la base de lo ocurrido, para connotar evolución, crecimiento y ajuste o cambio en las concatenaciones teóricas de los sesgos sobre determinados fenómenos de época. Pero el esfuerzo de haber analizado por décadas el fenómeno de lo comunicacional en el país y fuera de este no se lo quita nadie a los expertos venezolanos que siguen interesados en dar voz a los oprimidos, silenciados y excluidos. Vigente sigue una mayor posibilidad de participación, democratización y planes comunicacionales coherentes con nuestras necesidades, con nuestros problemas.
Metodología
En la primera parte del presente análisis, se hace un recorrido por los primeros noventa números de la revista (de 1975 a 1995), poniendo la lupa en los temas, teorías y conclusiones de la arista política de las comunicaciones, la que se vincula con la formulación de mejoras en las políticas comunicacionales de los Estados, el poder o efecto de los medios sobre las creencias de las masas, el desempeño comunicacional de los gobiernos, la propaganda política, la censura estatal y la empresaria, la comunicación empleada para imponerse a la masa a través de alguna ideología y la comunicación en su deber ser en naciones del tercer mundo.
Se presenta, en un anexo al final del artículo, una ficha general que esboza cada uno de los textos sobre temas relativos a comunicación política, decantándose en ella el título, autor, tema, objetivo, teorías referidas y conclusiones principales de cada artículo. Para esta primera entrega, se presenta un cuadro contentivo de 157 títulos. Para el período comprendido entre 1975 y 1984, se revisaron 69 artículos; para el período entre 1985 y parte de 1995, otros 87; todos disponibles en la página web de la revista Comunicación.
Tiempos de la crítica ideológica (1975-1984)
De joven he defendido la revolución Cubana.
Tengo una deuda que pagar, haber defendido algo que representa el mal absoluto para la sociedad.
Mario Vargas Llosa
El contexto necesario para comprender el análisis
En un balance previo en torno al estado del arte en comunicación política realizado en la revista Comunicación, Andrés Cañizález (2010) expresaba que en la década de los setenta, investigadores latinoamericanos pasaban bajo un “prisma democratizador” la realización de estudios en la materia, utilizándose entre los adjetivos para referirse a la “comunicación democrática”, los siguientes: dialógica, participativa, popular, alternativa . Cañizález (2010) cita a Beltrán para referir que en 1974, la Unesco había auspiciado una reunión de expertos en materia de políticas comunicacionales, que llegaba a la conclusión de que una Política de Comunicaciones podía ser definida como “un conjunto integrado, explícito y duradero de políticas parciales de comunicación armonizadas en un cuerpo coherente de principios y normas, dirigidos a guiar la conducta de las instituciones especializadas en el manejo del proceso general de comunicación de un país”.
Este concepto habría sido inspirador para la Primera Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Nacionales de Comunicación en América Latina y el Caribe, que se realizó en 1976 en Costa Rica, también bajo el respaldo de la Unesco. El director de Comunicaciones para la Unesco de aquellos años era el comunicólogo y filósofo Antonio Pasquali, quien fue considerado pionero en el manejo de la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt en América Latina. En una entrevista ofrecida al autor de este estudio, en agosto de 2018, el pensador de las comunicaciones recordó obras filípicas contra empresas mediáticas venezolanas, pero advirtiendo que nunca se identificó con tendencia de izquierda o de derecha alguna, aunque fuese acusado por ambos extremos de formar parte del bando contrario.
Latinoamérica no era indiferente a un ambiente caldeado desde el término de la Segunda Guerra Mundial, debido a una de las más importantes condiciones geopolíticas que tuvo lugar a escala mundial: la Guerra Fría. El peso de esta variable colocaba los enfoques ideológicos en la tribuna de la esfera artística, intelectual y académica venezolana, cuestionándose el ímpetu expansionista en el ámbito cultural por parte de las grandes potencias. La industria cultural estadounidense fue vista por algunos como instrumento de dominación cultural, social y político. En la cultura política e intelectual, el manejo de la política externa estadounidense hacia Latinoamérica, que era vista como “patio trasero”, generó impacto en los enfoques y en las mentalidades en naciones del Caribe, entre ellas Venezuela, que saludaba con ambigüedad –resistía a la vez que aplaudía– el crecimiento de la izquierda en naciones de identidad cultural afín, como la cubana.
El contexto para el análisis de esta década de investigación en el campo comunicacional exige citar a historiadores como Alejandro Cardozo Uzcátegui (2014), quien, en el ánimo de comprender lo que él denomina una “lucha en el campo de las ideas”6 , menciona algunos hechos para contextualizar la postura anti establishment de intelectuales que habrían dejado la protesta callejera para entrar en una etapa de distención en el mundo universitario y de las artes:
No se puede dejar de pensar en las desapariciones durante el período de Leoni –buena parte eran estudiantes–, en el allanamiento de la Universidad Central de Venezuela en el primer período de Caldera –la famosa “Operación Canguro”–, la masacre de Cantaura durante la administración de Herrera Campins, Yumare en el gobierno de Lusinchi, y un obscuro etcétera; no obstante, comparativamente, en la región paralela –Centroamérica, Colombia, Chile, Argentina– era impensable crear áreas de distensión para una intelectualidad inquieta y militante, a modo de enfriamiento y tolerancia.
Lujo que solo una democracia a la venezolana con una renta petrolera se podía dar: tener una izquierda intelectual en lugar de una izquierda militar. (Cardozo, 2014, p. 174-175).
También se precisa entender que esta tolerancia ideológica pasaba por un período de relativa apertura política con el primer gobierno de Rafael Caldera (1916-2009); al menos, así lo sostiene el historiador Otoniel Morales (2014), al afirmar que de la política exterior de Rómulo Betancourt (1908-1981) y Raúl Leoni (1905- 1972) –de respaldo a sanciones contra el régimen de La Habana por no ser elegido bajo elecciones democráticas–, el presidente social cristiano pasaría a una doctrina de pluralismo ideológico y solidaridad pluralista, que aunque no normalizó relaciones con Cuba, reconocía diplomáticamente a cualquier gobierno, cualquiera fuera su origen, llegando a concretar aperturas con el bloque socialista liderado por la Unión Soviética. Morales estima que las condiciones del país eran menos riesgosas frente a potenciales ataques de la ultraderecha y la extrema izquierda, por lo que la realidad permitía un debate y discusión con más presencia de todas las tendencias. La Guerra Fría entraría, según este historiador, en una etapa de decadencia, a partir de esta visión pluralista que vino acompañada con una política interna de “pacificación”, con la cual se legalizaron partidos de la izquierda venezolana (MIR y el PCV).
Surgía a mediados de la década de los sesenta, de congresos, cumbres y eventos de encuentro de pensadores de países del tercer mundo y de naciones no alineadas con la ideología del libre mercado, la idea de un Nuevo Orden Económico Mundial, de un Nuevo Orden Informativo Mundial. Tulio Hernández (1985), al referirse a estos años en su artículo “10 años de Alternativas de Comunicación”, se refirió a la esperanza de democratizar “desde arriba” el funcionamiento de los grandes consorcios de comunicación.
Las luchas tercermundistas por la creación de un Nuevo Orden Informativo Internacional, las acciones de países latinoamericanos por elaborar y poner en práctica Políticas Nacionales de Comunicación que corrigieran los abusos y la impunidad con la que se manejaban los medios empresariales y gubernamentales y, en el caso venezolano, la realización del proyecto Ratelve (1975), primera gran iniciativa gubernamental para dotarse de un informe integral sobre políticas de Radiodifusión, creaban un escenario donde el optimismo democratizador tenía suficiente cabida, incluso, en los sectores de la investigación universitaria tradicionalmente enfrentados y críticos del funcionamiento de estos aparatos. (Hernández, 1985).
En 1973, apenas dos años antes del inicio de las publicaciones de Comunicación, era elegido Carlos Andrés Pérez, quien se plantea un gobierno de amplio gasto público con un alza abrumadora del ingreso petrolero, debido a la crisis petrolera de 1973 . Pérez lleva a Venezuela a un nivel de mayor independencia con respecto a Estados Unidos en su política exterior, al normalizar, en 1974, las relaciones con China, Bulgaria y Cuba. En medio de un espíritu de nacionalización, la presidencia de la República encarga a Juan Liscano la creación del Consejo Nacional de la Cultura (Conac), que luego daría paso a la creación del proyecto Ratelve, para una radio y televisión de servicio público en Venezuela. “El proyecto fue publicado por la librería SUMA. Eso fue lo único que quedó”, recuerda Antonio Pasquali, quien refirió que el diseño del proyecto se hizo con concurso de varios sectores, con la mayor pluralidad posible. Aquella iniciativa, que se quedó en el tintero, permanecerá junto a otras propuestas, en la mente de los investigadores venezolanos de la comunicación, pendientes de la concepción, en aquel entonces y hasta aún ahora, de una política comunicacional estatal para la democracia.
Las preocupaciones iniciales: menos capitalismo y más democratización
Para el período comprendido entre 1975 y 1984, se revisaron 69 artículos, disponibles en la página web de la revista Comunicación. En ellos se pudieron evidenciar tendencias temáticas y estas se agruparon en quince “preocupaciones”, así siguiendo los focos de interés de los investigadores, periodistas y colaboradores que escribieron en la publicación para el período comprendido entre 1975 y 1984.
Ideología capitalista dominante
Engrosan este grupo de artículos todos los enfocados en criticar el sistema capitalista y sus métodos de dominación. De los 69 artículos, dieciocho tocaban esta temática (26,09 %). Fue la principal tendencia en los artículos de comunicación política de Comunicación, durante su primera década.
Nuevo Orden Informativo Mundial-Comunicación Alternativa
Disposiciones y posibilidades abordadas en función de respaldar un Nuevo Orden Informativo Mundial. Diez artículos tomaron esta línea durante el período, para un total de 14,49 %.
Comunicación de partidos políticos
Los ensayos que apuntan a las comunicaciones que surgen desde los partidos en el gobierno, la oposición y sus campañas electorales. Diez artículos tomaron esta preocupación durante el período, para un total de 14,49 %.
Políticas comunicacionales
Los textos dirigidos a sugerir políticas comunicacionales y/o denunciar la carencia de una política comunicacional en Venezuela. Se ubican de cuarto lugar, con siete artículos, 10,14 %. A pesar de que autores que han analizado la obra de la revista Comunicación durante este período han expresado que este era el tema principal abordado, su apreciación se basaría en la importancia simbólica del mismo, más que en el aspecto cuantitativo encontrado.
Participación-comunicación-democracia
Perspectiva de los investigadores para sostener la premisa de que una mayor participación política, a través de una comunicación sin exclusiones, permitiría una democracia más sólida. Hubo cuatro artículos (5,80 %) que pusieron este tema en primer lugar, aunque esta búsqueda se reflejaba también en otros textos, pero en segundo o tercer lugar.
Censura empresarial y política
Se refiere a mecanismos de censura emprendidos por empresas mediáticas con apoyo de instancias políticas. Tres artículos lo abordaron, 4,35 %.
Estructura económica de los medios de comunicación
Los artículos que presentaron evidencia de cómo ha sido la concentración de riquezas y medios de los propietarios de los medios. Tres artículos, 4,35 %.
Ideología de los medios de comunicación social
Los autores se referían a la presencia de componente ideológico en los medios de comunicación, desde el plano objetivo de la argumentación comunicacional, sin aludir al aspecto capitalista. Tres artículos, 4,35 %.
Manipulación comunicacional en conflictos internacionales
Lo relativo al comportamiento editorial de los medios durante hechos de tensión internacional. Tres artículos, 4,35 %.
Nuevo periodismo-ideología
Los artículos que abordaron el estilo narrativo del Nuevo Periodismo, pero ligándolo a una intención ideológica en el tratamiento informativo. Entre los interlocutores de los textos se encontraban periodistas cubanos, defensores del modelo periodístico de su país, sin alusión a restricciones o censura. Dos artículos, 2,90 %.
Símbolos en la comunicación política
Lo vinculado con el manejo de figuras históricas como elementos considerados símbolos en las comunicaciones. Dos artículos, 2,90 %.
Comunicación de encuestas
La publicación de encuestas como mecanismo para generar campaña a favor o en contra de determinado artículo. Un artículo (1,45 %).
Límites de la propaganda política
Se alude principalmente a la importancia de una medida oficial para restringir la propaganda. Un artículo (1,45 %).
Totalitarismo comunicacional
El único artículo que, en referencia a 1984 de George Orwell, cuestionó el poder totalitario en las comunicaciones, haciendo alusión a regímenes socialistas. Un artículo (1,45 %).
La ideología capitalista dominante: preocupación ineludible
En las aulas de clase de las universidades del país, así como en buena parte de la literatura que encontraban los profesionales e investigadores de la Comunicación Social en Venezuela, la politización y la ideologización estaba en boga, pero particularmente la que cuestionaba el estilo de la política estadounidense, así como la carencia de políticas nacionales destinadas a la comunicación social del país, inspirados por el pensamiento presente en la Unesco para aquellos años y que citábamos al inicio. La Guerra Fría habría salido de las calles y se había alojado en muchos foros y aulas. El espíritu, no obstante, tendría que ver con la mirada crítica al statu quo en América Latina y el Caribe. En uno de los artículos analizados en las fichas, titulado “La Tematización de las Comunicaciones en América Latina”, Carlos Catalán y Guillermo Sunkel (1991) señalan:
Desde sus inicios, hacia fines de los años 50, los estudios de comunicación en América Latina han tenido un alto grado de politización e ideologización […] La politización de estos estudios también deviene de una concepción particular sobre del rol del intelectual imperante en América Latina –especialmente en las décadas del 60 y 70– que enfatizaba el compromiso con los procesos de cambio social y la necesidad de poner el conocimiento intelectual al servicio de estos cambios. (Catalán y Sunkel, 1991, p. 9)
Señalan estos autores que en la segunda mitad de los años 70, los textos publicados sobre comunicación, en su mayoría, acogen la perspectiva de los medios de comunicación como aparatos ideológicos, de dominación, cuyo papel consiste en exponer la ideología de la clase dominante para tratar de extenderla a toda la sociedad, haciendo mano de la teoría del filósofo marxista Louis Althusser (1918-1990). En el caso de Comunicación, los enfoques teóricos más referenciados en estos primeros diez años de la revista son relativos a la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt (cinco menciones) y otras notas refieren el texto de Antonio Pasquali, Comunicación de Masas11(al menos tres). Otras seis hacen referencia a diversos teóricos marxistas que estudian el efecto de la ideología dominante en la comunicación de masas, incluyendo al ensayista y filósofo Ludovico Silva (1937-1988) entre otros.
En este período se evidencia la presencia de reflexiones y comunicados de miembros de la revista, pronunciándose sobre determinadas materias relativas a políticas comunicacionales, con cuestionamientos a la industria cultural y al capitalismo imperante. En el texto titulado “Función ideológica de los medios masivos”, publicado en 1981, se concluye que los medios de comunicación de masas resultan útiles para las clases dominantes porque impiden la participación del pueblo, distorsionan la realidad e impiden su conocimiento crítico, garantizan la imposición ideológica y aseguran el orden económico capitalista. Se argumenta en el texto que los medios de comunicación serían útiles si posibilitan la participación, el conocimiento crítico de la realidad.
A pesar del uso de diversas teorías en la mayoría de los artículos, algunos, un total de catorce (20 %), no refiere teoría alguna, apelando al uso y cuestionamiento de noticias o explicando su postura mediante una decantación lógica reflexiva.
En el lapso, solo uno de los artículos, que emplea la obra 1984 de George Orwel como referencia, hace alusión a los problemas devenidos en las libertades, producto de gobiernos totalitarios de cualquier tendencia, sea izquierdista o de corte capitalista. Se trata del texto de Alí Garrido, titulado “1984 La información totalitaria”, que concluye que el control de la información constituye “un arma empleada tanto por el imperio norteamericano como por el soviético”. Se trata del único que cuestiona al régimen soviético durante el período.
Uno de los textos de la revista en aquellos años replica un escrito del articulista cubano Mario Fernando Martí. En el número 39 de 1982, Comunicación hace un recorrido por diversas realidades comunicacionales en diversos países del hemisferio. En su texto, titulado “Política y Guerra: la publicidad comercial en la carrera armamentista”, el cubano cuestiona la sociedad estadounidense, “donde todo se vende”. Escribe:
Como señalara nuestro comandante en jefe en la VI Cumbre de Países no alineados: para nosotros, los marxistas, la guerra y las armas están indisolublemente asociadas en la historia del sistema de explotación del hombre por el hombre y a la sed insaciable que tal sistema entraña de apoderarse de los recursos naturales de otros pueblos. (Martí, 1982. p. 44)
Es visible la ausencia en materia de comunicación política de textos que aludan a la censura en el régimen cubano. Es preciso acotar que la revisión arroja también ciertas particularidades en el ámbito metodológico, como por ejemplo la inexistencia de entrevistas a propietarios de medios o a editores de empresas mediáticas venezolanas, o incluso a periodistas que desde abajo conformaran equipos de trabajo de los medios venezolanos, cuestionados por seguir las premisas de la ideología dominante. Catalán y Sunkel (1991) observan ciertos sesgos en la investigación latinoamericana que podrían extrapolarse al período analizado.
En los estudios de la corriente crítica, la teoría althusseriana de la ideología sirve para darle una apariencia de cientificidad al estudio de la comunicación. Sin embargo, lo que efectivamente se hace es denunciar un determinado sistema de comunicaciones. En esta denuncia cumple un papel determinado, una cierta versión de la ‘teoría de la dependencia’ que está muy presente en los trabajos de André Gunter Frank, Theotonio Dos Santos y Ruy Mauro Marini. En realidad, esta versión de la ‘teoría’ no es más que una mera ‘aplicación’ de la teoría del imperialismo, ya elaborado dentro del marxismo, a la situación latinoamericana. Aplicación por medio de la cual se busca denunciar el sistema de expansión y de acumulación del capital que se desarrolla a escala mundial. (Catalán y Sunkel, 1991, p. 9)
En el marco de las interpretaciones cabe destacar que buena parte de los textos (5,8 %) estaba dirigido a una exaltación propositiva a favor de democratizar las comunicaciones del país, en contra de lo que se consideraba el poder hegemónico empresarial y una ausencia de regulaciones en el marco de las comunicaciones, descrita en muchos artículos con alusiones a la carencia de políticas equitativas para la asignación de licencias de transmisión y el poco recurso presupuestario destinado a una radio y televisión de calidad. Para autores como Cañizález (2014), el norte mismo de toda la actividad latinoamericana de investigación en comunicación giraba en torno a la crítica a los monopolios u oligopolios privados en materia comunicacional.
El informe Un solo mundo, voces múltiples de la Comisión McBride, patrocinado por la Unesco y citado en artículos por investigadores como Marcelino Bisbal13, establecía la necesidad de un Nuevo Orden Mundial de la Información y Comunicación y de que nuevas voces fueran escuchadas. Para democratizar, de acuerdo con el informe que encontraba resistencia de organismos como la Asociación Internacional de Radiodifusión (AIR) y la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), era necesario acabar con el monopolio de las grandes agencias, asegurando la circulación de la información en dos sentidos –contraviniendo la doctrina del libre flujo de información– y reconociendo el derecho de los pueblos a la información. “La aspiración a un orden social más justo y mejor y más democrático, fundado en el respeto de los derechos fundamentales, solo puede satisfacerse por medio de la comprensión y la tolerancia, las cuales dependen en gran medida de una comunicación libre, abierta y equilibrada”, (Amadou Mantar M’Bow, director general de la Unesco, citado por Bisbal, 1981 p.42).
En el texto de Bisbal (1981), la Sociedad Interamericana de Prensa aparece como un ente que “apoyó dictaduras” en el hemisferio, más interesada en la libertad de empresa que en la libertad de prensa y que tendría entre sus socios a una mayoría de medios de Estados Unidos. Al representante de Cuba en la discusión sobre el informe, Enrique González Manet, se le describe como defensor del principio de soberanía nacional y no se le menciona como representante de una dictadura.
La postura de los investigadores venezolanos guarda relación con lo indicado por Catalán y Sunkel, (1991), al ver en la carga ideológica de mediados de los 70 un primer intento de elaborar un paradigma de la comunicación dirigido a la situación latinoamericana.
Se consideraba en aquel momento que libre flujo de información era en realidad la libertad de los propietarios de los medios de información a informar de la manera en que mejor lo estimen conveniente. Del cuestionamiento o retórica de la crítica ideológica surgirá la necesidad de un nuevo orden informativo y luego de políticas nacionales de la comunicación para democratizar la comunicación. (Catalán y Sunkel, 1991, págs. 9-10)
A pesar de que según Catalán y Sunkel (1991), los estudios de comunicación en Latinoamérica se dirigen más hacia la profesionalización y menos a la orientación de determinada ideología o proyecto político, en la revista Comunicación se aprecia que continúa, en la primera mitad de los 80, la preocupación ideológica. Cañizález (2014) estima que la década de los 80 marca un “punto de inflexión”:
A lo largo de la década (80) hubo un auge significativo de las expresiones comunicativas de movimientos populares y alternativos, que como ya hemos dicho encontraron en la radio –principalmente– un medio de expresión, pero al mismo tiempo desde la reflexión se transitaba por un camino de incertidumbres; resultaba difícil defender el rol estatal en una región dominada por dictaduras militares y prevaleció en muchos investigadores de la comunicación un aire de pesadumbre por el debilitamiento de la Unesco. (Cañizález, 2014, p. 215)
Los resultados de la revisión exhaustiva arrojan que, no obstante, el espíritu contra la ideología capitalista dominante se mantuvo con fuerza en la selección de temas, aunque con algunas interrupciones, marcándose un debilitamiento después de 1982, disminuyendo su frecuencia hacia 1983. Aquel año, marcado por un golpe global a la economía venezolana, pudo haber hecho variar la perspectiva de algunos investigadores. No obstante, hacia mediados de la década, aún se percibe el ímpetu asociado a la búsqueda de un Nuevo Orden Informativo Mundial por parte del equipo de Comunicación.
El proceso político de 1983 daba paso a que también surgieran con predilección temas asociados a la estructura económica de los medios de comunicación y a la comunicación de partidos políticos, especialmente la registrada en el marco de campañas políticas. El enfoque crítico hacia la propaganda política en medios se levantaba con encuestas por un lado y análisis de contenido por otro, detallando gastos que daban ventajas a los políticos con mayores recursos para campaña y los efectos de la difusión de encuestas, además de análisis sobre lo banal de algunos contenidos políticos del bipartidismo.
La comunicación en Venezuela era unilateral y se realizaba desde oligopolios de medios que habían irrumpido en la escena desde hacía décadas como empresas mediáticas prósperas, aliadas con las élites políticas del bipartidismo democrático que censuró a las tendencias de izquierda y que imponía sus criterios del libre flujo de información, con alianzas de crecimiento de las grandes cadenas de medios internacionales, así como agencias informativas internacionales, consideradas, para aquel entonces por estudiosos y políticos de la izquierda revolucionaria latinoamericana, como neocolonialistas. La exclusión tenía que ver con un hilo informativo que era considerado imperialista, expansionista y colosal para iniciativas con otras narrativas, que no conseguían patrocinio de un Estado interesado en una política comunicacional verdaderamente incluyente de todas las voces. (Hernández, 1985)
La cita anterior proviene del artículo de Tulio Hernández titulado “10 años de ¿alternativas de comunicación?”, publicado en el número 51-52 de la revista Comunicación en 1985. Hernández ofreció un balance de lo ocurrido en los primeros diez años de debate sobre temas asociados a la necesidad de un cambio en las comunicaciones del país y a los contenidos de la publicación. Tal vez con la pesadumbre que es referida por Cañizález, debido también a que el empobrecimiento del país había dejado atrás una oportunidad presupuestaria para transformar el desarrollo de las comunicaciones en Venezuela, Hernández refería que el proyecto Ratelve, impulsado por el comunicólogo y filósofo Antonio Pasquali que promovía un medio de servicio público en el país, se engavetó, a juicio de los investigadores, por la élite empresarial mediática de la época. Las experiencias que dejaban ver escaparse la oportunidad de encontrar mecanismos de comunicación alternativa que democratizaran a la sociedad venezolana, encausaba el foco hacia los errores del libre flujo informativo y su libre mercado. El final de los setenta, lleno de debate pero también de actos restrictivos, no lucía esperanzador, a juicio de Tulio Hernández (1985).
El final de la década analizada nos toma por sorpresa en un país donde la opinión disidente es cada vez más restringida; donde los flujos ‘unidireccionales’ de información se han consolidado en vez de diversificase; donde el optimismo por los beneficios de la planificación y la presencia de ‘la dimensión comunicación y cultura’ en los Planes de la Nación, han cedido el paso al escepticismo y al acto ‘formal’ de enunciar políticas y metas sin que se piense siquiera en la posibilidad de su realización; donde el cierre de emisoras de radio, el encarcelamiento de cineastas, la prohibición de exhibición de películas venezolanas, la censura previa y el impedimento de acceso de los periodistas a cubrir la masacre de Cantaura ejecutada por los ‘organismos de seguridad del Estado’, el uso ventajista de las emisoras gubernamentales en la reciente contienda electoral, el regreso de los canales de televisión a viejas y aberradas formas y temas narrativos de las radionovelas cubanas, la elaboración de expedientes a periodistas por parte de la policía política, por solo nombrar los casos más sonados, se convirtieron en situación ‘normal’ durante los últimos años. (Hernández, 1985).
El mismo año de 1985, Marcelino Bisbal publicó en el número 51-52 de la revista su artículo “El Estado y la comunicación, entre el azar y la necesidad”, según el cual los primeros diez años de Comunicación no habrían transcurrido en circunstancias tan adversas como las descritas por Hernández, al menos en lo que a esperanza de cambio se refería. Estimó que en el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez hubo optimismo con la designación del Dr. Guido Grooscors como ministro de Turismo y responsable de una política nacional de comunicaciones. A pesar de que iniciativas como el proyecto Ratelve y el Consejo Nacional de la Comunicación se habían desestimado ya para 1978, Bisbal advertía que se había vivido una década que podría haber sido denominada “de la comunicación”, gracias a las discusiones en torno al tema a escala global. Refiere la instalación, en 1975, de Ociven, que luego dará paso a Venpres.
El proyecto Ratelve resulta excluido, debido, indica el ex director de la Escuela de Comunicación de la Universidad Central de Venezuela, a las quejas de Fevap y ANDA, ante el incremento del impuesto sobre la renta que pretendió el gobierno para el medio de servicio público. Bisbal también refiere que había consenso en el hemisferio, así como en la Unesco, sobre la importancia de las políticas nacionales de comunicación. Denunciaba el investigador que la participación no existía, y que no se adelantaba nada innovador en el campo de la comunicación debido a pactos entre medios y élites políticas, pacto en el cual coinciden otros autores, pero que irá rompiéndose a partir de 1983, con el surgimiento de otras variables temáticas, tales como la relativa al poder de los medios, que se explorarán en la década siguiente.
Sobre los pactos entre élites políticas y mediáticas, también coincidían voces que surgían ocasionalmente en la revista, tales como la de Raúl Li Causi, (1985), quien consideraba que había una abierta manipulación de los canales públicos por parte de los gobiernos de turno. “Durante el lapso abril diciembre, Caldera obtuvo el 60 % del tiempo en los noticieros”, indicó, y señalaba que en los primeros veintiséis años de democracia no se habían descentralizado las decisiones generales sobre los medios de comunicación social, lo que se manejaba con la cúpula del gobierno en acuerdo con los medios privados tradicionales.
Destaca para esa época la participación de Venezuela en la I Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Nacionales de Comunicación para América Latina y el Caribe, en la cual se defendió la libertad de expresión, el derecho de todo ciudadano a estar informado. Encontró Venezuela el reclamo de la SIP y la AIR a su postura, alegando que los medios de comunicación no son de servicio público, sino que realizan actividades privadas de interés público. También intelectuales, periodistas y partidos de oposición acusaron al gobierno de pretender regular la libertada de expresión y de manifestar con ello tendencias izquierdistas.
En esta década, la Comunicación Alternativa fija las respuestas o sugerencias del equipo redactor de la revista. Ricardo Martínez (1985), lo expresa en estos términos:
La Comunicación Alternativa no es la ‘idea fija’ del equipo Comunicación, pero es su desarrollo más complejo y el que le identifica. Es también uno de los aportes más significativos de un grupo de investigadores venezolanos a la comprensión de la comunicación en América Latina, aporte esencialmente valioso si se considera la proverbial dificultad para un esfuerzo reflexivo mantenido, organizado, coherente y permanente, vinculado a la docencia y a la realidad nacional. (Martínez, 1985)
Se percibe de la literatura previa sobre la producción investigativa de Comunicación, una mirada más profunda a los esfuerzos por planteamientos de políticas comunicacionales y esquemas de comunicación alternativa, que a la importante revisión de la postura ideológica de los análisis presentados. Se destaca, metodológicamente, la ausencia de fuentes asociadas a la industria mediática cuestionada, pero visto desde adentro. También se percibe un gran volumen de cuestionamientos hacia la política externa y expansionista estadounidense, al impacto de las grandes agencias sobre la información de los países latinoamericanos y muy poca producción intelectual relativa a la censura por parte de regímenes de corte socialista. De la censura en Cuba, por ejemplo, no hubo menciones.
La Venezuela pos viernes negro, pos desgaste del boom petrolero, con denuncias de corrupción y pobreza creciente, tenía a intelectuales y artistas críticos que aspiraban a medios de comunicación enfocados en elevar el nivel cultural de la industria mediática nacional; que habían visto el Mayo Francés, la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, las consecuencias de las dictaduras de derecha en Argentina, Venezuela, República Dominicana y en la propia Cuba, que habían conocido sobre las consecuencias de intervenciones estadounidenses en naciones como Vietnam. Aquél espíritu “antiimperialista” –que se dejaba seducir por el discurso preparado por Castro con fines de aprobación dentro y fuera de Cuba y que había tomado aulas en protestas universitarias–, tenía guiño afable con lo ocurrido en Cuba con la Revolución, que pasó a ser parte de la iconografía contracultura intelectual en pasillos de la Universidad Central de Venezuela, también en la Escuela de Comunicación Social de este recinto académico, con algunos guitarristas que emulaban canciones de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés en los 70 y 80; así como articulistas, reporteros y redactores que dejaban colar su admiración en notas de prensa y análisis.
Del 85 al 95: el comienzo de cambios paradigmáticos
El período que a continuación se explora en la revista Comunicación, implicó la revisión de 87 artículos, dejándose, por la mitad, el año 1995, que se seguirá explorando con el resto de las décadas en una entrega posterior.
Surgen nuevos temas, aunque también, en menor grado, perviven las preocupaciones anteriores, con disminución, aunque marcada continuidad, de la angustia ideológica. En total, se agruparon en dieciocho preocupaciones, que exponemos a continuación:
Políticas comunicacionales
Fue el tema más abordado de manera principal en este período, con veinte apariciones, para un total de 23 %, muy superior a las otras tendencias. Fue un lapso con justificadas angustias en la materia, en particular se disparó por factores como los criterios arbitrarios en la asignación de frecuencias radiales de la banda FM.
Ideología capitalista dominante
A pesar de haber experimentado un descenso, en particular hacia la segunda mitad de los 80, siguió vigente en la primera mitad de los 90, con voces como las de José Ignacio Rey, quien fue enfático en cuestionar las teorías del final de la historia, de Francis Fukujama, publicada en 1992. Esta temática fue la principal en doce artículos (14 %).
Poder de los medios de comunicación
Tema nuevo, surgido como variación de una perspectiva. Aunque la idea de un pacto entre medios privados y gobiernos de turno aún no es desechada, aparece la perspectiva de que los medios de comunicación habrían pasado de aliados a impugnadores de la gestión gubernamental, demostrando su poder en la opinión pública. Nueve artículos tocaron esta temática (10 %).
Crisis de paradigmas
Los autores referían necesidad de modificaciones en la comprensión de los fenómenos comunicacionales. Ocho artículos –9 %– se inclinaron por elevar el volumen temático al respecto. Uno de los autores de estos temas fue Gustavo Hernández, quien, en el número 80 de 1992, bajo el título “¿Hacia dónde va la integración en América Latina?”15, reflexiona sobre el rumbo de la integración en la región y las perspectivas de democratización de las comunicaciones, después de los cambios en el panorama ideológico de finales de la década de los 80.
Comunicación de partidos políticos
Siete artículos lo abordaron, para un total de 8 %. En su mayoría cuestionaban el manejo comunicacional de los partidos y se hizo patente la preocupación durante los procesos electorales. Entre los artículos está “Los costos del voto”16, de Carlos Correa, quien concluye que los partidos políticos no presentan cuentas de campañas y no han cambiado las reglas en torno a la transparencia de su financiamiento para mantener la opacidad en torno a la inversión.
Nuevo Orden Informativo Mundial-Comunicación alternativa
Seis artículos tomaron esta temática durante el período, equivalentes a 7 % de la muestra. La temática presentó tendencia a la baja, con respecto al 14,49 % del período anterior.
Participación-comunicación-democracia
Hubo cinco artículos (6 %) que pusieron este tema en primer lugar, manteniendo una constante con respecto al período anterior.
Comunicación de encuestas
Subió de un artículo (1,45 %) en el período anterior, a cuatro textos, 5 %.
Críticas a los medios de comunicación ( El Caracazo )
Se hicieron cuestionamientos al tratamiento informativo hacia lo ocurrido el 27 y 28 de febrero de 1989, observándose las líneas editoriales de diversos medios y sus contrastes.
Estructura económica de los medios de comunicación
Dos artículos, 2,30 %.
Legislación comunicacional, narrativas y comunicación y consumo cultural
Dos artículos, para un 3 % en cada tema. Estos seguirán siendo motivo de análisis en mayor volumen en lo venidero.
Símbolos en la comunicación política, manipulación comunicacional en conflictos internacionales, el miedo en la comunicación, imposición de la verdad oficial
Una aparición para cada uno de estos temas (1,15 % cada una). En los símbolos en la comunicación política se abordó el caso del Che Guevara. El uso de símbolos y muy especialmente la imposición de la verdad oficial, en este período relativo al caso de El Amparo, serán preocupaciones en los venideros decenios.
El desgaste político del bipartidismo se colaba en las mentalidades de la élite crítica venezolana, esa que desplegaba manchetas, Zapatazos y artículos en revistas especializadas en ciencias sociales y comunicación social e historia. Entonces, por aquellos días de inicios de febrero de 1989, Fidel Castro era invitado de honor de Carlos Andrés Pérez, apenas ganador en diciembre de las elecciones presidenciales en la nación de tierra firme. En un contexto lleno de contradicciones ideológicas y en medio de una Guerra Fría, los intelectuales y artistas alzaron la voz y lo publicaron así:
Nosotros, intelectuales y artistas venezolanos al saludar su visita a nuestro país, queremos expresarle públicamente nuestro respeto hacia lo que usted, como conductor fundamental de la Revolución Cubana, ha logrado en favor de la dignidad de su pueblo y, en consecuencia, de toda América Latina. En esta hora dramática del Continente, sólo la ceguera ideológica puede negar el lugar que ocupa el proceso que usted representa en la historia de la liberación de nuestros pueblos. Hace treinta años vino usted a Venezuela, inmediatamente después de una victoria ejemplar sobre la tiranía, la corrupción y el vasallaje. Entonces fue recibido por nuestro pueblo como sólo se agasaja a un héroe que encarna y simboliza el ideal colectivo. Hoy, desde el seno de ese mismo pueblo, afirmamos que Fidel Castro, en medio de los terribles avatares que ha enfrentado la transformación social por él liderizada (sic) y de los nuevos desafíos que implica su propio avance colectivo, continúa siendo una entrañable referencia en lo hondo de nuestra esperanza, la de construir una América Latina justa, independiente y solidaria.
Suscribían el documento 911 intelectuales y artistas venezolanos. Uno de los principales renglones de los firmantes corresponde a la docencia universitaria, con presencia de comunicadores e historiadores. Otro sector importante de firmantes está integrado por los periodistas. La influencia de estos intelectuales y comunicadores haría que las preocupaciones de algunos sobre el tema Castro tuvieran el velo de la simpatía y admiración hacia este personaje legendario en el imaginario latinoamericano y caribeño de residencia contra el imperio estadounidense.
Conclusiones preliminares
El problema del sesgo evidenciado en las preocupaciones durante estos primeros poco más de veinte años de la revista, no radica en que se pusiera atención y crítica a cuanta violación a derechos comunicacionales se cometieran en medios y élites que habían detentado el poder en Venezuela desde la caída del general Marcos Pérez Jiménez, el 23 de enero de 1958; incluyendo los irregulares tratamientos informativos durante el Caracazo o el caso El Amparo –que se incluyen entre los temas de investigación de la revista Comunicación–, ni en las publicaciones sobre manipulaciones mediáticas por parte de Estados Unidos en materia de conflictos internacionales; tampoco en el continuo llamado a una justa Comunicación Alternativa para los pueblos latinoamericanos.
Lo interesante y complejo en el período es el silencio hacia las estructuras de censura vinculadas con el socialismo y la inexistencia de al menos un artículo que de 1975 a 1995 cuestionara el método informativo impuesto en Cuba y en otros regímenes de corte ideológico marxista. El problema no es juzgar, sino entender, comprender e interpretar el mundo de los venezolanos e intelectuales de ese inicio de febrero de 1989, sin la mirada maniquea de buscar un mea culpa, sino entendiendo el aspecto histórico de sus decisiones, desentrañando las complejidades circunstanciales de sus creencias, para buscar un hilo comunicante con sus alter egos del futuro, nuestro pasado inmediato. En la próxima entrega, se seguirán desencadenando los hallazgos sobre cuál ha sido la búsqueda de los investigadores, sus aciertos, fracasos, esperanzas, en suma, el devenir de sus preocupaciones.
Surge en este período un tema relativo a la “Crisis de paradigmas”. Algunos autores, inspirados en hechos relativos a la caída del Muro de Berlín y a una perspectiva menos ideológica de la interpretación, introducían nuevas visiones. No por casualidad hemos dejado como último artículo en esta primera muestra el de “Comunicación y Cultura: para pensar lo massmediático”, del número 90 de 1995. Tal vez presintien do los riesgos que corría el sistema democrático en Venezuela, su autor, Marcelino Bisbal, defiende este modelo político por encima de los errores de sus exponentes en el país, indicando que la democracia como tal no tiene la culpa de lo ocurrido en la nación. Ya dejaba atrás el interés de la crítica a ultranza, destacando que era tiempo de una mirada más hacia las preferencias sociales de las mayorías. Al analizar las circunstancias culturales y políticas bajo las cuales surgieron los análisis críticos de la comunicación de masas y dar cuenta de nuevas lecturas que proponen que en lugar de imposición de una comunicación con ideología dominante –siempre atribuida a Estados Unidos–, existe la seducción y el convencimiento de los medios al proveer contenidos culturales socialmente aceptados por las mayorías, Bisbal concluye que “los teóricos de la comunicación ya no podemos seguir hablando de imposición de la comunicación, sino más bien de la seducción de la comunicación, de convencimiento o de utilidad de la comunicación”, y que “para entender la eficacia persuasiva de las acciones hegemónicas, hay que reconocer lo que de ellas existe de servicio a las clases populares”.
Esa perspectiva abría luces sobre las preferencias de las audiencias en sociedades abiertas y en el intercambio de beneficios con los medios que culturalmente consumían, más allá de la concepción crítica de que los receptores eran víctimas de las grandes empresas mediáticas que le transmitían la ideología dominante, para manejar sus creencias a favor del establishment.
En la mirada obtenida, quedan preguntas en el aire sobre el presente que se irán develando en la continuación de este estudio. Pero no podemos cerrar sin cuestionarnos como periodistas e investigadores. ¿Qué estaremos dejando de ver, de cubrir, de comunicar, por nuestras preferencias políticas, ideológicas? ¿Cuáles son nuestros silencios actuales? Valga el aprendizaje de lo vivido para una verdadera revisión de nuestro quehacer, desde el ámbito deontológico, desde una perspectiva alerta ante nuestras propias omisiones.