I
La revista no podía dejar pasar, de ninguna manera, la crisis que ha generado en todo el planeta la pandemia del coronavirus. Nunca nos imaginamos que el mundo iba a entrar en una situación tan crítica como la que estamos viviendo actualmente. Pensábamos, con ingenuidad por cierto, e incluso con descreimiento, que este tipo de situación era cosa de la ficción cinematográfica como la que hemos podido ver en algún momento ya sea en el cine o en la televisión; o que hayamos podido leer en algunas buenas novelas como La peste del francés Albert Camus o Muerte en Venecia de Thomas Mann como nos refiere el escritor y Nobel Mario Vargas Llosa. Pues no, el hecho es que a comienzos de este año empezamos a encontrar informaciones que ya asomaban la posibilidad de una pandemia, la presencia de un virus mortal que podría atacar a la humanidad entera. Pues bien, a partir del mes de marzo –o quizás febrero– descubrimos estupefactos que sí estábamos entrando en el curso de una enfermedad causada por un virus que se extendía por todo el mundo causando muerte y desarreglos en toda la vida del presente.
Así, hoy llevamos medio año en aislamiento casi total. Todo, realmente todo, ha sido trastocado: la vida, el relacionamiento social, la economía, los Estados, los liderazgos políticos, las religiones y sus prácticas, la política y su accionar, la educación, la cultura y sus diversas manifestaciones… las comunicaciones. Las comunicaciones son nuestro tema de preocupación y como publicación trimestral que somos, desde hace ya casi 45 años procuramos ofrecerle al lector interesado cómo van desarrollándose la comunicación y las comunicaciones, las tecnologías de información, la libertad de comunicación y su derivado en la libertad de expresión, los medios de comunicación y los nuevos medios… hasta hacerse una realidad sin la cual no podemos situarnos en el mundo de hoy. Las comunicaciones han invadido todo el planeta extendiéndose a todos los órdenes de nuestra vida y cotidianidad. Parafraseando al frances Gilles Lipovetsky podemos decir que estamos en Las comunicaciones-mundo. En ese sentido, en estos meses de encierro y un casi aislamiento del otro, hemos asistido a un alto consumo de información y de contenidos comunicacionales de todo orden como nunca antes habíamos presenciado y vivido.
Ha habido una circulación masiva de contenidos sobre el coronavirus y la enfermedad por él generada. Este virus nos ha hecho dependientes de las comunicaciones y especialmente de aquellas que tienen como componente principal lo digital. Hemos presenciado una “digitalización del mundo”, hasta han llegado a hablar de una “digitalización de la pandemia”. Como nos dice Manuel Castells: “Hemos entrado de lleno en una sociedad digitalizada en la que vivimos pero que no habíamos asumido”. Es que no hemos tenido otra alternativa o posibilidad, producto del encierro. Lo que escribía el crítico cultural Jorge Carrión es clara expresión de esa afirmación:
Somos un matrimonio con dos hijos pequeños y nuestra rutina durante el encierro podría resumirse así. Después de desayunar, consultamos el Google Drive del colegio para ver las actividades educativas que realizaremos durante el día. La sesión de gimnasia la hacemos mirando tutoriales de YouTube. Los dibujos animados los encontramos en Netflix o en Movistar+; las series y las películas, sobre todo en HBO y Filmin. Mi pareja y yo nos turnamos para impartir clases a través de Zoom. Con la familia y los amigos nos comunicamos –y nos cuidamos– gracias a WhatsApp.
El propio Carrión saca esta conclusión:
La paradoja es evidente: la biología –y no la tecnología– está acelerando la digitalización del mundo. Un virus que afecta a los cuerpos y que se transmite cara a cara o por la superficie de los objetos está multiplicando exponencialmente nuestra dependencia de los dispositivos. Un fenómeno biológico nos está hundiendo en la virtualidad. Si al ritmo del año pasado la transición digital se hubiera completado –digamos– en treinta o cuarenta años, es muy probable que tras la pandemia ese plazo se reduzca drásticamente.
II
Esta nueva entrega de la revista, número extraordinario que abarca el segundo y tercer trimestre del año (número 190-191), está dedicada casi toda ella al tema del presente, es decir, la pandemia y el virus que la causa. Todo el “Dossier” del número, a excepción de dos trabajos que van por otro rumbo, está orientado en la línea de ofrecernos claves, quizás pistas, sobre el coronavirus y la pandemia que esa plaga biológica nos ha producido, y sus implicaciones en el mundo de las comunicaciones. Los cinco ensayos que se orientan sobre el tema central van desde la interpretación filosófica (Luis Pérez Oramas, Mario Di Giacomo), lo existencial (Juan Manuel Matos) y la dependencia de lo digital y los derechos digitales (Manuel Castells, Mariengracia Chirinos). Los dos artículos restantes tocan otra temática que está presente en las comunicaciones actualmente. Por un lado, el tema de cómo las voces radiofónicas, cinematográficas y televisivas se convierten en la prosa y poesía de cuanto nos rodea. Finalmente, el otro ensayo nos presenta el panorama actual acerca de los cables submarinos y sus efectos para la geopolítica, la economía y las comunicaciones.
La sección “Estudios” ofrece tres investigaciones. Dos de ellas tocan el tema central del número. El primero es del director de Le Monde Diplomatique –Ignacio Ramonet– que nos hace una amplia revisión acerca del comportamiento de las principales potencias y los países asiáticos, así como de las consecuencias de esta pandemia en todos los órdenes de la vida. El segundo trabajo nos presenta tres meses de análisis de informaciones que han circulado en el país, con el fin de detectar los fake news sobre el COVID-19. El tercer estudio toma otro rumbo y nos ofrece una indagación desde la perspectiva filosófica y sociología de la comunicación de una porción de la serie televisiva Black Mirror.
En el “Hablemos” nos vamos a encontrar con dos voces –la del israelita filósofo Yuval Noah Harari y la del sociólogo francés Guilles Lipovetsky– que ofrecen su perspectiva sobre la pandemia, sus consecuencias, el rumbo que tomará la humanidad, cómo nos movemos existencialmente dentro de este aislamiento y también hacen un análisis sobre el plano de la economía, la política, el liderazgo y el papel de los Estados.
La sección “Documentos” nos presenta un primer trabajo con el tema de la digitalización vista desde dos vertientes. La primera de ellas nos ilustra con datos cómo las dos grandes potencias: Estados Unidos y China se han beneficiado de la digitalizacion del mundo. Europa está en el tercer lugar; pero, por otro lado, América Latina y el resto de los países en desarrollo y emergentes, se quedan en gran medida con las manos vacías. En fin, como apunta el autor: ellos son los grandes perdedores y allí se muestra la desigualdad digital. El segundo trabajo de la sección, nos presenta las voces de un grupo de jóvenes centroamericanos que participaron en un conversatorio en el Centro Loyola El Salvador, con el objetivo de compartir sus experiencias en torno a la vivencia de la fe en el ambiente digital. La temática estuvo centrada en el uso de las redes sociales y la pandemia COVID-19.
Esta nueva entrega de Comunicación se abre con lo que es la “Agenda Pública” y nos muestra cuatro trabajos, que si bien no tocan la temática central del número, se orientan sobre la superficie de la pandemia. Un primer trabajo sobre el Día del Periodista y los retos del periodista en tiempos de pandemia. El segundo artículo es una crónica sobre el comportamiento del comunicador social en tiempos de cuarentena. El tercero nos ofrece una indagación de carácter cualitativa acerca de cómo los ciudadanos del estado Lara se informan en tiempos donde la energía eléctrica y el Internet fallan con bastante regularidad. Finalmente, un artículo que a propósito del llamado “apagón” que sufrió la principal empresa de la televisión por suscripción, en estos días de encierro por la cuarentena, le sirve de excusa para darnos un paneo acerca de la situación actual de la televisión de pago en nuestro país.
Esta vez tenemos que despedir a una importante investigadora zuliana, la profesora Migdalia Pineda quien el lunes 13 de julio se nos fue. Con la sección eventual que hemos llamado Un legado para recordar cerramos este número de la revista con dos textos. El primero nos acerca a la persona que era Migdalia Pineda, y el segundo ofrece lo más resaltante de su labor investigativa desde la Universidad del Zulia, en la ciudad de Maracaibo.
Todo el número esta ilustrado con lo que es la Galería de Papel bajo la coordinación –desde hace ya 23 años– del artista Víctor Hugo Irazabal; esta vez con el apoyo de Humberto Valdivieso, miembro de la revista. Son cinco artistas quienes nos ofrecen su visión sobre la pandemia: Ricardo Arispe, Guillermo Bermúdez (“el Gaba”), Efraín Ugueto, Gabriel Lara y Renzo Rivera.
Con este número de Comunicación quisiéramos recordar a todos aquellos que se han ido como consecuencia de esta enfermedad que se ha expandido por todo el mundo. Niños, hombres y mujeres, abuelos que nos dejaron. Para ellos y para los que siguen, desde nuestra publicación van estas palabras del poeta persa Mohamade Mojtari que nos ofrece el escritor iraní Kader Abdolah:
La pérdida es una experiencia que conduce hacia un nuevo camino. Una nueva oportunidad para empezar a pensar de otro modo. La pérdida no es el final de las cosas, sino el final de una manera determinada de pensar. Quien cae en un sitio se levanta en otro. Esa es la ley de la vida.