Contrario a otras épocas, la era actual no goza de entes que establezcan “la verdad” en materia de fe, y la libertad de culto es un derecho humano previsto en buena parte del mundo.
Nos referimos a la unidad relacionada con las cadenas, mensajes y posts que versan sobre el resultado de rezar siete, nueve, “N” veces una oración, sobre el poder de transmitir a “N” número de contactos una determinada exhortación; hacemos alusión a la imposibilidad de auditar el poder mismo de la fe, sin caer en el terreno de limitar, cuestionar la propia creencia del individuo. ¿Cómo cuestionar la posibilidad de que el éxito o el fracaso percibido en la vida de una persona entre en el terreno de lo real o de la sugestión? Eso sería juzgar de manera profunda su fe y en cuestión de fe, se tiene el derecho a creer hasta en el movimiento de montañas a voluntad.
Sería válido para hacer este descarte apuntar a la postura de Campbell (2006), para quien las religiones ofrecen convenciones simbólicas que dan sentido a la existencia y que llevan a las personas a asumir lo imposible en el marco de la fe, los rituales y las alegorías.
Es preocupante la diseminación de elementos que combinan la fe con la figura de ciertas figuras políticas, pero aquello es más relativo a la imagen política que a la fe.
En naciones como El Salvador, colegas nos han expresado preocupación por la vinculación del papel del Señor con la obra del mandatario Nayib Bukele, de lo místico en su perspectiva. Ya lo mencionaba el historiador Enrique Krauze en su texto Redentores (2011), en el cual menciona el caso del venezolano Hugo Chávez, quien, señala, acudía al consejo de Simón Bolívar, con una silla vacía dedicada a él en ciertas reuniones. De esta combinación, de elementos de teocracia política, no hacemos descarte.
Se puede verificar periodísticamente lo que los portavoces de cualquier religión hayan dicho como parte del acontecer mundano, informativo, de interés colectivo. Cuando se descarta una clasificación relacionada a los fake sobre milagros o efectos de pruebas de fe, no se hace mención a la circulación de supuestos mensajes del papa Francisco, nunca expresados por el sumo pontífice, sobre la supuesta colocación de un lazo blanco en la puerta para evitar que entre el COVID-19 en casa, como de hecho circuló. En este caso existe una jerarquía eclesiástica, con sus voceros, que pueden desmentir un bulo de este tipo, como en efecto lo hicieron en tiempos de cuarentena por la pandemia mundial declarada en 2020.
También debería hacerse mención a quienes analizaron la mentira y la verdad desde los actos del habla, como se expone en teorías de Austin, Searle y Habermas. En torno a estas aproximaciones, Vide Rodríguez (2016) asume como importante que se incorpore en el análisis de la mentira las dimensiones de la verdad en cuanto a coherencia, fidelidad, transparencia y honestidad que se espera tengan los actos del habla. Las pretensiones universales de validez comunicativa del acto de habla son inteligibilidad, verdad, veracidad y rectitud, indica Vide Rodríguez.
La invalidez de estos postulados del habla conduce a una amplia zona gris. “Los estados más típicos de los actos de habla son las zonas grises entre no comprensión y malentendido, entre no veracidad involuntaria y la intencionada, entre la no concordancia velada y la no concordancia abierta” (Vide Rodríguez, 2016).
Algunas clasificaciones recientes
Sobre las fake news y sus tipos, Claire Wardle (2017) señala que se debe analizar los tipos de contenidos, las motivaciones y las formas en las cuales se divulgan. Estableció siete categorías ordenadas según su grado de intención de engaño deliberado.
1. Sátira o parodia: el objetivo no es el engaño, sino la sátira, pero la información tiene el
potencial de inducir a error, dado que su formato es similar al de las noticias
auténticas.
2. Conexión falsa: los titulares no resumen con exactitud el contenido de la nota
periodística.
3. Contenido engañoso: uso engañoso de información para enmarcar un tema o una
persona.
4. Contexto falso: el contenido genuino se enmarca en un contexto falso.
5. Contenido impostor: las fuentes genuinas son suplantadas.
6. Contenido manipulado: la información o imágenes genuinas son manipuladas.
7. Contenido inventado: contenido totalmente falso, creado con el objetivo de dañar o
engañar.
Wardle cruzó su información, según refiere en su artículo, con hallazgos de Eliot Higgins, fundador de la red de investigación en línea Bellingcat, en cuanto a los motivos de los bulos. A los cuatro motivos que halló él, resumidos en las cuatro: pasión, política, propaganda y pago, Wardle agregó otros cuatro motivos y diseñó el siguiente gráfico:
Por su parte, Victoria Rubin, Yimin Chen y Niall Conroy (2017), en un artículo titulado ‘Deception detection for news: Three types of fakes’, bajo el análisis de numerosas unidades falseadas, agruparon su clasificación en solo tres:
1. Engaños sensacionalistas. Con apego a antecedentes sobre prensa amarillista, incluyen
en esta clase a las historias no verificadas y titulares llamativos, exageraciones,
escándalos o sensacionalismo para aumentar los lectores.
2. Bulos (hoaxes) a gran escala. Intentos de engañar al público con unidades disfrazadas de
noticias, a veces recogidos y validados por error por los medios de comunicación
tradicionales. 3. Sátira. Similar concepto a los abordados bajo esta categoría,
previamente expuestos.
Carlos Lucas Alcorta (2018) presenta otra clasificación, ampliando el perímetro a dieciocho tipos:
1. Noticias falsas.
2. Bulos.
3. Leyendas urbanas.
4. Información sesgada.
5. Enfoques sensacionalistas.
6. Tratamientos poco rigurosos.
7. Rumores reales o inventados.
8. Datos cocinados.
9. Globos sonda.
10. Ideas, citas o manifestaciones erróneamente adjudicadas a autores.
11. Declaraciones sacadas de contexto.
12. Revelaciones vacías.
13. Mensajes de cuentas falsas o anónimas.
14. Plagios y refritos.
15. Simplificaciones, generalizaciones y desenfoques.
16. Información patrocinada.
17. Publicidad disfrazada de análisis.
18. Opiniones negativas de supuestos clientes.
Alcorta encuentra diferencias entre las noticias falsas y los bulos (1 y 2), definiendo a las primeras como “[…] sucesos o declaraciones inventadas que se presentan en medios de comunicación[…] ” y a los segundos como “[…] noticias un tanto chocantes, que afectan de modo directo a alguna persona, institución, empresa o asociación y le adjudican una declaración, comportamiento o decisión que la deja en mal lugar”.
Este autor define “las leyendas urbanas” (3), como informaciones que sostendrían que “[…] detrás de un problema o amenaza que ya viene de lejos hay una explicación que denota la existencia de una conspiración o la acción de poderes ocultos.” Entiende la “información sesgada” (4) como “[…] versiones de los hechos acontecidos que se enfocan siempre de la manera que mejor ayuda a una causa ideológica, pretensión o proyecto”.
Sobre lo que denomina “enfoques sensacionalistas” (5), Alcorta se refiere a presentaciones que potencian solo aquello de los hechos que resulta más morboso, “[…] con el fin de que protagonice una información atractiva con potencial adictivo”. Por “tratamiento poco riguroso” (6), contempla el rango de las “adulteraciones informativas” que se producen cuando, cita ejemplos, existe una declaración de alguien que acusa a otra persona, y se presenta lo que dice como si hubiera ocurrido en la realidad, cuando se da por probado lo que solo es una sospecha o cuando se confunde información con opinión en un grado que excede la respetable visión subjetiva.
Este punto deja visible la posibilidad de fake news por error periodístico. Aunque no es muy frecuente, en el escenario de la opinión pública venezolana se han registrado casos, tales como estos:
Como “rumores reales o inventados” (7), Alcorta entiende “[…] las noticias basadas en rumores en la que su autor confirme su acierto al cabo de unos días, pero si se sustentaron en bases endebles o inexistentes, su propia presentación habrá sido falsaria[…]”, y destaca el potencial pernicioso en imagen y reputación de las personas involucradas en el contenido, el hecho de incurrir en este tipo de noticias como práctica, para dejar suelta información sin confirmar.
Nótese que en el anterior, también aplicaría la clasificación de error en el criterio periodístico. El autor también se refiere a un fake news de tipo “Datos cocinados” (8), que define como “[…] aportaciones derivadas de fórmulas de cómputo o de reglas de estimación que se presentan como objetivas (reales o bien fundamentadas), pero en las que el enfoque se estira o el criterio se fuerza para que el resultado obtenido no se aleje en exceso del que interesaría a quien encarga el trabajo”. Además, también menciona a los “Globos Sonda” (9), de similar concepto a los globos de ensayo anteriormente descritos en este texto. El número 10 de su clasificación, “ideas, citas o manifestaciones erróneamente atribuidas a autores”, las limita a frases, citas que se adjudican a personajes actuales o históricos sin que haya prueba de autenticidad, con potencial de generar leyendas urbanas.
También descarta Alcorta las declaraciones sacadas de contexto (11), describiéndolas como “[…] extractos de declaraciones no ficticias, pero que se aíslan del resto del comunicado o exposición de ideas efectuado por el autor para que lo transmitido por este adquiera una connotación que no tenía”. Estas descontextualizaciones las limita a las palabras, pero en la práctica son numerosos los casos de descontextualizaciones de fotos o videos trasladados artificiosamente a otros contextos espaciales o temporales. Esta exposición de Alcorta recuerda ideas de Domenach (1950), quien señaló que el cortar frases y desvincular citas de contexto eran herramientas empleadas para “dirigir espíritus” en el manejo de propaganda política por parte de regímenes. Ejemplos de descontextualizaciones de fotos, palabras, hay varios en los bulos que circulan en Venezuela.
Otras clasificaciones del autor, el apartado para las revelaciones vacías (12), que define como un “[…] fragmento de algo que alguien, no se sabe quién, dijo o escribió, no se sabe cuándo ni dónde, pero se le identifica de modo genérico como un político de derechas, o de izquierdas, o de un partido concreto, o como un cargo de un organismo o institución nacional o internacional, o como un empresario, un artista, un reclutador laboral, un directivo o ejecutivo”. En esa clase estarían numerosos mensajes de audio y texto, en su minoría videos, con personas que, supuestamente, trabajan desde algunas instituciones o tienen “un dato” de lo que está pasando y lo expresan para “alertar” y “alarmar” a las comunidades sobre determinados problemas. Así han corrido mensajes en Venezuela, incluso importados de otros países, tales como el de un supuesto médico que, apelando a la emocionalidad, rompe en llanto para alertar sobre la crisis por el COVID-19:
También destaca en la taxonomía de Alcorta los mensajes desde cuentas falsas o anónimas (13), plagios (14), simplificaciones y generalizaciones (15), aunque temáticamente esto puede incluir temas desde algunas clases de fake news políticos ya descritos. Hacia el final de esta clasificación algunas variantes, como la de tipo guerra comercial, que contemplan en los números 16, 17 y 18, las cuales aluden a daños en la reputación comercial o publicidad encubierta. En algunas naciones hispanoamericanas se han hecho presentes algunos fishing para captar datos de incautos que caen en supuestos premios de índole comercial. No los menciona Alcorta, pero tendrían el propósito, también, de desprestigiar a algunos competidores, como lo menciona en estas últimas categorías.
Melissa Zimdars (2016) es otra de las autoras que hace mención a la categoría sátira y al método de descontextualización, al ofrecer una clasificación de portales web que emiten desinformación en forma de fake news. Menciona en su taxonomía cuatro categorías:
• Sitios web falsos, o regularmente engañosos, que se comparten en Facebook y las
redes sociales.
• Sitios web que pueden distribuir información engañosa y/o potencialmente poco
confiable.
• Sitios web que a veces utilizan titulares clickbait-y, y descripciones de redes sociales.
• Sitios de sátira y/o comedia, que pueden ofrecer importantes (y entretenidos)
comentarios críticos sobre la política y la sociedad.
La proliferación de fake news durante la campaña presidencial de Estados Unidos de 2016 fue analizado por la Columbia Jounalism Review (2016). A partir de lo ocurrido, detectó seis tipos:
1. Material auténtico usado en el contexto equivocado. (Lo que hemos llamado
descontextualización en otras taxonomías).
2. Supuestos sitios de noticias que se hacen pasar por medios que ya existen. (Se trata de
una usurpación de medios y esta clase de bulos podría ser incluido en el modus
operandi de usurpación).
3. Sitios web de fake news, algunos creados para ganar dinero.
4. Información falsa. Gráficos, imágenes y videos con información falsa, proclive de ser
viralizada.
5. Imágenes, textos y videos con contenido manipulado. (Es recurrente el constructo sobre
manipulación –como montaje– en buena parte de las descripciones sobre mentir y
desinformación).
6. Parodia.
Un filtro para cernir tipos de mentiras intencionales y falseos orgánicos
El recorrido por diversas clasificaciones permite un panorama amplio sobre los orígenes de ciertas ideas sobre las mentiras en general, así como percibir patrones comunes encontrados en todas las taxonomías, entre ellas las ideas sobre la intencionalidad, la parodia, la mentira dañina, la mentira y el poder, entre otras.
Es posible llegar a diversas clasificaciones a partir de estas descripciones, pero encontramos importante que no todo ha sido clarificado, como por ejemplo, una de las representaciones que se propone: el fake news por reencuadre.
Visto que en los temas hay ya evidente práctica de la audiencia para saber cuándo se aborda un tema político, cuando uno financiero y cuando uno social, estimamos que la mejor y más necesaria alfabetización sería explicarle al público, cómo opera la mentira en el contenido recibido; esto es, la manera en la cual el contenido percibido falsea la realidad. Nos propondríamos no describir la temática, sino el modus en que una unidad podría estar falseando la realidad, sea con intencionalidad o con manejo errático de la información.
Para ello, se proponen cuatro etiquetas –“Fake News por manipulación”, “Fake News por error”, “No es Fake” y “Contenido Engañoso”–, que discriminan entre la intención de manipular manifestada en diversos subterfugios, la posibilidad de falsear la realidad por error, los contenidos engañosos inauditables y la posibilidad de que algo que parezca falso sea cierto, en cuyo caso es preciso aclarar a la audiencia su carácter de veraz. Se propone colocar rótulo mixto, con gran categoría y especificación, tal como se presenta en la tabla siguiente: