Por Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Mágda Rodrigues da Cunha y Daniel Barredo Ibáñez
SUMARIO
La Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (Alaic) nos ofrece su último número de la revista ALAIC, Revista Latinoamericana de Ciencias de la Comunicación (Vol. 19, Nº 34, 2020). La publicación está dedicada a las llamadas teorías epistemológicas de la comunicación digital en América Latina. En tal sentido, los coordinadores del número convocaron al teórico latinoamericano Carlos Scolari para conversar sobre el tema y ubicar el estado de la cuestión en nuestra región.
Siendo Comunicación integrante de la Red Iberoamericana de Revistas de Comunicación y Cultura, que establece el intercambio de ensayos entre las publicaciones que forman parte de la Red, hacemos uso de la entrevista a Carlos Scolari para nuestra sección Hablemos.
Introducción
La digitalización de los procesos de ideación, producción, datificación, distribución, exhibición, comercialización y consumo de productos, servicios y contenidos, ha acelerado todos los momentos y experiencias de la vida, expandiendo las estructuras económicas, políticas, religiosas, culturales y sociales.
Los estudios en comunicación y cultura digital han intentado registrar estas transformaciones atravesando distintas etapas: 1) la fascinación tecnológica-descriptiva y la webificación; 2) los estudios de recepción digital y el fenómeno de las redes sociodigitales; 3) los estudios críticos digitales; 4) las aproximaciones inter y transversales; 5) las denuncias multibrechas digitales; 6) los estudios centrados en los objetos nativos digitales a partir de su epistemología, ontología y materialidad, asi como la appificación móvil de la red; 7) la fascinación digital por los objetos de la 4ª Revolución Industrial y la economía política analizando los hiperconglomerados digitales; 8) los estudios críticos centrados en los derechos humanos digitales, las implicaciones éticas del desarrollo tecnológico y las posiciones filosóficas trans y poshumanistas; 9) el paso de los productos a los servicios culturales derivados del streaming, el binge consumption y la hipermediatización de la vida y la cultura; y, finalmente, 10) las humanidades digitales, la etnografía digital y la datificación de la cultura.
Pese a esta ya consolidada tradición en investigación en cultura digital, siguen existiendo muchas interrogantes alrededor del fenómeno; particularmente cuestionamientos anclados a perspectivas epistemológicas y teóricas desarrolladas desde la perspectiva latinoamericana. Con este fin, los coordinadores del presente número presentamos una entrevista al teórico latinoamericano Carlos Scolari, la cual permitirá ubicar el estado de la cuestión en nuestra región.
–¿Cuáles son las transformaciones más significativas que se han dado en los procesos de mediatización de la vida y la cultura?
–Seguramente la emergencia de nuevos medios digitales e interactivos ha sido la “new thing” desde que Tim Berners-Lee creo la primera pagina web el 6 de agosto de 1991. Pasaron casi treinta años o 10 mil días. La web se convirtió en el caldo de cultivo de la mayor parte de las experiencias mediáticas digitales: Facebook, Wikipedia, YouTube, Twitter, todas nacieron en la web. Solo en los últimos años las “new things” comenzaron a aparecer fuera del entorno web, bajo forma de aplicaciones móviles (WhatsApp, TikTok, etcetera). Ahora bien, estos medios modificaron los procesos de mediatización de manera profunda. En el mundo anterior a la web las principales experiencias de mediatización se daban en los medios impresos, la radio y la televisión.
Ahora el espectro de medios, procesos y experiencias es enorme. La creciente complejidad del ecosistema mediático, que corre paralela a la complejización de la vida social, es quizá el rasgo distintivo de nuestro tiempo. La emergencia de nuevos medios cambio, por ejemplo, la mediatización de la política, el deporte o la religión. Los procesos de construcción mediática de realidades –de la cual nos hablan investigadores como Nick Couldry o Andreas Hepp, sin olvidar los trabajos pioneros de Eliseo Verón– han cambiado de forma radical. Y, al mismo tiempo, se han expandido a otros ámbitos, incluso al espacio privado. Casi no quedan aspectos de la vida social e individual que, antes o después, no se vean mediatizados.
–¿En qué medida estos procesos han sido registrados, analizados y comprendidos por la academia de la comunicación global y particularmente en América Latina y el Caribe?
–Si bien no sigo en detalle la producción latinoamericana(algo imposible por las dimensiones de la producción científica), mi impresión es que al principio costo focalizar los nuevos objetos de investigación. En los años noventa, solo un puñado de investigadores –entre los que se encontraban mi amigo y colega Alejandro Piscitelli– se animaron a lidiar con los “objetos digitales”. Hay un monográfico de la revista David y Goliat (Clacso) coordinado por Alejandro, publicado en 1991, que abrió un campo conversacional donde pocos enunciadores locales se animaron a entrar. Mi libro Hipermediaciones (2008) iba precisamente en esa dirección: introducir autores y conceptos, abrir conversaciones y brindar un marco teórico para encuadrar estos objetos de estudio. Por suerte, hoy la situación es totalmente diversa. Los “objetos digitales” de investigación están legitimados, los estudios proliferan en todos los países y, quizá lo mas interesante, en algunos países comienzan a afianzarse nuevas metodologías basadas en el Big Data pero con una impronta local muy fuerte. Pienso, por ejemplo, en los trabajos del SignaLab del ITESO. Rossana Reguillo y su equipo han logrado juntar lo nuevo –el estudio cuantitativo con extracción y procesamiento algorítmico de datos con la mirada critica y social de la tradición latinoamericana.
–¿Podemos hablar ya de una construcción teórica y metodológica propia de la región latinoamericana en torno a la cultura digital?
–A diferencia de la década del ochenta, yo no percibo una “teoría latinoamericana” ni una “metodología latinoamericana” de acercamiento a la cultura digital. Al máximo, como acabo de decir, lo que veo es una utilización de conceptos o métodos quizá desarrollados en otras latitudes, pero desde una perspectiva local. Esto no me parece mal. Yo creo que la búsqueda de una “especificidad científica latinoamericana” no ha sido positiva para la comunidad académica local. Si bien muchos comunicadores siguen en la búsqueda del santo grial epistemológico, los grandes problemas que enfrenta la humanidad son globales y deben ser abordados de la misma manera. Esto no significa renunciar a la denuncia de ciertos resabios de imperialismo científico, por ejemplo, en el mundo de las publicaciones científicas. Sin embargo, la tendencia es ir hacia el diseño de a proyectos donde confluyen investigadores e investigadoras que provienen de diferentes países y experiencias. Lo mismo sucede con los congresos. En la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona) hemos organizado conferencias de unas 250 personas con gente de 25 países, por no hablar de los grandes eventos de ICA o IAMCR, con representantes de todo el planeta.
–¿Qué tanto ha logrado la academia dialogar con los sectores industriales, gubernamentales y civiles que están detonando el cambio cultural?
–Entre los siglos XVIII y XIX se perfilaron dos modelos de universidad: el anglosajón, mas orientado a la practica, y el germánico, orientado a la reflexión con una perspectiva critica. Las universidades que siguen el modelo anglosajón, por ejemplo, en el Reino Unido o Estados Unidos, aunque también en otros países, tienen muy consolidada la colaboración con las empresas y gobiernos. En América Latina hemos heredado el otro modelo, mas orientado a la critica y bastante refractario a la colaboración con agentes económicos. Mas allá de estos dos grandes modelos, la realidad es mucho mas compleja, cambia de país a país e incluso entre universidades publicas y privadas. En algunas universidades prima un discurso anticapitalista donde solo se acepta la colaboración con entes públicos, mientras que otras no tienen problemas en trabajar codo a codo con las empresas. Hay de todo.
–¿Existe todavía una hegemonía conceptual y académica del campo?
–No. Por el contrario, lo que hay es una creciente fragmentación del campo. Los trabajos de Robert Craig o Silvio Waisbord confirman la creciente cantidad de conceptos, métodos y teorías que se encuadran bajo el gran paraguas de la “comunicación”. Waisbord habla incluso de “posdisciplina”. A mí el concepto no me termina de convencer porque puede llevar a pensar en que existió un momento donde hubo una única disciplina, un momento de unidad que se fragmento. Por el contrario, la comunicación siempre fue un campo fragmentado, aunque ahora quizá se podría hablar de atomización epistemológica. Esto no quita que haya modas, o sea, conceptos o teorías que durante un tiempo concentren el interés de los grupos de investigación y hegemonicen las conversaciones científicas. Por ejemplo, en los últimos años conceptos como “transmedia” o “mediatización” han sido muy utilizados, mientras que otros como “habitus” quizá ya no gozan de tanta popularidad.
–¿En qué medida se han consolidado los estudios sobre cultura digital en la región?
–Entre 2004-08 coordine un proyecto del programa ALFA donde participaron universidades de Europa y América Latina para ver, precisamente, cuanto se habían consolidado los estudios “digitales” en nuestro continente. Los resultados eran poco alentadores a pesar de algunas experiencias puntuales muy interesantes. Me parece que, si repetimos el mismo estudio en 2020, encontraríamos un panorama mas variado, con instituciones que han asumido plenamente y de manera “natural” la digitalización de sus estudios junto a otras que siguen todavía discutiendo que hacer. Es un proceso complicado, la actualización de los profesores no siempre funciona y el recambio generacional –y el de contenidos– no funciona a la velocidad que nos gustaría.
–Hoy hablamos de diversas olas de los estudios de Internet. Entre las últimas ubicamos las que contemplan los objetos “nativos digitales” y las derivadas de la “4º Revolución Industrial”. ¿Logran estos estudios separarse de la fascinación tecnológica y los tradicionales enfoques en los efectos y los procesos de recepción? En este sentido, ¿existe un posible diseño de investigación al considerar un sistema ecoevolutivo, agregando múltiples variables, con énfasis en la interfaz, como propone su libro?
–Tanto el concepto de “nativo digital” como el de “4º Revolución Industrial” son buenos ejemplos de objetos de estudios muy marcados por los discursos utópicos tecnodigitales. No creo que sean muy útiles como base conceptual para comenzar una investigación, por el otro lado, los discursos distópicos también tienen su propio diccionario que, de la misma manera, impiden el desarrollo de la investigación y la teorización (como “capitalismo de vigilancia” o incluso el mismo concepto de “neoliberalismo”, que termina siendo un comodín semántico como lo fue antes el “imperialismo”). Hay nuevas formas de acercarse a los objetos de estudio. Como dije antes, el panorama es amplio y no resulta fácil describirlo en pocas líneas. A nivel personal, me interesa el cruce entre métodos cuantitativos y cualitativos. Un caso concreto: la tesis doctoral de José M. Tomasena sobre booktubers que dirigí, comenzó por un primer relevamiento cuantitativo utilizando técnicas de social media analysis, siguió con un análisis de los videos en clave semiodiscursiva y se cerro con una etnografía de los booktubers y otros actores del ecosistema editorial. Además, al haber creado su propio canal de YouTube, esta investigación incluyo la llamada autoetnografia. La oposición entre cuantitativo y cualitativo esta bien a la hora de enseñar los métodos, pero creo que debemos aprender a integrar ambos frentes si queremos avanzar en la construcción del conocimiento. Por el lado teórico, me interesan los enfoques “macro” como la ecología de medios. En este sentido, mi trabajo se orienta hacia el estudio de los procesos de cambio mediático y social a largo plazo (lo que denomino “media evolution”). En el mismo sentido, la teoría ampliada de las interfaces –que nos lleva a comprender una escuela, un barrio o un museo como si fueran interfaces– propone un modelo escalable que nos permite pasar de lo micro a lo macro (y viceversa) sin grandes traumas: el pupitre como interfaz, el aula como interfaz, la escuela como interfaz, el sistema educativo como interfaz, etcetera.
–¿Qué tipo de habilidades, conocimiento y competencias demanda a los investigadores de la comunicación esta nueva realidad digital?
–Las de siempre: fijar con claridad los objetivos, preguntas e hipótesis de investigación, saber elegir el mejor método para responder a ellas, dominar la teoría que corresponde, conocer todo lo que se ha investigado sobre ese tema, tomarse el tiempo necesario para reflexionar sobre el trabajo de campo y, last but not least, hacer que los resultados del estudio aporten algo a la ciudadanía que, en definitiva, es la que paga las investigaciones. Esto ultimo es lo que mas nos cuesta en las ciencias sociales. Los ingenieros producen aplicaciones; los biólogos, vacunas… ¿Qué aportamos nosotros? Papers, libros y tuits. Tenemos que ser creativos a la hora de convertir los resultados de una investigación en objetos concretos. Un ejemplo: en el proyecto TRANSLITERACY del programa H2020 concluimos nuestro estudio sobre las practicas transmedia de los adolescentes de ocho países con un portal que incluye casi cien actividades didácticas. De esta manera, el profesorado puede “explotar” dentro del aula las competencias que se aprenden en las redes. Los papers, libros y tuits son necesarios para difundir las investigaciones entre nuestros colegas, pero debemos ir mas allá.
–En perspectiva comparada, ¿cómo se ubican los estudios latinoamericanos en relación con Europa, Asia-Pacífico y Norteamérica?
–Si tuviera que definir la situación en una palabra, seria “aislamiento”. Recién en los últimos años, con la mayor presencia de estudiantes de América Latina en las universidades europeas, estadounidenses e incluso orientales, comienzan a establecerse intercambios mas fluidos. Hay que tener en cuenta que en los años sesenta y setenta algunos países tenían línea directa con los centros de producción y reflexión europeos (pienso en la conexión entre Paris y Buenos Aires en la época de furor del estructuralismo). Muchas de esas relaciones casi carnales se fueron perdiendo, pero, por suerte, el espectro de interlocutores hoy es mucho mayor y mas variado a nivel epistemológico.
Por otra parte, algunos (recalco lo de “algunos”) integrantes de la comunidad científica internacional comienzan a mirar hacia América Latina: el caso del británico Nick Couldry es un buen ejemplo. Asimismo, a menudo me sorprenden las citas al trabajo de Jesús Martin-Barbero en los congresos internacionales: 25 años después de la publicación de De los medios a las mediaciones en ingles, sus investigaciones comienzan a ser tenidas en cuenta.
En breve: hay un mayor interés por la producción latinoamericana. En este momento estamos cerrando un volumen colectivo que coordine junto a José Luis Fernández (Universidad de Buenos Aires) y Joan R. Rodríguez-Amat (Sheffield Hallam University) sobre los posibles intercambios y fricciones entre las teorías de la mediatización producidas en Europa y América Latina. El libro será publicado por Intellect y tendrá una doble edición en castellano e ingles. Ahora bien, el aislamiento no es solo culpa de los malvados investigadores o editores europeos y yanquis que se miran el ombligo: como dije antes, la búsqueda de una especificidad epistemológica latinoamericana también contribuyo a ese repliegue. O sea, también hay ombliguismo en el circuito latinoamericano. Por otra parte, y con esto termino esta interminable cuestión, el hecho de rechazar al ingles como lingua franca de la comunidad científica ha limitado la difusión de la investigación local. Es posible que en no mucho tiempo el perfeccionamiento de los sistemas de traducción automáticos nos permita comunicarnos a cada uno en su lengua, pero por ahora el ingles es lo que garantiza el intercambio y debate a escala global.
–¿En qué tendencias, micro tendencias y racionalidades se ubican hoy las preocupaciones de los académicos mundiales?
–Mas allá de la atomización que mencione antes, seguramente en la agenda de investigación hay argumentos comunes como la ratificación de la sociedad o el desafío climático. La ratificación es, sin dudas, el gran tema y viene acompañado por un paquete enorme de nuevos conceptos (“algoritmo”, “plataforma”, “gamificación”, etcetera), teorías y métodos de matriz cuantitativa (los llamados “computational methods”) pero también cualitativa (la “digital ethnography”). Respecto al desafío climático, cada dia percibo un mayor interés por los planteos materialistas, no tanto en el sentido del viejo materialismo marxista (aunque los hay, ver por ejemplo el trabajo de Christian Fuchs), sino como un renovado interés por la materialidad de la comunicación en la línea de Graham Harman, Grant Bollmer, Jussi Parikka o incluso Bruno Latour. Los desechos que genera la comunicación –un problema ecológico de primer orden– o el consumo de energía que exige el procesamiento de datos están en la agenda de esta gente. Pero, lo repito, en la actualidad el espectro de temas de investigación, métodos y teorías es inabarcable. Quizá solo haciendo estudios de Distant Reading o de Cultural Analytics como propone respectivamente Franco Moretti y Lev Manovich seria posible detectar las tendencias y describir el ciclo vital de los objetos de investigación. Ahora mismo estamos trabajando con Rafael Pedraza, un colega de la UPF, en un microanálisis de este tipo. Comenzamos con un análisis de la evolución de la investigación sobre adicciones mediáticas en el ultimo medio siglo, y seguiremos ampliando a otros temas. El Big Data nos puede servir para mapear un territorio que, desde el vamos, es imposible de abarcar con métodos tradicionales. Si bien nosotros podemos leer todo lo que se publica, para los algoritmos eso no es un problema.
–¿En qué medida es posible hablar de unas teorías y epistemologías de la comunicación digital?
–Si tenemos en cuenta que toda la comunicación tiende a ser “digital”, hablar de teorías y epistemologías especificas podía ser útil hace algunos años. Yo creo que antes o después ciertos adjetivos se disolverán, tal como paso hace 120 años con los automóviles: a principios del siglo XX había “coches con caballo”, “coches a vapor”, “coches eléctricos”, “coches con motor a explosión”, etcetera. Al consolidarse el automóvil con motor a explosión de gasolina, pasaron a ser “coches” a secas. Y ahora el ciclo se repite: tenemos “coches eléctricos” o “híbridos” y quizá algún día sean hegemónicos y pasen a ser simplemente “coches”. No seria para descartar que algo similar termine pasando con las teorías de la comunicación “digital”.
–¿Cuáles son los ámbitos o focos teóricos prioritarios del ámbito digital?
–La cuestión de las plataformas y los datos son el gran tema de nuestro tiempo. Me gustaría recalcar que estos temas no solo deben ser abordados con instrumentos cuantitativos. Como ya dije, apuesto por métodos mixtos que vinculen lo cuanti con lo cuali. Por otra parte, es necesario abandonar los discursos utópicos o distópicos a la hora de encarar la investigación. No debemos repetir errores del pasado y volver a caer en la trampa del debate de sordos entre apocalípticos e integrados. De todas maneras, soy poco optimista al respecto. Como dice el filosofo político Daniel Innerarity, la sociedad es muy compleja, pero seguimos operando con esquemas simples que quizá eran de utilidad en otro contexto histórico.
–¿Cuáles serían los principales retos a los que se enfrentan los investigadores latinoamericanos de cara a poder contribuir al campo con una mirada propia y si fuera necesaria, desde el Sur?
–Más que “mirar desde el Sur”, yo propondría un movimiento de cámara que comience en el Sur pero que se desplace inmediatamente hacia el Este (no podemos obviar los desafíos que plantea aquella parte del mundo), siga con un barrido sobre Europa y Estados Unidos, y cierre la panorámica volviendo a América Latina. O mejor: hay que recuperar la mirada multipantalla de Zoom. Debemos aprender a mirar desde y con lo que esta pasando en el resto del planeta. Si nos sumamos a la gran conversación global, la especificidad de nuestros aportes será visible pero también descubriremos que compartimos preguntas y practicas con muchos otros centros de investigación del mundo. Como dicen los italianos, al final de cuentas “tutto il mondo è paese”.
Jorge Alberto Hidalgo Toledo
Mexicano. Doctor por la universidad Anáhuac México. Investigador del CICA. Coordinador
Académico de posgrados de la Universidad Anáhuac México. Presidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC, para el periodo 2019-2021. Presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.
Mágda Rodrigues da Cunha
Brasilera. Periodista y Doctora en Letras. Profesora titular e investigadora en el Programa de Posgrado en Comunicación Social de la Escuela de Comunicación y Arte de la Pontificia Universidad Católica de Rio Grande de Sul.
Daniel Barredo Ibáñez
Colombiano. Es profesor asociado de carrera en el programa de periodismo y opinión pública
de la Universidad del Rosario (Colombia), actualmente ejerce como coordinador del grupo de trabajo en Comunicación Digital, Redes y Procesos, de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación.
Carlos Scolari
Doctor en Lingüística Aplicada y Lenguajes de la Comunicación (Università Sacro Cuore di Milano) y Catedrático en Teoría y Análisis de la Comunicación Digital Interactiva del Departamento de Comunicación en la Universitat Pompeu Fabra-Barcelona. Sus investigaciones se han centrado en la nueva ecología/evolución de los medios, las interfaces y las narrativas transmedia. Entre otras obras ha publicado: Hacer clic (2004), Hipermediaciones (2008), El fin de los medios (con M. Carlón, 2009/12), Crossmedia innovations (con I. Ibrus, 2012), Narrativas transmedia (2013), Transmedia archaeology (con P. Bertetti y M. Freeman, 2014), Ecología de los medios (2015), Las leyes de la interfaz (2018) y Media evolution (2019). Sus artículos han sido publicados en Communication Theory; New Media & Society; International Journal of Communication; Semiótica, Information, Communication & Society; Convergence; Comunicación y Sociedad; Palabra Clave; entre otras revistas científicas. Investigador principal del proyecto H2020 TRANSLITERACY (2015-18), TRANSALFABETISMOS (2015-18) y PLATCOM (2020-23). Desde 2018 es coordinador del programa de Doctorado en Comunicación en la UPF.