RICARDO RAMÍREZ REQUENA
El fenómeno de la diáspora en el mundo de la literatura venezolana, ya sea por razones políticas o por otros motivos, no es nuevo. Ya desde el siglo XIX “el estar afuera” ha sido una realidad conocida por el escritor venezolano. El autor nos hace un repaso de este hecho para aterrizar en el presente.
La literatura venezolana ha tenido una relación frecuente, cercana, con el exilio y el estar afuera. Desde Andrés Bello (Chile), Rafael María Baralt (España), Juan Antonio Pérez Bonalde (Estados Unidos), por solo mencionar a algunos en el siglo XIX, el escritor venezolano ha conocido las particularidades del ser extranjero. Algo que podemos extender a otros ámbitos y, en especial, ramas del arte (Teresa Carreño, Reinaldo Hahn). Es quizás durante el gomecismo y el posgomecismo cuando este vivir afuera se acentúa. Es el caso de varios escritores, como Rufino Blanco Fombona, José Rafael Pocaterra, Enrique Bernardo Núñez, Teresa de la Parra, Arturo Uslar Pietri, Mariano Picón Salas, Rómulo Gallegos. A la experiencia de la persecución política o expulsión del país, hay que sumarle una tradición latinoamericana vinculada con los escritores (con los perseguidos políticos también, pero ya lo señalamos atrás): el servicio diplomático. Julio Garmendia, Fernando Paz Castillo, los mismos Picón Salas y Núñez, José Antonio Ramos Sucre, Vicente Gerbasi y, luego, durante la democracia, otros autores como Eugenio Montejo, Adriano González León, Salvador Garmendia y Elisa Lerner, son algunos de los autores que viven la experiencia de representar a su nación ante uno o varios países, empapándose de otros climas y costumbres, además de tradiciones y cultura.
Luego de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, la experiencia del exilio político se reduce, aunque varios escritores cercanos a la izquierda radical se vieron obligados o invitados a salir del país. Pero es después del viernes negro de 1983, cuando la democracia representativa representada por el Pacto de Punto Fijo empieza a hacer aguas, que vemos la decisión de varios autores de permanecer afuera, independientemente de la libertad política de la que gozara el país, o de la ausencia de persecución alguna. Simplemente, veían a Venezuela desmejorar y avanzar más bien hacia un barranco que quizás no podría tener salida. Hubo razonamientos, intuiciones. Son los casos del poeta y crítico Gustavo Guerrero, quien partió a realizar estudios en Inglaterra y luego terminó asentándose en Francia. O el de Miguel Gomes, quien se fue a realizar estudios en los Estados Unidos y se quedó como profesor en la Universidad de Connecticut.
Son autores que también vieron oportunidades laborales favorables, que les permitirían estar más cerca de las metrópolis desarrolladas y, además, de un mundo académico y editorial idóneo. En los años ochenta y noventa, varios salieron a estudiar, a disfrutar de años sabáticos en sus universidades y volvieron. Pero algunos no volvieron. Destacan los casos de los narradores Juan Carlos Chirinos y Juan Carlos Méndez Guedez, quienes llevan más de veinte años en España. Estos dos, junto con Gomes, representan a autores consagrados en la narrativa y el ensayo, que han publicado sus obras en Venezuela y también en España. Andan a medio camino entre una industria editorial asentada en España, México, Estados Unidos, y el mundo editorial en Venezuela.
Nos encontramos en un momento y contexto global en el mundo literario venezolano. Las vías de comunicación de aceleran y se reducen. Por ejemplo, las oportunidades editoriales en Venezuela son cada vez menores, y se abren oportunidades en editoriales de venezolanos fuera del país […]
Entrado el siglo XXI, estos casos aumentan.Podemos pensar en el narrador Gustavo Valle, quien realizó estudios en España y, luego de un corto tiempo en el país, se marchó a Argentina en donde tiene ya más de diez años. O el caso de Eduardo Sánchez Rugeles, quién comenzó su obra narrativa estando dentro del país, y luego decide irse a España, en donde ha continuado, como Valle, publicando afuera y adentro, ganando destacados premios literarios, además. Pero esta lista de autores ha aumentado de manera inmensa. En Europa, podemos contar a escritores en el Reino Unido, Italia, Alemania, Portugal, Francia, España. En América, la lista aumenta. De los autores más recientes, hay que destacar a Michelle Roche (España), Manuel Gerardo Sánchez (España), José Urriola (México), Fedosy Santaella (México), Gisela Kozak (México), Salvador Fleján (Argentina), Gabriel Payares (Argentina), Néstor Mendoza (Colombia), Mireya Tabues (Chile), Reyva Franco (Ecuador), Keila Vall de la Ville (Estados Unidos), Kelly Martínez (Estados Unidos), Enza García Arreaza (Estados Unidos), Raquel Abend Van Dalen (Estados Unidos), Camilo Pino (Estados Unidos), Antonio López Ortega (España), José Pulido (Italia), Jesús Montoya (Brasil), Alberto Barrera Tyszka (México), Leonardo Padrón (Estados Unidos), Daniel Centeno (Estados Unidos), Rodrigo Blanco Calderón (España), Karina Sainz Borgo (España).
Muchos son autores premiados afuera (Barrera Tyszka, Sáinz Borgo, Blanco Calderón, Santaella), otros han tenido la oportunidad de publicar, en especial en España (Roche, Sánchez, Sáinz Borgo, Blanco Calderón, Barrera Tyszka, Pino, López Ortega) y Estados Unidos (Vall de la Ville, Martínez, Aband Van Dalen), y muchos han visto su obra publicada en Venezuela, aun después de partir afuera del país (Kozak, Gomes, Valle, otros).
Nos encontramos en un momento y contexto glocal en el mundo literario venezolano. Las vías de comunicación de aceleran y se reducen. Por ejemplo, las oportunidades editoriales en Venezuela son cada vez menores, y se abren oportunidades en editoriales de venezolanos fuera del país: es el caso de El taller blanco (Colombia), Kalathos (España) y Los cuadernos del destierro (Argentina). Nuestra literatura, en especial la poesía, recibe importantes premios a sus poetas consagrados (Cadenas, Pantin) y a la vez, vemos un número interesante de novelas publicadas por editoriales españolas.
Vivimos un tiempo interesante y magnífico para nuestra literatura y menos para nuestro mundo editorial. Es el tiempo de la escritura, del arte de escribir, y de tocar puertas afuera, con su replicar dentro del país (prensa, programas de radio, etcétera). La nota discordante pasa por la poca presencia y distribución de lo que se publica afuera dentro de nuestro país: pocos libros llegan.
Quizás es un tiempo para replantearnos la relación entre la diáspora de escritores fuera del país y los de adentro, así como sobre sus poéticas. Vivimos un tiempo, es importante decirlo, más que interesante. Uno al que no podemos dejar de prestar atención, porque en este tiempo se están definiendo muchas cosas que veremos consagrarse en los años por venir: obras, narrativas, autores.
El camino de la diáspora continuará. Es ahora que debemos trabajar para que fluya, circule, lo que se hace desde la escritura afuera y adentro. Un vínculo. Un mismo país, dentro y fuera de la frontera.
RICARDO RAMÍREZ REQUENA
Licenciado en Letras por la UCV. Profesor en la Escuela de Letras de la misma universidad. Director de La Poeteca.