Rafael Quiñones
Confieso que no profeso a la libertad de prensa ese amor completo e instantáneo que se otorga a las cosas soberanamente buenas por su naturaleza. La quiero por consideración a los males que impide, más que a los bienes que realiza.
Alexis de Tocqueville
SUMARIO
En este ensayo se analiza la relación existente entre libertad de expresión y democracia. Se dice que una democracia es fuerte, en el sentido literal del término, si el ciudadano está bien informado y para ello se requiere de unos medios de comunicación libres. Estar informado significa que no debe haber restricciones al libre flujo de información e ideas. Así, la democracia se hace realidad y se fortalece en la medida en que las informaciones circulan libremente.
Introducción
Es casi una perogrullada escribir sobre la importancia de la libertad en los medios de comunicación, sean estos periódicos, radio, televisión o Internet, para mantener el clima de libertades públicas mínimo que posibilite una democracia en la actualidad. Por un lado, los medios informan a la ciudadanía sobre los hechos públicos que dentro de la política en democracia el ciudadano debe conocer, y le otorga a este formación para intervenir. Por otro lado, los medios sirven de contrapoder frente al Estado y el gobierno ante sus acciones, sirviendo como instrumento de la ciudadanía para vigilar y regular la acción de los políticos en una democracia.
Aún así, desde las ciencias sociales, especialmente dentro de la sociología y las ciencias políticas, es completamente necesario repasar desde sus bases teóricas la importancia simbiótica entre libertad de expresión y democracia. A veces el sentido común, lo que damos por hecho, puede ocultarnos las razones de por qué algo va más allá de los eslogans y las frases hechas. Es necesario ir más allá de lo evidente de que determinada relación existe, por qué se da y cómo funciona la misma.
En las siguientes páginas veremos los fundamentos teóricos, a través de la evidencia empírica, de por qué la prensa libre (entendiendo como prensa todo medio de comunicación) tiene que ser libre para que una democracia moderna sea robusta. La libertad de expresión se entiende como fundamental en una democracia para que un sistema así funcione, porque se necesita un electorado informado. No deben haber restricciones al libre flujo de información e ideas. La democracia no será fiel a su ideal esencial si los que están en el poder pueden manipular al electorado reteniendo información y reprimiendo las críticas.
A continuación, a través de la evolución teórica del pensamiento político y sociológico entre democracia y libertad de expresión veremos cómo se benefician o se perjudican estas dos variables a lo largo de los estudios de la sociedad humana moderna.
La democracia en América
Alexis de Tocqueville fue un pensador, jurista, político e historiador francés, precursor de la sociología clásica del siglo XIX. Fue bisnieto de Guillaume-Chrétien de Lamoignon de Malesherbes, también político y ministro de Luis XVI, perseguido durante la Revolución francesa. Tocqueville es conocido principalmente por su obra La democracia en América; son dos volúmenes, el primero publicado en 1835 y el segundo en 1840 y ambos son vitales para el tema de este artículo. En 1831 Alexis de Tocqueville y su compañero Gustave de Beaumont, ambos franceses, fueron enviados por el gobierno de su país para analizar el sistema penitenciario estadounidense. Llegados a Nueva York en mayo, pasaron nueve meses viajando a través del país, observando no solamente las prisiones sino muchos otros aspectos de la sociedad estadounidense, como la economía y la política.
Este viaje tendría tal efecto en Tocqueville que abandonó definitivamente su papel de burócrata del gobierno francés para dedicarse a la política y a la producción intelectual, donde la escritura de La democracia en América sería su punto de partida crucial. Dicha obra es un análisis sobre la democracia representativa republicana, y las razones por las que había tenido tanto éxito en los Estados Unidos. El primer volumen versa sobre el impulso que el movimiento democrático (que es una transformación social, antes de concretarse en las instituciones políticas) da a la forma de gobierno, a las leyes y a la vida política, es decir, a la democracia como estructura política. El segundo volumen trata sobre la influencia que la democracia (esta vez como transformación social y como régimen político al mismo tiempo) ejerce sobre la sociedad civil, es decir, sobre las costumbres, las ideas y la vida intelectual.
Cuánto más observo la independencia de la prensa en sus principales efectos, más me convenzo de que en los tiempos modernos la independencia de la prensa es el elemento capital y, por así decirlo, constitutivo de la libertad. Todo pueblo que quiera conservar su libertad tiene, pues, derecho a exigir que se la respete a toda costa. (Tocqueville, 2002: 237)
Los medios son una especie de tribunal. Aunque el funcionario público no sea llevado a juicio legal por sus delitos, los medios lo exponen a un juicio de opinión pública. El efecto esperado de ese juicio de opinión pública es el de que haya menos delitos por parte de los gobernantes que temen ser expuestos a la luz pública gracias a la prensa. La libertad de expresión adquiere importancia ya que tiene el efecto de aminorar las conductas indebidas del gobernante, al menos en alguna proporción. La libertad de expresión es muy importante porque aumenta la seguridad del ciudadano, según Tocqueville. El ciudadano sabe que los medios pueden exponer públicamente los abusos de gobierno a los que él está expuesto.
Tocqueville, pues, cree en la libertad de prensa como un mecanismo de defensa del ciudadano ante la posibilidad de abusos de autoridad. Donde no hay libertad de prensa, el ciudadano sufre la opresión de la autoridad en mayor proporción que donde ella existe. Pero igualmente el pensador francés cree que la libertad de prensa tiene inconvenientes porque los periódicos se inclinan a abusar de ella. Agrega que hay un solo régimen peor que la licencia del periodismo y es la supresión de dicha licencia. Es así que la defensa y fortalecimiento de una prensa libre contribuye en el armado, sostenimiento y defensa de la libertad, configurando uno de los ladrillos del muro que Tocqueville levanta para evitar la degradación de la democracia frente al autoritarismo.
Otra de las consideraciones de Tocqueville para favorecer la libertad de prensa, a pesar de sus defectos, es su íntima relación con la democracia. Una sería incongruente sin la otra, ya que soberanía popular y libertad de expresión no podrían sobrevivir la una sin la otra. Ejemplo de esto, tener derecho al voto y al mismo tiempo tener censura de los medios, es una situación absurda que no puede mantenerse mucho tiempo por la contradicción que implica. El voto universal concede a cada ciudadano el derecho a gobernar. Este derecho exige el conocimiento de diferentes opiniones y puntos de vista necesarios para ejercer un voto informado.
Dentro de las críticas de Tocqueville hacia la libertad de prensa ve a los medios reportando sucesos negativos, violentos y agitadores que pueden desestabilizar políticamente a una sociedad. Pero igualmente aclara que esta es la misma naturaleza de la prensa “La prensa tiene pasiones e instintos propios de ella, que son independientes del momento. Los medios son por esencia inquietos y hasta molestos. Presentan opiniones, noticias, eventos y editoriales que pueden no ser ni placenteros, ni cómodos.” (Tocqueville, 2002: 229). Hablando de su época, dice que en los EE.UU. la prensa tiene los mismos gustos destructores y la misma violencia que en Francia. Pero tal es su defensa de la importancia de la libertad de prensa y expresión que afirma que ese poder extraordinario, tan único por su mezcla de bienes y de males, permite la existencia de la libertad al mismo tiempo que apenas pueda mantenerse el orden.
Con base a lo anterior, Tocqueville expone de manera clara que no existe un punto ideal deseable para seleccionar entre la servidumbre y el libertinaje de los medios. “Si uno quiere tener las enormes ventajas de la libertad de prensa, no hay más remedio que someterse a los males inevitables que ella produce. Solamente ilusos pueden intentar alcanzar ese punto medio imposible” (Tocqueville, 2002: 229).
En su análisis de la prensa de Norteamérica, Tocqueville afirma que allí el poder de los periódicos es débil. Apunta una causa de esa falta de fuerza. Es la costumbre del ciudadano de escuchar diversos puntos de vista tratados incluso de manera exagerada. Donde los ciudadanos están acostumbrados a escuchar variadas opiniones sobre asuntos públicos, el poder de la prensa es pequeño. Las personas reaccionan ante esas opiniones de manera cauta, porque saben que son solo puntos de vista. Quien no vive dentro de ese ambiente de libertad de prensa no ha desarrollado el hábito de escuchar sin necesariamente creer lo que oye, y puede hacer caso del que más grita sin que intervenga la inteligencia, ni el juicio entre opiniones.
Concluyendo con el tema de la libertad de expresión/prensa en Tocqueville, el pensador francés afirma que una de las causas de la debilidad de esta para desestabilizar un régimen político es que ella solo será fuerte si está centralizada, mientras que será débil siempre que esté fraccionada. Donde hay pocos medios, centrados en pocas manos, allí serán poderosos. Donde los medios sean muy numerosos y su propiedad se encuentre fraccionada, serán débiles. El poder de los medios centralizados en pocas manos no tiene límites, es un enemigo con quien el gobierno puede hacer treguas –pero frente al que le es difícil vivir largo tiempo–, o con el que puede llegar a aliarse para beneficio mutuo y sacrificio de los derechos del ciudadano.
Por eso Tocqueville argumenta que multiplicando el número de diarios se ha logrado neutralizar su poder excesivo. Uno de los mecanismos de la división del poder: otra razón que demuestra que la libertad de expresión es muy importante. Los Estados Unidos estudiados por Tocqueville hicieron de la creación de un diario una tarea muy sencilla. No se requería permisos, ni había un impuesto especial. Unos pocos suscriptores eran suficientes para cubrir los gastos de un diario local. Multiplicando el número de diarios se logra neutralizar su poder concentrado. Con una gran cantidad de medios de comunicación independientes corren de esta manera millares de opiniones. Unos pueden atacar a la autoridad al mismo tiempo que otros la defienden, todo con cientos de argumentos diferentes.
Libertad de expresión e ideal democrático
Alexander Meiklejohn (1872-1964) fue un filósofo, administrador universitario y reformador educativo estadounidense, más conocido como un defensor de la libertad de expresión y como presidente del Amherst College. De 1912 a 1923, Meiklejohn sirvió como presidente del Amherst College. Su presidencia terminó con su renuncia obligada, y trece estudiantes rechazaron sus diplomas para protestar. Meiklejohn era bien conocido como un defensor de las libertades de la Primera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos y era miembro de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU). Proponía un enlace entre la libertad de expresión y la democracia, y argumentaba que la democracia requiere un electorado informado, y que por eso no puede haber restricciones del flujo libre de información e ideas.
Según Meiklejohn, la democracia no será fiel a su ideal esencial si los que están en el poder pueden manipular al electorado reteniendo información y reprimiendo las críticas. Meiklejohn reconoce que el deseo de manipular la opinión puede derivarse del motivo de buscar beneficiar a la sociedad. Sin embargo, argumenta, elegir la manipulación niega, en sus medios, el ideal democrático (Brett, 1999).
Otro autor, Eric Barendt ha llamado a esta defensa de la libertad de expresión sobre la base de la democracia: “Probablemente la teoría de la libertad de expresión más atractiva y ciertamente la más moderna en las democracias occidentales modernas” (Marlin, 2002: 229). Thomas Emerson complementa estas ideas usando como argumento que la libertad de expresión proporciona un equilibrio entre la estabilidad y el cambio. La libertad de expresión actúa como una “válvula de seguridad” para desahogarse cuando las personas podrían estar dispuestas a cambios políticos radicales y catastróficos.
El principio de la discusión abierta es un método para lograr una comunidad más adaptable y al mismo tiempo más estable, para mantener el equilibrio precario entre la división saludable y el consenso necesario […] La oposición cumple una función social vital para compensar o mejorar el proceso normal de deterioro burocrático. (Marlin, 2002: 228-229)
Richard Moon ha construido el argumento de que el valor de la libertad de discurso se relaciona con las interacciones sociales:
Al comunicar a un individuo se forman relaciones y asociaciones con otros –familia, amigos, compañeros de trabajo, congregación de la iglesia y compatriotas. Al entrar en discusión con otros, un individuo participa en el desarrollo del conocimiento y en la dirección de la comunidad. (Marlin, 2002: 229)
Poliarquía y libertad de prensa
Robert Dahl (1915-2014) fue profesor de ciencia política en la Universidad de Yale, presidente de la Asociación Americana de Ciencia Política (American Political Science Association) y uno de los más destacados politólogos estadounidenses contemporáneos. Para Dahl, una democracia es una comunidad política construida a través de la elección de sus representantes para gerenciar el Estado, les da a ellos el poder de operacionalizar de manera práctica el poder soberano de la comunidad política, siendo la comunidad de gobernados los detentores últimos de la soberanía que el Estado ejerce para el servicio de los gobernados.
El examen detallado de Dahl de los países que son considerados democráticos por sus gobernados o la reflexión teórica sobre cómo debe ser una democracia, llevan a delimitar una serie de instituciones básicas que son imperativas para la existencia de una democracia. Robert Dahl –La democracia: una guía para ciudadanos, 1988– establece la existencia de seis instituciones básicas que un sistema político no puede prescindir si quiere funcionar como un sistema democrático. Dichas instituciones son:
• Cargos públicos electos: el manejo de las decisiones políticas y administrativas del gobierno la ejercen personas a través de cargos públicos elegidos por los ciudadanos que integran una comunidad política dada. El gobierno democrático es de esta manea representativo.
• Elecciones libres, imparciales y frecuentes: los cargos públicos son elegidos a través de procesos electorales realizados de manera imparcial.
• Libertad de expresión: los ciudadanos deben tener el derecho de expresarse sin sufrir coacción alguna alrededor de cualquier tema político de su interés.
• Acceso a las fuentes alternativas de información: los ciudadanos tienen derecho de solicitar fuentes de información alternativa y autónoma de otros ciudadanos, especialmente fuera del control del gobierno y de cualquier otro grupo político particular que intente a través de los medios imponer valores y elecciones políticas al ciudadano.
• Autonomía de las asociaciones: para la defensa y conquista de los derechos en democracia, los ciudadanos deben tener el derecho y la libertad de constituir organizaciones independientes para defender sus intereses frente al Estado, ya sea a través de los partidos políticos como los grupos de interés independientes.
• Ciudadanía inclusiva: todo habitante de la comunidad política que viva en ella de manera permanente no se le puede negar el ejercicio de los derechos políticos que engloban las cinco instituciones anteriores: sufragio, libertad de expresión, libertad de asociación, acceso a fuentes alternativas de información y concurrir a cargos electos (Dahl, Robert, 1999. La democracia, una guía para ciudadanos. España: Editorial Taurus).
Estas instituciones, según Dahl, son imprescindibles para la existencia de una comunidad política democrática. Sin embargo, su mera presencia no garantiza de por sí la existencia de una democracia, ya que es necesario que su naturaleza institucional responda a una serie de criterios democráticos:
Fuente: Robert Dahl. La democracia: una guía para ciudadanos.
De esta forma, las instituciones democráticas señaladas por Dahl no solo deben existir nominalmente en una sociedad dada, sino también cumplir una serie de criterios para posibilitar auténticamente un gobierno democrático en un país dado. Tal vez el criterio que repetidamente es necesario satisfacer por las instituciones democráticas es la participación efectiva de la ciudadanía en la toma de las decisiones a nivel político y el control de la agenda de los asuntos por parte del Estado. El sistema democrático se orientará a su deformación, no cuando las instituciones democráticas desaparezcan en sí de una sociedad democrática, sino cuando los criterios de su funcionamiento no aseguren la participación efectiva y el control de la agenda por parte de los gobernados dentro del sistema democrático.
De estas instituciones, la libertad de expresión es la que nos interesa para el actual artículo. Dahl establece la necesidad en democracia tanto de libertad de expresión como de información alternativa. En libertad de expresión, los ciudadanos deben tener el derecho a expresarse sin castigos sustancialmente severos sobre los asuntos políticos, incluyendo los cargos públicos, el gobierno, el régimen político, la estructura socio-económica de la sociedad y la ideología prevaleciente dentro del sistema político democrático. En el aspecto de fuentes alternativas de información, Dahl argumenta que los ciudadanos tienen el derecho de solicitar fuentes de información alternativas e independientes de otros ciudadanos, sean periodistas, intelectuales, expertos, libros, revistas, periódicos y otros medios de producción de conocimiento. Además, deben existir fuentes de información alternativas que no estén en control del gobierno ni otro grupo político individual que intente influir en los valores y las conductas políticas, y dichas fuentes deben estar protegidas por la ley.
Para Dahl, la libertad de expresión es vital para una democracia ya que los ciudadanos pueden participar de manera efectiva en la vida política; es imposible para los ciudadanos hacer que sus diferentes perspectivas sean conocidas y persuadir así a sus conciudadanos y representantes políticos para que las adopten si no existe la libertad de expresión. Y si el ciudadano para la toma de sus decisiones debe conocer los puntos de vista de otros ciudadanos, deben estar en condiciones de escuchar lo que otros tengan que decir. Para obtener una comprensión ilustrada de las acciones y políticas gubernamentales es necesario la libertad de expresión. Para una comprensión ciudadana de la política, los ciudadanos necesitan de oportunidades para expresar sus puntos de vista; para aprender las de otros; para entablar discusiones y deliberaciones; para conocer la opinión de los políticos y expertos en la materia; y para aprender por otros medios que se sustentan sobre la libertad de expresión.
Finalmente, sin la libertad de expresión los ciudadanos terminarían, a la larga, perdiendo su capacidad de influir en la agenda de decisiones políticas, porque los ciudadanos silenciosos terminan siendo súbditos de un gobierno autoritario.
Pero al igual que la libertad de expresión, la disponibilidad de fuentes de información alternativas e independientes es elemental para la democracia según Dahl. Es necesario lo anterior, la comprensión ilustrada de la política, ya que es imposible que los ciudadanos obtengan la información para comprender los diferentes asuntos del gobierno si el mismo controla todas las fuentes importantes de información, o que otro grupo político ejerza ese monopolio. Los ciudadanos necesitan tener acceso a fuentes de información alternativas que no estén bajo el control del gobierno o dominadas por cualquier otro grupo político de manera exclusiva.
Pero la democracia representativa como en múltiples ocasiones se ha dicho, es un sistema político frágil. La cristalización de un sistema político que se justifica en la soberanía del “pueblo” gobernado por el Estado a partir de los representantes que él libremente escoge (y no su ejercicio directo por parte del pueblo) no tiene más de trescientos años de existencia, en contraste con otros sistemas de gobierno que ha adoptado la humanidad en los muchos siglos de existencia, que se caracterizan por su corte autoritario. La representación democrática se basa en que las deliberaciones que atañen a una colectividad no son tomadas directamente por quienes integran dicha colectividad sino por personas elegidas por la misma para dicho fin. Esto implica que la gerencia del Estado depende de deliberaciones políticas realizadas por representantes escogidos a través del sufragio universal de los ciudadanos que integran la comunidad política democrática. La representación aún a través del sufragio universal no garantiza que la misma sea democrática, por ende, todo Estado representativo corre el riesgo en cualquier momento de no ser fiel a la naturaleza democrática si la representación escapa de los controles que garantizan que los representantes sean fieles a la ciudadanía que los seleccionó. Si bien los representantes en un sistema de sufragio son constantemente dependientes del favor del sufragio electoral para mantenerse en el poder, esto no asegura que el uso del poder del Estado se use respetando los intereses de la ciudadanía. Esto hace de la democracia un espacio permanente de incertidumbre dentro de la historia de los sistemas políticos humanos. Y la libertad de expresión e información alternativa también entran dentro de este espacio de incertidumbre en su rol como pilar de la democracia.
Maurice Joly, anarquista francés del siglo XIX y crítico del bonapartismo, en su célebre trabajo Diálogos entre Maquiavelo y Montesquieu en el infierno nos ofrece una revisión crítica de inmenso valor sobre las instituciones liberales y republicanas con que se fundamenta el sistema democrático representativo en Occidente, y cómo sin destruir totalmente las instituciones con que se suele caracterizar un sistema político como democrático, se le puede pervertir a niveles nunca imaginados. Señala cómo puede degenerarse la naturaleza de un sistema que se autoproclame democrático, sin necesidad de ejercer una destrucción institucional de los órganos democráticos y frustrar cualquier iniciativa desde el ámbito de la ciudadanía para regular la agenda del Estado, entre ellas la libertad de expresión. En el siguiente subcapítulo, describiremos las técnicas de Joly para pervertir la institución de la libertad de expresión a favor de la construcción de una autocracia con apariencia de democracia.
Desinformación y sub-información para la opresión
Uno de los aportes más novedosos del análisis de Joly es definir uno de los rasgos más modernos del nuevo tipo de despotismo o democracia degenerada que puede existir dentro de las instituciones modernas democráticas: la técnica de manejo de la opinión pública. El despotismo moderno no puede actuar como el absolutismo de antaño o una dictadura militar clásica, suprimiendo secamente la libertad de prensa. Las costumbres de la sociedad libre posabsolutista no permiten soportar la coacción de la libertad de expresión de manera abierta, sin sentirse oprimida y por lo tanto buscar la movilización política contra el régimen. Joly señala que la libertad de prensa más que suprimirla para evitar sus ataques, debe ser domada por el gobierno, controlarla según los intereses de los gobernantes y desnaturalizar su autonomía del poder público, para hacerla perder su poder institucional de enfrentarse al poder establecido. La crítica dentro del régimen de la democracia desnaturalizada es tolerada, siempre que el gobernante a capricho lo permita, para demostrar que la libertad de expresión no ha sido suprimida. Como sucede con las instituciones de regulación de poder del Estado, a la prensa se le deja existir, pero se le modifica su naturaleza para evitar que atente contra el interés del gobernante.
Esto implica que el régimen, para sostenerse, debe acabar cualquier iniciativa de la ciudadanía de controlar la agenda gubernamental a través de la sub-información del ciudadano en torno a los sucesos que tienen que ver con lo público. La censura abierta no es conveniente porque abre la puerta para el rumor, que suscita dinámica de masas y puede canalizarse en insurrecciones contra el poder establecido. Obviamente la prensa libre crea un pensamiento crítico que posibilita la organización política del ciudadano para influir en los asuntos públicos. La solución por parte de un autoritarismo moderno es regularizar y deformar el flujo de la información que llega al ciudadano para que el mismo no pueda tener una visión sobre los asuntos públicos que lo pueda llevar a la participación real en el uso del poder político. El ciudadano del régimen de Joly debe ser fuertemente individualista, sin interés en la participación de lo público y solo ocupado en el ámbito de lo privado, como la civilización burguesa de talante más autoritario exige.
El Estado para garantizar su dominio debe convertirse en periodista y tener el poder hegemónico de la producción y distribución del conocimiento sobre la realidad en sociedad. El sentido de lo que es real, más allá de lo que es percibido por la cotidianidad del individuo, se basa en lo que informan los medios de comunicación. En un régimen centralizado, el ciudadano no tiene un contacto personal con la política. Su contacto con el mundo del poder político es en gran parte canalizado por los medios de comunicación y son ellos los que le ayudan a informarse sobre qué sucede en la esfera de lo político y hasta cómo pensar en torno a lo público. Si ese poder está acaparado por el Estado, el sentido de lo que es la política se puede deformar en dirección a los intereses de los informantes, creándose las corrientes de opinión necesarias para una desmovilización política de la ciudadanía.
El autócrata moderno descrito por el Maquiavelo de Joly no puede oprimir directamente la prensa ni usarla como propaganda (como en el caso de los totalitarismos) para moldear a su parecer el pensamiento de los gobernados. Basta con permitir una libertad de prensa completamente condicionada a los intereses del gobierno, que no estimule el pensamiento crítico en torno a la política. Hasta el ataque contra el régimen puede permitirse si lo hacen bajo patrones que se estima no producirán el despertar de reacciones adversas de los gobernados de manera permanente. Una cultura social basada en el pensamiento crítico, como la que precede a la instauración de la autocracia moderna, obliga al gobierno despótico a que la prensa no se convierta en un peligro contra la gobernabilidad, sin necesidad de suprimirla. El objetivo es que la prensa no permita que el ciudadano sea consciente del proceso de confiscación del poder del gobierno en nombre del pueblo. Los mecanismos de Joly que aseguran este proceso, es decir, una prensa subordinada al interés gubernamental, se alcanzan a través de estas medidas:
• Regulación de la fundación de los periódicos, bajo la estricta aprobación del Estado.
• Regulación gubernamental en los cambios de jefes de redacción o directores de periódicos.
• Creación de excesivos impuestos para las empresas de publicidad a la hora de publicar en periódicos, a través de los timbres fiscales. De esta forma se restringe la fuente de ingresos de los periódicos, dependiendo únicamente de los lectores para sobrevivir económicamente.
• Crear los delitos de prensa relacionados con la producción de informaciones que atenten contra el interés del Estado y de los particulares (difamación).
• Completa prohibición de cubrir las informaciones relacionadas con el actuar de los organismos públicos y los debates políticos en los órganos del gobierno (secreto de Estado).
• Prohibición expresa de la circulación de periódicos extranjeros dentro de las fronteras del país.
• Y, por último, pero más importante, la creación de una extensa red de periódicos y medios de comunicación, tanto de origen gubernamental como de carácter privado (que estén alineados a los intereses del gobierno) y la creación de una prensa opositora completamente sumisa a los intereses del régimen.
De esta forma Joly nos dibuja cómo se puede crear un sistema de libertad de expresión, que nominalmente parece garantizar la libertad de prensa en la sociedad. Sin embargo, se reprime a través de recursos utilitarios y simbólicos la proliferación de una prensa independiente que potencialmente puede ser crítica al gobierno, y se establece en añadidura un control férreo de su línea editorial a través de la tipificación de los delitos de prensa. Al sistema informativo de tales medios le está vedado la cobertura del debate político, lo cual impide la generación de un pensamiento político autónomo del ciudadano acerca de los asuntos públicos. El ciudadano está condicionado a solo percibir el punto de vista del gobierno acerca de los asuntos relacionados con la política que no le atañen inmediatamente a su vida cotidiana, e incluso la prensa que virtualmente es crítica al régimen está programada para que su opinión no ataque asuntos medulares del gobierno. De esta forma, la democracia desvirtuada llega al último recinto del ciudadano que puede querer imponer sus deseos en la agenda de lo público, su mente, no para moldearla a su parecer sino tan solo para garantizar su pasividad, necesaria para bloquear la actuación del gobernado en el desarrollo de lo político en la sociedad.
Conclusiones
La calidad de una democracia está íntimamente relacionada y es codependiente con la calidad de la libertad de expresión dentro de una sociedad. Podemos simplificar cuatro grandes funciones que tiene la libertad de expresión como derecho civil para mantener una democracia sana y robusta:
• Informa a los ciudadanos sobre los asuntos públicos y políticos del sistema democrático: un ciudadano, para participar en política, debe estar informado sobre como esta se desenvuelve en su país y a nivel internacional para tener un pensamiento formado e ilustrado sobre la misma, y saber cómo influir sobre ella.
• Supervisa y sirve de contrapoder para quienes detentan el poder del Estado: la libertad de expresión pone sobre la luz pública las acciones de los gobernantes, ya sean estas beneficiosas o perjudiciales para el interés de la diversidad de ciudadanos que hacen vida en un país, y así evita la impunidad y la arbitrariedad en el uso del poder estatal. Es el lente con el que la ciudadanía puede supervisar cómo sus gobernantes desempeñan sus labores.
• Ayuda a que las personas conozcan otros puntos de vista sobre la política que tienen otros congéneres; debaten esos puntos de vista ya sea para generar su necesaria confrontación o ver percepciones coincidentes que posibiliten su asociación. De esta manera se pueden crear asociaciones políticas, sean partidistas o no, para alcanzar el poder por parte de los ciudadanos o al menos influir sobre la agenda gubernamental.
• Influye sobre la agenda gubernamental democrática: a través de los medios de comunicación, más allá del acto del voto, la ciudadanía dentro de su gran diversidad de opiniones y percepciones, puede presionar a través de la asociación ciudadana para influir, reformar o anular la agenda de acción del Estado para lo que ellos puedan entender que son los “intereses generales” de la nación donde viven.
Igualmente es necesario que dicha libertad de expresión se dé a través de medios alternativos e independientes al gobierno u otro sector político de la sociedad. Es necesario lo anterior para la comprensión ilustrada de la política, ya que es imposible que los ciudadanos obtengan la información para comprender los diferentes asuntos del gobierno si el mismo controla todas las fuentes importantes de información o que otro grupo político ejerza ese monopolio. Los ciudadanos necesitan tener acceso a fuentes de información alternativas que no estén bajo el control del gobierno o dominadas por cualquier otro grupo político de manera exclusiva.
Sin embargo, en un proceso de erosión de la democracia que puede llevar a una dictadura, ese deterioro va acompañado justamente con la erosión de la libertad de expresión. La democracia desvirtuada en dictadura posmoderna o régimen híbrido puede que no tenga modos de regular el poder político, pero debe fingirlos para no poner en duda que es una democracia, ya que no es posible retornar al despotismo antiguo existente durante el absolutismo. De esta manera, las instituciones pierden sus contenidos disfrazando la incautación del poder político bajo las formas institucionales democráticas, cuando en la realidad dichas instituciones están dejando de satisfacer los criterios que aseguran un sistema de democracia representativa, entre ellas la libertad de expresión. La institución no es lo mismo, pero la percepción que se tenga de ella es lo suficiente para justificar un régimen para aquel que no quiere indagar los hechos en profundidad, entre ellos la libertad de prensa necesaria para supervisar las funciones del gobierno y las forma de influir sobre el mismo.
La incautación del poder no se hace solo de manera horizontal entre los organismos del Estado, sino también vertical entre el ciudadano y el Estado, donde el segundo, al no haber controles que regulen el poder político, no está en la obligación de respetar reglas y procedimientos rígidos en su relación con el ciudadano. La libertad de expresión está entre esos controles. El Estado puede mediar entre él y el ciudadano una serie de reglas que regulen esa relación y la relación del ciudadano con sus semejantes, pero la redacción y ejecución de estas reglas escapan de regulaciones institucionales que impone la libertad de prensa, lo cual implica que el atentado contra el poder del ciudadano de imponer la agenda por medio de su elección es completamente posible. Solo el poder regula el poder, y sin contrapesos –como la libertad de expresión– que mantengan en cauce las atribuciones del Estado fuera del sufragio popular, no se puede garantizar que el mismo sufragio pueda desnaturalizarse a favor de los intereses del Estado. Al ciudadano se le coarta en su capacidad de reunirse en partidos políticos ya que no existe información independiente que garantice su existencia y no hay libertad de información que cree percepciones políticas diferentes a las que el gobierno de turno desea. De esta forma el Estado tiene carta blanca para crear un sistema informativo que mantenga a la ciudadanía subinformada de los asuntos públicos, lo cual se traducirá a la larga en el desinterés del ciudadano por las cuestiones políticas, permitiendo la existencia de una cada vez más limitada capacidad del voto como modo de participar en los asuntos públicos del Estado.
Rafael Quiñones
Sociólogo por la Universidad Católica Andrés Bello. Estudios de doctorado en Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela. Magíster en Ciencias Políticas por la Universidad Simón Bolívar. Ha colaborado, como autor, en diversos libros colectivos.