Humberto Jaimes Quero
Gustavo Hernández Díaz
SUMARIO
¿Cómo se puede abordar el periodismo de investigación desde las ciencias de la comunicación? ¿Acaso cuenta con una metodología propia que le permite hacer ciencia? ¿Es un oficio que abreva de las ciencias sociales? Responder a estas interrogantes pasa por examinar una serie de manuales sobre el tema que nos ocupa.
I.- Los manuales de periodismo de investigación son de gran utilidad ya que brindan metodologías, estrategias y buenas prácticas en torno a esta modalidad de periodismo. Pensar en estos manuales resulta ser una tarea compleja. No hay fórmulas fáciles de estructurar. Y en esta orientación, nos propusimos revisar algunos textos que consideramos relevantes sin que esta selección estuviese mediada por criterios cientificistas. Una plétora de manuales impresos y en línea espera a quienes se propongan estudiar este tema. En nuestro caso, no es la intención de este trabajo. Básicamente pretendemos avanzar en una sistematización teórica muy básica que subyace en estas propuestas a todas luces orientadas a fortalecer el quehacer periodístico especializado. Para llevar a cabo esta tarea fueron de gran utilidad algunos manuales que comentaremos sin orden jerárquico.
Nos pareció didáctica la relatoría que nos brinda el periodista Ewald Scharfenberg sobre el método John Dinges que encontramos en el libro Ojos frescos y bien abiertos: apuntes sobre periodismo de investigación (2006). Recordemos que Dinges ha escrito libros como La operación cóndor: el plan que volvió contra Pinochet y sus aliados. El método de este insigne periodista y catedrático de la Universidad de Columbia (Nueva York, Estados Unidos) se basa en seis pasos que pasamos a sintetizar:
1.- Declaración del enfoque o definición de la hipótesis de investigación: “… donde se formula lo que efectivamente se sabe al momento y una explicación fundada de lo que puede ser cierto y sería posible investigar.” (2006: 29). 2.- Lista de evidencias empíricas, documentos e informantes claves que puedan comprobar las hipótesis. 3.- Leer las fuentes documentales y secundarias, armar el estado del arte del tema, identificar las fuentes prioritarias. 4.- Lista de preguntas concretas tratando de que exista “… correlación lógica entre las preguntas escritas y las fuentes a las que se van a formular esas preguntas…” (Ibid: 31) 5.- Levantar el teléfono: contactar a la persona: “… llevar el control del diálogo, hasta el punto de aprender a apagar el grabador e irse cuando la fuente o informante divague.” (Ibidem). 6.- Memo del progreso: distanciarse y pensar si las pistas que se quieren verificar aún son importantes o, en tal caso, han abierto otras líneas de investigación. 7.- Repetir entrevistas para aclarar dudas, interrogantes y otros hechos no confirmados. 8.- Reacciones y desmentidos: se le advierte a la persona-informante que puede desmentir las especulaciones que giran en torno a su caso. Se le indica al afectado que en esta etapa pueden existir retaliaciones por parte de los sectores de poder que se consideren interpelados. 9.- Leer todas las notas previo a la escritura “… cotejando notas, repasando documentos y declaraciones…” (Ibid: 33). 10. Escribir: hay que comunicar y narrar el suceso. Se busca llegar a un público amplio. No se trata de un estudio académico ni tampoco de una transcripción de lo ocurrido. Se sugiere “… escribir en una página un bosquejo de la historia con cuatro o cinco puntos pivotales.” (Ibidem).
Referente bibliográfico oportuno por su valor deontológico es el Manual sobre periodismo de investigación y periodismo de opinión (2009). El documento propone siete reglas para el reportero investigativo: 1.- No ponerse de parte de ningún partido político. 2.- Buscar la verdad de hechos y respuestas aun cuando estén involucrados funcionarios públicos que uno admira o de las cuales desconfía. 3.- Tener dominio del tema. 4.- No exagerar los hechos. 5.- Ser honestos con las personas entrevistadas. 6.- No violar las leyes. 7.- “Usar testimonios directos cuando se describe un artículo donde se alude negativamente a alguien, y concederle a la persona la oportunidad de responder completamente a las interrogantes que han surgido sobre el caso.” (Ibid: 32).
José María Caminos Garcet, catedrático de Periodismo Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la Universidad del País Vasco, señala en su libro Periodismo de investigación: teoría y práctica (1997), que este tipo de periodismo trabaja con información especial que requiere alinearse a ciertas recomendaciones, a saber: 1.- Descubrir de la verdad oculta que los ciudadanos tienen el derecho a saber. 2.- Desconfiar de las fuentes de información oficiales. Hay que crear una base de datos personal que recoja fuentes confiables. 3.- Investigar más allá de la simple apariencia de los sucesos. 4.- Y lo que consideramos innovador en la propuesta de Caminos es la relación que establece entre el periodismo y las ciencias sociales: “En su práctica el periodista investigador utiliza procedimientos propios de otras ciencias sociales como la sociología y psicología y, cuando lo considera oportuno, recurre a métodos técnicos especializados, propios del trabajo científico (bancos de datos, etc.). Ello ha abierto las puertas a una nueva modalidad del periodismo de investigación que se denomina ‘periodismo de precisión’” (Ibid: 25).
El manual La investigación a partir de historias… (Unesco, 2013) presenta en la pluma de Nils Hanson, Mark Lee y Pia Thordsen un asunto que no debería faltar en este tipo de propuestas. Los autores recalcan que es necesario un control de calidad que abarque los aspectos técnicos y éticos del periodismo de investigación. Veamos en qué consiste este mecanismo de auditoría informativa: 1.- Hay que cerciorarse de que están contando una historia real acompañada de evidencias. 2.- Verificar que conocen las fuentes para dar cuenta de cada afirmación fáctica del suceso. 3.- Identificar los errores que deriven de las supuestas afirmaciones de los hechos. No hay que creer en todo lo que dicen los informantes. 4.- Descartar cualquier momento emocional que pueda tergiversar la historia. Que la sindéresis prevalezca en la entrevista. 5.- Hay que respetar a las fuentes. “¿Se le ha dado la oportunidad a la parte criticada de presentar su versión de los hechos?” (Ibid: 78).
El libro Periodismo de investigación, portavoz del ciudadano (2018) nos obliga a revisarnos como profesionales del periodismo y como investigadores de la comunicación. El capítulo uno se refiere a seis mitos sobre el periodismo de investigación. Mito 1: el periodista es una suerte de Robert Redford y Dustin Hoffman que resuelven el caso Watergate. “El periodismo de investigación es un trabajo duro, monótono y a veces riesgoso.” (Ibid: 8). Mito 2: los periodistas son más importantes que sus reportajes. “El periodismo de investigación es un servicio público y no un festival del ego.” (Ibidem). Mito 3: el periodista es un Llanero Solitario. Se trabaja en equipo cuando se hace periodismo de investigación. Mito 4: el periodismo de investigación se practica en medios privados. También los medios públicos han desarrollado investigaciones que denuncian atropellos de un gobierno en particular. Mito 5: hay que focalizarse en malas noticias. El periodismo de investigación puede dar noticias positivas:
“Por ejemplo, corregir ideas negativas o sesgadas de personas o comunidades puede resultar un buen informe de investigación.” (Ibid: 9). Mito 6: la investigación periodística es simplemente buen periodismo. No necesariamente. Si el periodista no va más allá de los transgresores, si no denuncia a las mentes criminales, a los llamados autores intelectuales de los crímenes no se producirán cambios genuinos en la sociedad, “… no evitará que una nueva camada de corruptos repita el delito (y probablemente les haya enseñado a ellos cómo hacerlo mejor).” (Ibidem).
Finalmente, otro de los aportes en el campo del periodismo investigativo, lo encontramos en la propuesta del Instituto de Prensa y Sociedad de Venezuela (Ipys, 2013). Nos importa recalcar dos aspectos que abordan en este planteamiento. El primero atañe al manejo de las fuentes vivas y documentales. Y el segundo concierne a la escritura de la investigación periodística. Sobre el primer aspecto, resulta de gran utilidad la taxonomía que se presenta sobre informantes en torno a la visión de los hechos. Dicho de otro modo, existen diez tipos de fuentes vivas, a saber:
1.- El justiciero: tiene un alto nivel de conciencia social y quiere corregir injusticias. 2.- Las fuentes ignoradas: no obtienen atención por parte de sus colegas. 3.- El empleado descontento: quiere desquitarse. 4.- La fuente sigilosa: da información de forma secreta para causar problemas en su lugar de trabajo y quiere ganar algún control sobre el reportero al momento de revelar una información. 5.- La fuente inversionista: tiene un alto rango en una organización y espera no obtener historias críticas por parte del reportero. 6.- La fuente independiente: es muy inteligente y quiere decirle al reportero cómo hacer su tarea sobre el tema que investiga. 7.- La fuente circunstancial: ha sido víctima o testigo y no tiene muchas motivaciones para hablar. 8.- La fuente beligerante: odia a los reporteros, tiene algo que esconder o cree que la historia puede afectar a alguien o a alguna entidad que desea proteger. 9.- La fuente de principios: habla con los medios pero su lealtad está con la institución de la que es parte. 10.- La fuente insegura: no sabe si confiar o no en el periodista y da una pequeña parte de información al reportero, para ver cómo éste la maneja (Ipys, 2013: 4).
Y el segundo tema que plantea el manual de Ipys se refiere a los tipos de estructura narrativa que destacan en el periodismo de investigación y que mencionamos a continuación:
1.- Cronológica: la historia se presenta en el orden en el que ocurrieron los hechos. 2.- Pirámide invertida: la información se jerarquiza de forma decreciente, comienza por lo más importante y termina por lo menos importante. 3.- Contrapunto: varias visiones y hallazgos se entrecruzan durante la narración. 4.- Circular: la historia comienza y termina en un mismo punto. Puede tratarse de una misma escena. 6.- Por bloques: la información se organiza por bloques temáticos que se van desarrollando a lo largo del trabajo. 7.-La fórmula de los cinco puntos álgidos: los cinco elementos que se usan para jerarquizar la información son la noticia, el contexto, el alcance, el extremo (lo que puede suceder) y el impacto.
8.- Fórmula del Wall Street Journal: va de lo específico a lo general. Comienza por un encabezado, seguido por un párrafo resumen, el respaldo de los elementos que se enuncian en el resumen, puntos de apoyo, explicaciones y un final que conecta con el encabezado. 9.- La historia del reloj de arena: el encabezado presenta lo más importante y luego se sigue de manera cronológica. 10.- La estructura piramidal: consiste en un encabezado, algunos presagios o anuncios seguidos por un relato cronológico que culmina con el clímax. 12.- Estructura funcional: el trabajo se divide por las distintas funciones que debe cumplir una entidad u organismo y se presentan los hallazgos relacionados con cada una de ellas. (Ipys, 2013)
Nos ha quedado en el tintero un sinfín de manuales que se especializan en vincular el periodismo de investigación con el universo multimedia, con la investigación colaborativa online, con el acceso a base de datos para verificar fuentes y documentos. Estamos conscientes de los avances que se han realizado sobre la presencia de las tecnologías al servicio de la investigación periodística. Asunto que merecería un trabajo especial en otro momento. Pese a esta acotación, es útil referir el trabajo Tendencias del periodismo en la sociedad red: deudas acumuladas y nuevos restos (2014) de Johanna Pérez Daza. En el mismo se plantea una taxonomía para conocer las diferentes modalidades de periodismo que han confluido con las tecnologías de la información. Citemos de manera literal sus rasgos generales:
1.- Periodismo ciudadano (ciudadanos recogen información de forma independiente). 2.- Periodismo de datos (vinculado con el acceso a Internet, la interconexión de fuentes). 3.- Periodismo digital (puede valerse de blogs y redes sociales). 4.- Periodismo Gonzo (el periodista es el protagonista del suceso, se adentra e involucra con la información). 5.- Periodismo de inmersión (el periodista suplanta o asume identidades con el fin de denunciar excesos, recabar pruebas y demostrar hechos). 6.- Periodismo de investigación (se realiza a través de la iniciativa y el trabajo del periodista sobre asuntos de importancia que algunas personas u organizaciones desean mantener en secreto). 7.- Periodismo de marca (utiliza la credibilidad y la influencia de las noticias y su propio formato para que una marca o una corporación diferencie su oferta en el mercado). 8.- Periodismo narrativo (predominio de la crónica como género que conjuga periodismo y literatura). 9. Periodismo de precisión (desarrolla e interpreta datos empíricos, recolectados, relacionados y verificados mediante métodos científicos de investigación). 10.-Periodismo transmedia (aprovecha lo mejor de cada medio y plataforma para contar determinados datos de una misma historia). (Ibid: 41-47)
II.- Tres enfoques del periodismo de investigación. El periodismo de investigación es un concepto controversial. Eso lo hemos podido corroborar en las referencias bibliográficas comentadas. Lo que sí es cierto es que las teorías y propósitos de la investigación periodística se han ido constituyendo desde la misma práctica. Y desde esa misma práctica profesionales, académicos y literatos han creado un imaginario personal, muy suyo en torno a esta rama profesional. Sin embargo, podemos decir que se destacan tres enfoques, cada uno de los cuales pretende definir un campo particular, un terreno propio, con sus reglas y características, lo que no le impide tomar elementos de los otros. Estos tres enfoques son, a saber: el espontáneo-literario, el científico y el técnico-formalista.
El enfoque espontáneo-literario tiene una deuda inmensa con la tradición literaria que caracterizó al periodismo en sus orígenes, al manifestarse a través de géneros como la crónica, la reseña, el reportaje y otros textos que a menudo ocupaban las páginas de los diarios, en los cuales se privilegiaba no solo la noticia, sino el valor de la escritura como acto creativo, como manera de plasmar la “realidad”. Aquí encontramos a García Márquez como el epítome de una generación de reporteros-escritores latinoamericanos que hizo del periodismo un arte de la cotidianidad que siempre buscó no desprenderse de la literatura. Otros representantes de este enfoque son: Tom Wolfe, Norman Mailer, Truman Capote.
El segundo enfoque es el científico. Pretende hacer del periodismo un campo profesional (y no solo un oficio) más cercano a la ciencia que a la literatura y otros secretos del pensamiento. Por tanto, más que imaginación y un estilo depurado, lo que importa es la aplicación del método científico: hipótesis, variables, comprobación de hechos, quizás algún marco teórico-conceptual, entre otros aspectos. Este periodismo busca alcanzar su estatus científico. Debe valerse de teorías y métodos de las ciencias sociales. Dicho de otro modo: el periodismo de investigación según Berganza y Ruiz (2005) debe seguir cinco características básicas del método científico:
1)La investigación científica es pública (ha de ser transferida libremente de unos expertos a otros) 2.- La ciencia es objetiva (el investigador debe acatar los resultados que se obtenga, sea cuales sean). 3.- La ciencia es empírica (el conocimiento científico está basado en la experiencia). 4.- La ciencia es sistemática y acumulativa (no se puede realizar investigación científica sin tener en cuenta los trabajos anteriores). 5.- La ciencia es predictiva (se ocupa de elaborar conocimientos que sirvan para predecir acontecimientos y comportamientos). (Ibid: 24-25)
Suscriben la línea de pensamiento sobre la naturaleza científica del periodismo de investigación estos autores que han sido citados por Berganza y Ruiz:
1.- Park define la noticia como una forma de conocimiento a medio camino entre el conocimiento científico (un conocimiento de las cosas que se caracteriza como formal, racional y sistemático.) y el común (que es un conocimiento intuitivo). 2.- Entre los que apoyan la legitimidad del periodismo para acceder al conocimiento se encuentran autores como Ortega y Gaset y Fishman. 3.- McQuail señala que existen cuatro tipo de teorías relativas a los fenómenos comunicativos que están relacionados a su vez con cuatro tipos distintos de conocimientos. Son las siguientes: 3.1.- Las basadas en el saber operativo (conocimientos prácticos que son ejercidos por los profesionales de los medios). 3.2.- Fundamentadas en el sentido común (conocimiento intuitivo y emocional de los medios). 3.3.- Teorías de carácter normativo (explica cómo deben funcionar los medios en la sociedad). 3.4. Teorías científico-sociales (análisis de los medios desde un cuerpo de conocimientos científicos). (Ibid: 21-23. [numeración nuestra])
Y el enfoque técnico-formalista se manifiesta cuando los periodistas se apoyan en las ciencias sociales con el fin de seleccionar las técnicas más apropiadas para desarrollar sus investigaciones. Los estudios del caso cuentan con el apoyo de métodos cualitativos y/o cuantitativos y con las técnicas de encuestas, grupos focales, entrevistas en profundidad, historias de vida, análisis de contenido. Demostrar una hipótesis que predica una suposición que amerita comprobación mediante evidencias empíricas requiere de una cultura general sobre los principios generales que orientan el método científico. En este enfoque caben los métodos desarrollados por John Dinges, la Unesco y el Instituto de prensa y sociedad (Ipys).
En un extremo más radical, algunos creen que el periodismo de investigación no existe, pues cualquier reportero debe indagar antes de publicar
una noticia, una información. Olga Dragnic, por ejemplo, en su Diccionario de comunicación social (1994), objeta este tipo de periodismo:
Con esta denominación, un tanto ambigua, se designa a aquel tipo de periodismo que se aboca mediante prolijas investigaciones documentales y entrevistas a indagar sobre aspectos conflictivos de la actualidad que suelen ser ocultados por las fuentes. El término investigativo induce a confusión, por cuanto todo tipo de periodismo que no se limita a la transcripción pura y simple de lo que se obtiene en las fuentes informativas debería proceder a la indagación de los hechos, sus causas y sus consecuencias por iniciativa de los reporteros. Pero el hábito más extendido en la práctica del periodismo objetivo es la cobertura de una sola fuente. Esto, más la tendencia de presentar los hechos aislados determinó que la investigación en la información diaria fuera poca, sin ir más allá de lo que se obtiene en una declaración o en un documento. (Ibid: 214-215)
En síntesis, el periodismo que hurga en cualquier espacio de la vida para dar con “lo oculto”, generar un escándalo y contribuir a desenredar un problema de la existencia cotidiana, es un campo que ha experimentado importantes transformaciones: sigue usando el olfato y la adrenalina, pero apela a un método más depurado y racional; migró del trabajo individual propio del superhéroe a una tarea acompañada, compartida y asistida por colegas, y unas herramientas tecnológicas que facilitan su labor. Pero sí parece imposible y definitivo que el periodismo pueda hacer ciencia. Su método no da para tanto, más bien debe seguir nutriéndose de las ciencias sociales. Por lo tanto, las dos tendencias que predominan es el espontáneo-literario y el técnico-formalista.
III.- Mucho se ha hablado acerca del periodismo de investigación desde el sonado caso Watergate que depuso, nada más y nada menos, al presidente Richard Nixon y que motivó el desarrollo paulatino de este tipo de periodismo (un quehacer) que incomoda a gobiernos y sectores del poder. ¿Cómo se puede abordar el periodismo de investigación desde las ciencias de la comunicación? ¿Acaso tiene una metodología propia que le permite hacer ciencia? ¿Es un oficio que abreva de las ciencias sociales? Responder a estas interrogantes pasa por examinar una serie de manuales sobre el tema que nos ocupa.
El periodismo de investigación es una especialidad profesional que sigue padeciendo disputas teóricas similares a las que existen en otras áreas de la comunicación, donde existe una terminología que no logra definir un oficio con precisión absoluta, ni distinguir una entidad de otra. Publicidad y Mercadeo, por ejemplo, son referentes que en muchos aspectos tocan lo mismo: promociones, ventas, atraer público, compradores y persuadir.
¿Hasta qué punto son similares o diferentes? ¿Hasta qué punto se complementan? Propaganda y Publicidad también son conceptos que coinciden en muchos aspectos y no parecen estar tan separados por fronteras mentales. ¿Y qué ocurre con el periodismo de investigación? ¿Se distingue del periodismo a secas? ¿Cómo?
En el caso que nos compete, podría pensarse que en la praxis todo periodista debería ir hasta el fin del mundo tras la pista de algo, por lo cual no tendría sentido separar una especialidad profesional que en realidad es una sola, que busca descubrir el lado oculto de un aspecto de la vida y al darlo a conocer seguramente generará un impacto en la sociedad, al punto de propiciar un ensordecedor “escándalo”, una decisión trascendente en los tribunales de justicia o una súbita reacción en la población.
Hablamos de periodismo de investigación y creemos estar seguros de que nos referimos a un campo profesional con personalidad propia, identidad única, con su particular método, pero podría pensarse que tal especificidad quizás no existe, pues todos los periodistas tendrían como norte destapar lo ignoto y no conformarse con publicar noticias estandarizadas acerca del paisaje cotidiano de la vida, la normalidad diaria, la rutina de las noches y los días, como podría leerse en la reseñas “Ministro de Educación entregó útiles escolares a Colegio San Javier de Maracay”; “Gobierno promete estabilizar la economía el año entrante”; “Cámara de Comercio de Caracas celebró un nuevo aniversario”.
Estas notas sobre acontecimientos propios de la vida estandarizada no inquietan a nadie ni despiertan mayor curiosidad. Una editora o jefa de redacción de un medio seguramente no va a solicitar a su staff de reporteros que propongan un análisis previo y riguroso de estos hechos con un marco teórico conceptual, una hipótesis, unas variables cuantitativas, para saber si se trata de eventos reales antes de proceder a convertirlos en noticias y publicarlos.
Y no va a hacerlo porque no hay tiempo, recursos y paciencia para soportarlo: porque no es necesario pasar todo el acontecer humano por el filtro de la ciencia. Sería una tarea imposible contar con un periodismo científico que pudiese escanearlo todo para seleccionar y procesar lo que merece o no merece ser investigado a fondo. Por fortuna, o por mala fortuna, los seres humanos nos conformamos o debemos conformarnos a menudo con reseñas, crónicas y relatos que recogen sucesos de poca trascendencia para el grueso de la sociedad o un sector específico dentro de esta. La vida también es normalidad, banalidad, y así debe ser aceptada.
Un problema de fondo en torno al periodismo de investigación es la existencia de un poderoso imaginario acerca de los reporteros que se dedican a estas lides, un imaginario que lo pinta como un detective que posee un olfato animal y un apasionamiento similar al del célebre Sherlock Holmes, el investigador londinense creado por la pluma de Arthur Conan Doyle (1887) que se caracterizaba por una vasta cultura general, una aguda capacidad de observación y deducción, amplios conocimientos científicos sobre geología, biología, anatomía y un pensamiento ingenioso que no paraba nunca. Pero a diferencia del personaje literario, el reportero sí escribe lo que averigua, lo transforma en imágenes, gráficos, sonidos, animación, cómic, trabaja en equipo, aunque es más modesto en sapiencia, no pretende abarcar todos los terrenos de la vida (finanzas, economía, delincuencia, medicina) y confía más en el método que en la corazonada.
El asunto de investigar hace un tiempo se reducía a tener un buen olfato, unas buenas fuentes, unos buenos recursos y un buen apoyo editorial. En el camino se iba desarrollando el “método”. Se tenía una idea general del tema, del problema, luego se hacían las preguntas a unas fuentes vivas y comenzaba el trabajo.
Pero la experiencia demostró que no todo puede ser espontáneo, que el periodista tiene momentos de lucidez y se alimenta de la adrenalina para resolver los desafíos. En todos los oficios y profesiones siempre hay un método, un protocolo, porque así lo establece la rutina: el modus operandi de los detectives, incluso, en buena medida proviene de aprender de las mañas de los criminales, porque los delincuentes siempre fueron hábiles al desarrollar su protocolo de actuación: robar un banco, estafar a unos ahorristas y traficar droga son actividades que requieren una serie de pasos, unos objetivos, un uso eficiente del tiempo y los recursos. No es cuestión de ir dando tumbos con la esperanza de dar en el blanco.
La praxis dejó ver que el periodista de investigación necesitaba un método, que su modus operandi debía ser organizado en la medida de lo posible, pues el ímpetu, la voluntad y la inspiración eran variables importantes aunque, a veces, insuficientes.
IV.- Gabriel García Márquez nos dejó una obra muy celebrada en el periodismo: Relato de un náufrago. Se trata de una crónica sobre el marino Luis Alejandro Velasco, quien logró sobrevivir en las aguas del mar Caribe, cerca de Colombia, después que la embarcación en la que navegaba, el destructor Caldas, se hundiera el 28 de febrero de 1955. Hoy, este texto sigue siendo reconocido más como modelo de redacción de la crónica periodística, que como un producto de una investigación.
El objetivo original del reportero era denunciar las irregularidades que llevaron al hundimiento del Caldas, en tiempos de la dictadura de Rojas Pinilla. El Gabo tomó en cuenta lo que había publicado la prensa sobre el caso y lo que se comentaba en las calles, pero añadió veinte sesiones de entrevistas de seis horas con Velasco, quien reveló aspectos desconocidos tal como comentó el reportero:
Esa revelación implicaba tres faltas enormes: primero, que estaba prohibido transportar cargas en un destructor; segundo, fue a causa del sobrepeso que la nave no pudo maniobrar para rescatar a los náufragos, y tercero, era carga de contrabando: neveras, televisores, lavadoras. Estaba claro que el relato, como el destructor, llevaba también mal amarrada una carga política y moral que no habíamos previsto. (1970: 7)
La historia fue dividida en capítulos y dada a conocer por El Espectador durante catorce días continuos. Inmediatamente, irrumpieron los aplausos del público, pero también las represalias del gobierno de turno. Tiempo después, el relato fue publicado como libro, el cual sigue siendo un best seller leído por públicos de todas las edades y pareceres. Sin embargo, si se presentara un naufragio similar al versionado por García Márquez, la investigación se haría de otro modo: se exigiría el apoyo de tecnología satelital, drones, oceanógrafos, expertos en seguridad, para ver dónde y cómo ocurrieron los hechos, para verificar tanto lo que experimentó el sobreviviente y su testimonio; participaría un equipo de reporteros, científicos, oficiales de la marina y el resultado final tal vez serían varios productos: una película, un documental, una animación en 3D, y no solo el fascinante texto del escritor. García Márquez hizo una pequeña investigación centrada en la entrevista a un protagonista y basó su historia principalmente en ese testimonio, pero hoy día se necesitarían otras fuentes y métodos, porque la mentalidad cambió tanto en el público como en el propio periodismo.
Otro caso es el del libro del periodista Andrés Oppenheimer: La hora final de Castro. La historia secreta detrás de la inminente caída del comunismo en Cuba (1993). Fue un trabajo de mucho riesgo, pues el reportero debió viajar a la isla, donde el hermetismo y la represión gubernamentales eran brutales. El reportero de The Miami Herald estuvo más de seis meses en Cuba y realizó más de quinientas entrevistas para sus propósitos.
El trabajo de Oppenheimer partió de una pauta: el juicio seguido al coronel Tony de la Guardia y al general Arnaldo Ochoa. Este último era un hombre de confianza de Fidel. ¿Por qué fue procesado? ¿Por qué salió del juego político? Después de los trámites judiciales, Ochoa fue acusado de narcotráfico y fusilado en julio de 1989. Con el apoyo de drones y diversas tecnologías, tal vez Oppenheimer no habría necesitado arriesgar su pellejo en La Habana: desde el cielo o desde un submarino habría podido grabar a los gendarmes cubanos o conocer lo que se cocía en La Habana, el malestar popular, las intrigas palaciegas.
Un trabajo investigativo se puede llevar unos meses o unos años, hasta que se dé a conocer como libro, novela, documental, película, serie de televisión, a través de infografías y otros productos propios de la era digital, en sucesivas entregas, pero siempre será necesario hacer una recopilación de todo el trabajo. La idea de dosificar la difusión de una historia a través de continuadas entregas es una fórmula exitosa, pues de este modo se facilita el trabajo de los reporteros que investigan los “acontecimientos en pleno desarrollo”, y se mantiene al público a la expectativa, como había probado Honoré de Balzac con sus novelas, todo un fenómeno editorial en la primera mitad del siglo XIX.
Las entregas buscan, además, la fidelidad del cliente al medio o al propio periodista, quien además de investigar debe mercadear su nombre, su producto, aspecto que nos coloca en un tema que acarrea importantes dimensiones éticas y puede llevarnos a un planteamiento: la investigación como negocio, como producto comercial y no solo como una misión de vida, que era otra de las características acuñadas al investigador de antaño, a un Sherlock Holmes que se entregaba en cuerpo y alma en cada caso.
V.- Cronistas, monstruos y noticias “surrealistas”. Los cronistas durante la conquista y colonización de América buscaban tener éxito en sus escritos. De este modo ganaban prestigio en el público y favores de las férreas autoridades. No eran periodistas como tales, pero sus textos fueron tomados como antecedentes de un género valioso que nutre el periodismo de hoy y que nunca falta en una investigación: la crónica. Porque hasta el denominado story telling de las redes sociales no es otra cosa que “relatar historias”.
No obstante, aquellos escritores muchas veces se apoyaban en fuentes y datos que no confirmaban ni podían confirmar, debido a las limitaciones propias de la época, las distancias geográficas, lo profundo y denso de las selvas, la existencia de plagas y otros peligros. Lo paradójico es que sus textos, a menudo atractivos y llenos de gran imaginación, llegaron a convertirse muchas veces en la “verdad histórica” que pasó a ser parte de la memoria social durante décadas hasta que los académicos y la ciencia pusieron las cosas en su lugar.
La “verdad histórica”, al igual que en la “verdad periodística”, ya no podía ser un relato basado en rumores, comentarios y cosas no comprobadas bajo el rigor de la ciencia. Era falso que en América hubiese hombres con el rostro en el pecho, que existieran seres humanos con orejas inmensas y otras criaturas dignas de una serie de ficción para Netflix o una producción tipo Los Mutantes.
Ni Bartolomé de las Casas (siglo XVI), en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, ni otros cronistas de antes o después dijeron siempre la verdad, a menudo solo mostraron una cara de la realidad y muchas veces erraron al fiarse de cuentos, rumores y otras especies que llegaron a sus manos en un proceso de investigación muy escueto. Pero nadie puede negar que en algunos pasajes estas y otras plumas de alguna manera intentaron resolver la incertidumbre de la gente en torno a lo desconocido y de este modo cumplieron funciones parecidas a las del periodista de hoy. De hecho, Humberto Cuenca señala que el cronista de Indias “fue nuestro primer periodista” (Cuenca, 1980: 71). Esto, por supuesto, partiendo de que la crónica es un género válido que puede nutrirse de la observación y algunas fuentes orales o documentales, para dejarnos un relato más o menos cercano a la realidad y distanciado de las ficciones.
Sin embargo, el propio Cuenca, al referirse a De las Casas, dice lo siguiente:
¿No es acaso la Brevísima Relación del Padre de las Casas un desgarrador reportaje, condenado por sedicioso, con gran trasunto de verdad, pero de abultado sensacionalismo, sobre la crueldad de los españoles en América? ¿No están, acaso, estremecidas de ansiedad informativa y llenas de la sustancia del noticiero, la crónica rimada de Castellanos, las ‘décadas’ de herrera o de Mártir y las crónicas novelescas, como el mito de los enanos en la narración de Federman –explorador alucinado– y los indios que duermen bajo el agua, en las noticias de Fray Pedro de Simón –especie de Gulliver surrealista? (Ibid: 72)
Cuenca va más allá y nos deja otra reflexión contundente: “El Diario de Colón fue nuestro primer noticiero histórico y también la primera imagen surrealista de América” (Ibid: 73).
¿Qué tanto hemos cambiado como sociedad? ¿Acaso no seguimos teniendo noticias falsas y surrealistas? ¿Qué se puede decir de un gobierno que dice construir 350 viviendas al día, en cuestión de horas? ¿Noticias surrealistas?
Aquí debe aparecer el periodismo de investigación, para poner los puntos sobre las íes.
VI.- Los husmeadores de miseria. El periodismo de investigación surgió como una reacción ante la falta de profundidad y rigurosidad que había en muchas informaciones publicadas por los medios, en noticias que en realidad ocultaban hechos, ofrecían un enfoque distorsionado o no decían todo. También fue impulsado por la necesidad de tocar temas y realidades desconocidas que siempre estaban fuera de las cámaras. La vieja fórmula de la pirámide invertida propia del periodismo objetivo, cónsona con el ideal de Harold Laswell en torno a la comunicación (Quién, Dice qué, Por qué canal, A quién, Con qué efecto), no era suficiente para conocer o informar acerca de algunos acontecimientos. La revista Times, fundada en 1923, por ejemplo, fue uno de los pocos medios que presentó reportajes y análisis sobre el desbarajuste de la vida estadounidense que trajo el crack de 1929, porque en la prensa general faltaba profundidad y examen necesarios para la comprensión de la tragedia.
La superficialidad de las noticias en parte llevó a Tome Wolfe a proponer un “nuevo periodismo”, más cercano a la interpretación, hacia los años 50 y 60 del siglo pasado, en el cual se diera espacio a la literatura, incluso la imaginación del reportero, lo que parecía menospreciado por el discurso estandarizado de la “noticia objetiva” generada y distribuida por las agencias de información. En la nueva criatura en nacimiento entraban perfectamente el reportaje, la crónica, la novela, y la investigación.
Esto se pudo palpar en Truman Capote y su célebre obra A sangre fría (1966), un trabajo que le llevó cerca de seis años de investigación, de entrevistas, reflexión, consultas, borradores corregidos y revisados una vez y otra vez. ¿Cómo es que una novela puede ser periodismo de investigación? ¿Es objetiva una novela?
Capote demostró, como otros tantos autores, que el periodismo tenía y mantenía una raíz literaria que podía nutrir una indagación a fondo, aunque con el tiempo se conoció acerca de los errores y equivocaciones del autor. Esa matriz literaria, no obstante, tuvo sus frutos en América Latina, hacia los años 60, con una generación de escritores, literatos y periodistas que decidieron incorporar las virtudes del nuevo periodismo en historias de la vida real contadas de otra manera, con un tratamiento escritural más depurado y más artístico, sin perder seriedad, rigurosidad, ni la denominada “objetividad”. Aquí está García Márquez y unos años después irrumpirá Ben Ami Fihman, en Venezuela, quien a finales de los ochenta funda la peculiar revista Exceso.
Suele atribuirse a Thomas Stead (1849-1912) el haber inaugurado la rama del periodismo de investigación, con sus textos sobre historias sórdidas y perturbadoras de la vida real como fue el caso de su texto acerca de la prostitución infantil (1885): “El tributo de las doncellas de la Babilonia moderna”. Stead tuvo una carrera productiva, aunque llena de sobresaltos. Le tocó vivir nada menos que durante la época victoriana, tiempos en los que Oscar Wilde mostró el doble rasero de la sociedad londinense en La importancia de llamarse Ernesto.
Como “muckkrakers” se conoció a los husmeadores de miserias que seguían un poco la línea trazada por Stead y surgieron entre la última década del siglo XIX y el primer decenio del XX. Hacer periodismo de investigación era eso: sumergirse en la miseria humana, investigar la prostitución y los bajos fondos de la sociedad, la crueldad e injusticia que hacen de contracara a las poses de los cortesanos y príncipes en el palacio.
Son estos tiempos en los que las ciencias sociales todavía luchaban por hacerse de un método científico propio que tuviese la misma rigurosidad y el mismo prestigio que ya habían saboreado las ciencias naturales. Emile Durkheim publicará Las reglas del método sociológico (1895) y todavía unos cuarenta años después los historiadores discutían acerca del método en su oficio, como lo hará el célebre texto Introducción a la historia escrito por Marc Bloch entre 1941 y 1942, durante la II Guerra Mundial, y finalmente publicado en 1949.
Bloch junto a Lucien Febvre dio nacimiento a la célebre Escuela de los Anales, la cual se distanció de los historiadores “tradicionales” que privilegiaban los temas políticos asociados al poder, la doctrina de la objetividad derivada del positivismo, la existencia de “temas mayores” y “temas menores”, y el empeño en apoyarse principalmente en documentos escritos por los actores de una saga o relacionados a ellos.
Uno de los aspectos en los que los Anales marcó una diferencia fue en el uso de las fuentes, pues no era suficiente basarse nada más en documentos. Sobre este tema, Bloch escribió: “La diversidad de los testimonios históricos es casi infinita. Todo cuanto el hombre dice o escribe, todo cuanto fabrica, cuanto toca puede y debe informarnos acerca de él” (Ibid: 55). Y esto es una regla de oro del periodismo de investigación: no es suficiente entrevistar a los protagonistas de una historia, hay que consultar más fuentes, de ser necesario hay que dejar que los charcos de sangre cuenten lo sucedido.
También el historiador Pérez Vila (1997) advirtió que el historiador contemporáneo debía apoyarse en variadas fuentes: “Manuscritas y mecanografiadas”, “Impresas” e “Imagen y Sonido” (caso de los “archivos de radio y televisión”, el “microfilm”, “cine”, “fotografías”, etc. (Ibid: 46).
A diferencia del diarismo, el periodismo de investigación debe tener en cuenta esta variedad de fuentes, debe consultar redes sociales, fotografías, imágenes satelitales, estudios de suelos, estudios médicos, pruebas de laboratorio y un largo etcétera, dependiendo de lo que se investiga. La variedad de fuentes se ha multiplicado, es casi infinita, por eso el reportero debe trabajar en equipo. Si el Caldas volviera a hundirse en el mar Caribe colombiano, tal vez muchos esperarían una investigación periodística vasta, docenas de reporteros tras la pista, como fue el caso de los Panamá Papers y tantas temáticas que son objeto de averiguación. No sería suficiente el testimonio de un sobreviviente. Pero esta escasez de fuentes no resta valor al inmenso trabajo de García Márquez como periodista y escritor. Simplemente, las circunstancias son otras, cambió la mirada del periodismo y del público. Es probable que muchos espectadores esperen una animación del hundimiento del Caldas con la respectiva explicación del experto, en lugar de un extraordinario escrito.
Desde luego, es imposible no referirse a las circunstancias históricas que pueden incidir en el periodismo de investigación. No son parte del método, pero pueden llegar a anularlo, es el caso de las dictaduras. Tales circunstancias obligan a los reporteros a hacer malabares y convertirse en magos para dar con lo que buscan: un documento, un testimonio, cosas que requieren mucha adrenalina, coraje y hasta métodos clandestinos como el que también desarrollan los prisioneros políticos en las cárceles.
Las dictaduras militares de los años 70 y 80 en América Latina fueron un sólido obstáculo para la investigación, impusieron la censura, la persecución, el asesinato y otras prácticas que callaron los esfuerzos de la prensa por mostrar las realidades de los regímenes castrenses. Hubo profesionales y medios que a menudo se arriesgaron, publicaron denuncias, pero nunca faltaron los medios que apoyaron a los gendarmes de turno. Con el retorno de la democracia fue posible reabrir la investigación, se lucieron medios como Página 12 en Argentina. En Perú, por ejemplo, la investigación se desarrolló muy a pesar del gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000). La revista Caretas alcanzó el estrellato, cuando dio a conocer una serie de denuncias sobre el mandatario de origen nipón y su asesor Vladimiro Montesinos.
En el afán investigativo, el periodismo tomó parte de los métodos de las ciencias sociales para su beneficio, pero quizás de una manera limitada; incorporó la hipótesis, los objetivos, el uso de data verificable, cuantificable, la evidencia empírica, los testimonios vivos, las fuentes documentales.
Pero, como ya se expuso, el periodismo no podía hacer ciencia sobre cualquier hecho de la vida cotidiana que iba a ser convertido en noticia, o una crónica del paisaje cotidiano. También las ciencias sociales han encontrado en el periodismo de investigación y en el diarismo recursos valiosos, incluso las noticias constituyen una suerte de referente que puede servir para construir o comprender el contexto de un hecho investigado. No obstante, las noticias no son verdad científica ni un producto objetivo: son solo una interpretación del acontecer. Lo mismo puede decirse de los reportajes y otros productos. Son solo una versión e interpretación de la realidad: no aportan elaboración teórica o conceptual ni la confirman, como sí podría hacerlo un estudio sociológico.
VII. Anticiparse a los hechos. Dirigida por Ben Ami Fihman entre 1988 y 2006, la revista Exceso se caracterizó por los reportajes de investigación y un estilo redaccional original, que realzaba el valor de la escritura como expresión artística y operaba con unas reglas bien particulares establecidas por su director, escritor y cronista de dilatada trayectoria en Venezuela, Francia y otras latitudes.
Según Fihman, el reportero de Exceso debía ser capaz de estar en el lugar donde ocurriría un acontecimiento, un crimen, es decir, debía anticiparse a los hechos, como si tuviese cualidades de oráculo. Eso era, desde luego, puro sentido figurado. Lo que en realidad quería señalar era que el reportero debía involucrarse de tal modo con su pauta, que tendría que anticiparse a todo lo que podría ocurrir en una historia que estaba desarrollándose. Menuda tarea.
Otra de sus reglas era que los personajes investigados en una historia debían ser abordados en su totalidad: qué comían, con quien salían, con quién se acostaban, cómo se vestían, que hacían en la mañana al levantarse, qué leían. Prácticamente, el periodista debía comportarse como un detective las 24 horas del día, y debía procurar, incluso, introducirse en la casa del personaje y espiarlo donde fuera necesario. De toda esa información solo una parte tendría valor como “verdad”, la otra serviría para dar al texto color, matices y todo lo que se pierde en la noticia redactada en formato estándar, “objetivo”.
En fin, bajo estas líneas el director ponía a pensar y a trabajar a los reporteros. Tales normas, obviamente, no entran en los manuales convencionales sobre el método del periodismo de investigación, como tampoco entran las habilidades personales para las relaciones públicas, disfrazarse o meterse en el dormitorio de un empresario investigado por soborno a ministros y gobernadores.
VIII. De las palabras a la tecnología. La redacción es un aspecto no siempre bien ponderado en los manuales de periodismo de investigación. A veces la mejor investigación pasa desapercibida porque el público no se siente atraído por un texto frío, objetivo, distante de las pasiones humanas. Y si el producto no es atractivo, no vende, incluso no tiene valor comercial, no puede ser mercadeado.
Horacio Quiroga (1878-1937) fue uno de los primeros escritores latinoamericanos en apostar por seguir un mínimo de normas que garantizaran el éxito. Lo propuso en su célebre Decálogo del perfecto cuentista. Una de sus recomendaciones señala: “No empieces a escribir la primera palabra sin saber adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen la importancia de las tres últimas”.
Parte de este tipo de orientaciones, aunque provienen del campo literario, son similares a las que hoy día se usan en el periodismo de investigación presentado como producto escrito o audiovisual: impacto desde el primer segundo, desde la primera palabra. Una buena investigación exige un buen comienzo, un buen desarrollo y un buen final. También influyen criterios de mercadeo, porque hay más competencia y los medios pelean a muerte por ganar seguidores y lectores.
Internet está plagado de normas y recomendaciones sobre cómo hacer periodismo de investigación y cómo presentarlo. Pero el asunto no es tan fácil ni tan automático.
Hoy día se pueden emplear drones para hacer periodismo de investigación. Hay reporteros que han usado drones para ir donde no podían ir. En la guerra entre Rusia y Ucrania también se está utilizando esta tecnología, y no siempre son periodistas quienes la aprovechan. Hay imágenes logradas por ciudadanos corrientes que de esta manera pueden colaborar con un amplio reportaje de investigación. Está claro, pues, que el periodista o quien investigue tendrá que dominar estas tecnologías y las que vendrán a futuro.
La peruana Fabiola Torres realizó la investigación Acuatenientes, la cual abordó el “saqueo” de agua en Perú y Colombia, con el apoyo de un dron. En su criterio la tecnología es solo un instrumento de apoyo, porque lo más importante es “despertar la curiosidad en el lector”.
Hay investigaciones en las que el periodista es curador de contenidos producidos por el público y los usuarios de las redes. También hay casos en los que las comunidades hacen productos audiovisuales con un teléfono celular inteligente, que luego son supervisados o usados por un reportero.
Algunas conclusiones
1.- De la revisión de la literatura sobre manuales de periodismo de investigación, hemos podido configurar tres enfoques teóricos generales: el espontáneo-literario, el científico y el técnico-formalista. Consideramos que la tendencia dominante gira en torno a un enfoque mixto con especial énfasis en lo literario-técnico-formalista. Los autores de este artículo entienden que esta es una primera aproximación teórica a la producción académica que aborda el tema de la investigación periodística.
2.- El periodismo de investigación tiene sus limitaciones. El conocimiento que produce no es nunca un reflejo de lo real, no es el espejo de las cosas del mundo exterior. Todas las percepciones de la realidad son traducciones, reconstrucciones y reinterpretaciones cerebrales a partir de estímulos o signos descifrados por los sentidos.
3.- Ese conocimiento depende de la interpretación subjetiva del sujeto consciente. El punto de vista del científico social y del periodista de investigación no se halla desligado de la mediación académica, cultural y psicosocial. La producción del conocimiento, a menudo, se halla escoltada de miedos y deseos que pueden convertirse en obstáculos epistemológicos a pesar de nuestros controles racionales. De allí que una de las fuentes de error en el campo científico sea precisamente nuestra incapacidad de detectar las perturbaciones emocionales que obliteran, de alguna manera, nuestro modo de pensar y nuestro quehacer investigativo.
4. Al periodismo investigativo le es indispensable la creatividad, la ponderación, la búsqueda de alternativas, la información y la criticidad fundamentada desde la propia realidad, su sistematización metodológica, el instinto periodístico, que no se aprende en las universidades, y el apoyo de las ciencias sociales y del arte como disciplina que valora la condición humana.
5.- El periodismo investigativo descarta el anecdotario de los declarantes oficiales y privados, trasciende de mera narración de evento. Curioso que sea el cine uno de los referentes medulares del periodismo investigativo. Muchas obras importantes de la cinematografía internacional han dado cuenta de complejos problemas ecológicos, económicos, políticos y sociales que han quedado pendientes en el tintero de las ciencias sociales y que al periodismo de investigación le es oportuno reflexionar.
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Humberto Jaimes
Humberto Jaimes: Maestría en Historia de las Américas, Universidad Católica Andrés Bello, Caracas, 2003. Profesor asistente adscrito al Centro de Investigaciones de la Comunicación de la UCAB.
Gustavo Hernández
Doctor en Ciencias Sociales de la UCV. Profesor titular de la UCV. Director del Centro de Investigaciones de la Comunicación de la UCAB desde 2018. Miembro de la revista Comunicación desde 1987.