Jesús María Aguirre
SUMARIO
Este breve ensayo reflexiona, a partir de la lectura del libro Universidad de izquierda de Anderson Ayala, publicado por el Centro de Difusión del Conocimiento Económico (Cedice, 2021), acerca de lo que el autor apunta como su tesis principal: se ha dado una relación entre la producción editorial de la UCV y la deriva ideológica-política del país. Se trata de una lectura crítica del referido libro para decirnos que la conclusión a la que llega el autor de Universidad de izquierda no deja de ser inequívoca, o lo que el autor del artículo apunta: “… se le puede adjudicar la máxima de que: quod nimis probat, nihil probat”. Es decir, que lo que prueba demasiado, prueba poco o nada”.
Este título está inspirado en un libro reciente Universidad de izquierda, de Anderson Ayala, publicado por Cedice, en el que se trata de establecer una relación entre la producción editorial de la Universidad Central de Venezuela y la deriva ideológico-política del país (Ayala 2021).
Sé por las investigaciones de la Fundación Centro Gumilla en los años 90 que la cultura política del venezolano tiende hacia la izquierda. Me atrevo a conjeturar también que con el método de análisis de Ayala aplicado a la Biblioteca Nacional, la inteligencia venezolana estaría marcada por una gran dosis de ideología de izquierda, es decir, está “marxicizada”. Puesto así el estado de la cuestión, y en forma análoga, tendríamos que colegir que esa hegemonía editorial de izquierda nos trajo por “marxización” estos lodos del chavismo imperante.
Siempre es plausible leer un texto motivado por profundos intereses exploratorios y además valiente para sacudir el campo académico narcotizado por el binarismo político y los rictus ideológicos. Pero, haríamos poco favor a la investigación académica si de lo que se trata es de buscar culpables en la historia reciente con apetencias vindicativas –cosa que ha hecho muy bien este régimen con su inversión narrrativa de vencedores y vencidos en el pasado reciente¬–.
Para eso bastaría, imitando el estilo de una lista Tascón, buscar la lista de profesores e investigadores que publicaron algún libro en las editoriales de la UCV y que han ido tomando parte en el régimen actual para averiguar cuáles teorías y prácticas han aplicado.
Ello no invalida el interés por el análisis de las mentalidades y de las ideologías en el marco de una sociología de la cultura comprensiva con los instrumentos y técnicas propias del campo editorial, pero si hay algo difícil de indagar es la influencia de los libros en una sociedad determinada (Brigg y Burke, 2002).
De ahí que estas reflexiones parten de una acogida comprensiva del texto, que aborda una arista de sociología de la cultura ríspida y altamente sensible, por cuanto bastantes de los productores de los textos aún viven, y se los hace corresponsables de la situación actual. No escribo para exculpar a nadie, sino para afinar y objetivar algunas de las tesis vertidas en el libro, que me generan incógnitas.
¿Qué se entiende por marxismo?
Para acotar el término de marxismo el autor recurre al texto de Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (2005) en su reconocido Diccionario de Política:
Por marxismo se entiende el conjunto de las ideas, de los conceptos, de las tesis, de las teorías, de las supuestas metodologías científicas y de estrategia política, en general la concepción del mundo, de la vida asociada y la política, considerada como un cuerpo homogéneo de proposiciones hasta llegar a constituir una verdadera ‘doctrina’’, que se puede extraer de las obras de Karl Marx y de Friedrich Engels (p. 935).
No creo, por ejemplo, que los teóricos de la Escuela de Franckurt en su primera, segunda y tercera generación, se hayan adherido a esta “doctrina”, solo ubicable en los manuales de la ortodoxia soviética, por cierto muy criticados por Marcuse en su teoría y en su aplicación práctica en la URSS.
Dada esa definición, no se puede atribuir a todos esos autores y publicaciones mencionados por el tesista una afirmación de doctrina marxista, y la lista estricta se reduciría mucho más si nos referimos a una praxis. Por eso esta definición no queda reflejada en los indicadores escogidos para la categorización, y dudo que se haya utilizado un algoritmo de inteligencia semántica para la evaluación.
¿Qué se entiende por influencia marxista y “marxización”?
Con razón afirma Trino Márquez en el prólogo aludiendo a Sartre:
Luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, el marxismo se convierte en el horizonte intelectual de nuestra época, según la figura utilizada por Jean Paul Sartre para referirse a la enorme influencia que ese enfoque ejerce en el mundo académico y político mundial.
Pero no fue una coincidencia fortuita o un fenómeno al azar, pues a mediados del siglo XX, Occidente tuvo que enfrentarse civilizatoriamente con el bloque soviético, estratégicamente aliado a la potencia emergente China e ideológicamente inspirado en el marxismo.
Hablar de Marx, Mao o Marcuse, –las 3 M de la década del 68–, era algo más que una moda, como pudo comprobarse en la crisis de los cohetes del 62, la guerra del Viet Nam y las luchas anticoloniales de África, cuando se emanciparon más de una docena de países africanos. En solo unos meses de 1960, Francia perdió su dominio sobre Camerún, Togo, Malí, Madagascar, Benín, Níger, Burkina Faso, Costa de Marfil, Chad, República Centroafricana, República del Congo y Gabón, y la independencia argelina traumatizó al país.
Efectivamente, muchos de esos países tuvieron influencia marxista, porque los partidos independentistas contaron con el apoyo militar del bloque soviético.
Pero el marxismo en términos vagos se expandió fuera del llamado Tercer Mundo en pleno corazón de Europa. El eurocomunismo no era una corriente circunscrita a los países satélites centroeuropeos o países subdesarrollados, sino un movimiento con una gran fuerza política e intelectual en Francia, Italia y España con pensadores de primera línea (Althusser, Bourdieu, Togliatti, Ferrarotti, Heller, etcétera). Desde los dirigentes e intelectuales históricos hasta la “gauche divine” no faltaba una fauna inmensa de marxistas, marxólogos, y marxianos y todo tipo de revisionistas.
No había intelectual europeo que no hubiera pasado por un bautismo de sangre y fuego a través de los pensadores de la sospecha: Nietzsche, Marx y Freud y no quedara contaminado con alguna de sus preguntas insidiosas sobre el poder, el conflicto de clases o la libido.
Una ilustración del campo comunicacional
Aunque el trabajo de Ayala se circunscribe al área de las humanidades y ciencias sociales, he estrechado aún más el círculo al campo de la comunicación social para lograr un retrato más definido teniendo en cuenta la contrastación de fuentes (Aguirre 2005). Entre los libros publicados por esas tres editoriales de clara ideología marxista, no solo por los contenidos sino por la filiación de sus escritores en partidos marxistas y su liderazgo gremial, destacan los siguientes autores y obras, en orden temporal:
• 1961: Imagen literaria del periodismo, de Humberto Cuenca, editada por primera vez en México, pero reeditada por la UCV en 1980. Contribuyó a la fundación del MIR. Profesor en la Facultad de Derecho de la UCV. En 1964 publicó La universidad revolucionaria.
• 1967: Pueblos subinformados. Las agencias de noticias en América Latina de Eleazar Díaz Rangel. Perteneció al PCV y se fue con el ala escindida del MAS. Presidente de la Asociación Venezolana de Periodistas (AVP 1966-1976). Director de la Escuela de Comunicación Social en la UCV (1983-1986).
• 1968: El imperio de la noticia, de Héctor Mujica, obra reeditada por el gobierno de Chávez. Presidente del Colegio Nacional de Periodistas, director de la Escuela de Periodismo de la UCV (1958-64 y 1969-70), candidato presidencial del Partido Comunista.
• 1969: La disolución de la razón de Guido Aristarco, italiano, decano de la crítica cinematográfica marxista, influido por el pensamiento de Antonio Gramsci y György Lukács, para quien escribió el prólogo de La destrucción de la razón.
• 1970: La plusvalía ideológica de Ludovico Silva, obra reeditada por el gobierno de Chávez. Representante típico de la intelectualidad orgánica gramsciana, ligado al MAS.
Como podrá verse por esta ilustración, que manifiesta también el perfil político del autor, la influencia de un artefacto cultural como el libro no es sino la punta de iceberg de un conglomerado de fuerzas políticas, gremiales y académicas, que ejercen una presión social sobre las diversas microsociedades con sus liderazgos particulares en juego con otros actores institucionales como los medios de difusión y el Estado con su gobierno de turno.
Contra lo que puedan creer algunos, incluso intelectuales, como el profesor Antonio Pasquali, calificado por algunos medios como comunista, si bien abrevó en fuentes marxistas, sobre todo de la versión teórico crítica de la Escuela de Franckfurt en su interpretación sobre las industrias culturales, no solo tomó distancia política de los partidos marxistas, sino que se convirtió al final de su vida en uno de los intelectuales más irreductibles contra el régimen chavista, tal como lo muestra su último escrito: La devastación chavista (Pasquali 2017).
¿Habrá que concluir que todos los que leímos esos libros, docentes o estudiantes, y, en general, profesionales de la comunicación, fueran de la UCV o no, fuimos marxizados y que no nos nutrimos de otras corrientes ideológicas, basadas en McLuhan, Lasswell, Schramm, Lazarsfeld, Dumazzedier u otros, que no eran publicados por esas editoriales?
Las instituciones y las mentalidades cambian y los actores sociales también
La medición del grado de marxismo por los capítulos, o índices de materias, o autores, se basa en un indicador equívoco, por cuanto la mayoría de los científicos sociales comparten la tesis de la relativa influencia de la esfera económica en la política y la cultura, aun sin ser marxistas y menos aún marxista-leninistas. No creo que haya manual de sociología general que no aborde el marxismo o texto de politología que no aluda al leninismo, aunque no sea más que por ofrecer un estado del arte . Por eso creo que al libro se le puede adjudicar la máxima de que: “quod nimis probat, nihil probat.” Es decir, que lo que prueba demasiado, prueba poco o nada.
De paso es bueno saber lo que Alain Minc, analizando a los intelectuales franceses en un periodo tan prolongado como el que abarca el autor, comenta de ellos y de Sartre:
Algunos como Malraux, pasaron de la izquierda a la derecha; otros, como Mauriac, de la derecha a la izquierda; algunos permanecieron fieles a una línea original, como Camus o Aron. Sartre, por su parte da vértigo y no dejará de hacerlo durante las décadas siguientes […] Cazar en manada es siempre una ventaja. (Minc 2012)
Si en el país cartesiano de las definiciones claras y distintas se dan pasajes, mestizajes e hibridaciones, no dudo que en nuestro panorama tropical el marxismo y sus variedades con sus mestizajes e hibridaciones haya sufrido mutaciones, más difundidas por folletos y pasquines que por libros universitarios, que se resumen en la tesis popular de: hay pobres y ricos, y si hay esa desigualdad es porque los segundos explotan a los primeros, aserto más que discutible, pero más verosímil en un país de distribución de renta petrolera.
Pero, en cualquier caso, la influencia de los libros exige, como apunta el autor, pero no desarrolla suficientemente, el análisis de los circuitos culturales y microsociedades en las que los libros operan como herramientas de marcaje social, inclusión y exclusión dentro de un sistema universitario de reforzamientos positivos y negativos, y, además, teniendo en cuenta otros aparatos ideológicos competitivos, sean dentro del mismo campo de la educación superior, u otras fuerzas como la de los medios de comunicación con otra hegemonía y orientación (Altamirano 2006).
Entre la teoría y la praxis hay un largo trecho, y más aún si hay vigilantes, supervisores y control social. Los libros no son sino una señal más entre los miles de signos que desvelan las posiciones ideológicas y las conductas de los lectores. Y los públicos perjudican a menudo a los libros, como diría Umberto Eco, con su lectura aberrante, crítica o irónica. Cada emplazamiento social es un lugar dramatúrgico donde juegan las simulaciones, los disfraces y las mentiras. El libro no es una aguja hipodérmica y la cultura del libro que iba asociada a inquisiciones y burocracias es ya un vestigio del pasado.
Referencias:
AGUIRRE, Jesús María (2005): De la práctica periodística a la investigación comunicacional: hitos del pensamiento venezolano sobre comunicación y cultura de masas. UCAB/FUNDACION POLAR.
AYALA, Anderson (2021): Universidad de izquierda. Caracas: Cedice.
ALTAMIRANO, Carlos (2006): Intelectuales. Notas de investigación. Colombia: Grupo Editorial Norma.
BRIGGS, Asa y BURKE, Peter (2006): De Gutenberg a Internet. Una historia social de los medios de comunicación. México: Ed. Taurus.
MINC, Alain (2012): Una historia política de los intelectuales. Barcelona: Duomo Perimetro.
Pasquali, Antonio (2016): La destrucción chavista. Caracas: Ed. El Nacional.
Jesús María Aguirre
Profesor titular de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Profesor de pregrado y posgrado de la UCAB. Miembro del Consejo de Redacción de la revista Comunicación desde su fundación (1975).