La presente reseña trata de mostrarnos la labor que lleva a cabo la agrupación JEVA, que significa Asociación Venezolana de Mujeres Cineastas. Nos describe el trabajo que realiza la agrupación para incidir directamente en el mejoramiento de las condiciones de la mujer en el sector, fortaleciendo sus carreras, promoviendo la participación y haciendo comunidad.
En la 20a edición del Festival de Cine Venezolano, celebrada en Margarita el pasado mes de junio, de las veinticuatro películas estrenadas en la categoría que corresponde a largometrajes de ficción, solamente cuatro eran dirigidas por mujeres: Hambre, de Joanna Nelson; Tango bar, de Gibelys Coronado; Un mar de libertad, de Carmen Monteverde y Mi tía Gilma, de Alexandra Henao.
El caso en otras categorías como largometraje documental y cortometraje, no distaba mucho del anterior. No es un hecho aislado. Aunque en Venezuela no existen, hasta el momento, datos de la participación de la mujer en el área audiovisual, basta con estar en un set de grabación. Más allá del número de mujeres, pareciera que ciertos roles están masculinizados.
Fuera del país hay organizaciones que se han dedicado a dar contexto a partir de las cifras. En el caso del cine iberoamericano, específicamente en España, CIMA (Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales), desde el año 2015 publica un informe anual que rinde cuenta de la desigualdad de género en el sector.
Según el último informe de CIMA, emitido en el 2023, solamente el 38 % de los cargos estudiados están ocupados por mujeres; la realidad de los hombres, en cambio, está en la otra acera. Datos obtenidos con base en una muestra que alcanza los 201 largometrajes y la participación de un total de 3 mil 041 profesionales del cine español.
De forma más desagregada, el mismo informe ofrece otros números contundentes: apenas el 31 % de mujeres asumen la producción ejecutiva, el 29 % la dirección y el 19 % la dirección de fotografía.
Las cifras resuenan. Allá y aquí. Y no son novedad en ninguna parte. En el caso venezolano se siembra, por allá en el año 2020, la semilla que contiene el férreo deseo de un cambio.
El confinamiento producto de la COVID-19 fue, en este caso, terreno abonado para las ideas. Marianela Illas, Karin Valecillos, Claudia Lepage, Mariana Rondón, Emiliana Ammirata y Katiuska Castillo, primero creyeron y luego crearon.
La Asociación Venezolana de Mujeres Cineastas, JEVA, nace para entonces –con toda esta tripulación de hacedoras de cine– bajo la convicción de incidir directamente en el mejoramiento de las condiciones de la mujer en el sector, fortaleciendo sus carreras, promoviendo la participación y haciendo comunidad.
Lejos de personalismos, lo realmente valioso es la posibilidad de que la asociación sea un referente, que fomente la transformación del entorno, y su legado sea capaz de alcanzar a más generaciones e invitar a nuevas manos a tomar el timón.
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