Narsa Silva
SUMARIO
Reproducimos el perfil de José Ignacio Rey que redactara la periodista, quien fuera miembro del Consejo de Redacción de la revista, Narsa Silva. Este fue publicado en el número 116, en el año 2001 (Cuarto trimestre). Valga este perfil para conocer un poco más de la trayectoria y vida de José Ignacio, uno de los fundadores de Comunicación.
Con una amplia formación académica como filósofo y teólogo, José Ignacio Rey, oriundo de la ciudad marítima e industrial de Bilbao, País Vasco, recorrió los quince años de carrera jesuita en diferentes lugares: España, Alemania e Italia, para finalmente trasladarse por iniciativa propia a América, siendo asignado por la Compañía de Jesús a Venezuela, donde se “estrenó como Jesuita formado”.
En tierras vascas transcurrieron los años de su infancia y adolescencia, para luego partir a otros destinos que lo trajeron a nuestro país en 1967. A Venezuela le ha brindado “casi” 35 años de intensa actividad, habiendo formando a un cuantioso número de alumnos en la Universidad Católica Andrés Bello, entre los cuales me siento afortunada de haberme encontrado dentro de su cátedra de Ética Profesional.
Sin duda alguna, todos sus alumnos han disfrutado de sus conocimientos y vivencias, y reconocemos en él a un docente con vocación de entrega y servicio, exigente y servicial, que despertaba a su paso cariño, respeto y admiración.
Jesuita de espíritu humilde, libre y comprometido con sus ideales, tiene entre sus virtudes ser dueño de una amplia cultura y sapiencia. Su sencillez, calidad humana, sinceridad y agudo sentido del humor lo caracterizan.
Con esta sinceridad y humor recorre para este perfil los principales caminos de su vida, iniciando este recorrido en su infancia.
Entre la medicina y el sacerdocio
Es el segundo de cinco hermanos, producto de una “[…] hermosa pareja: gente sencilla que nos enseñó siempre el valor de la honestidad y la lealtad, del trabajo y la familia. Mi familia la siento muy cercana, y las virtudes que yo pueda tener, fundamentalmente considero que fueron aprendidas en el hogar”.
Cursó su primaria en una escuela pública “con la suerte de haber tenido excelentes maestros”, y luego estudió en el Colegio de Jesuitas en Bilbao. Al terminar el bachillerato, comenta que tenía la ilusión en la vida de hacer algo hermoso y generoso hacia los demás. “Eso es el cristianismo en el fondo. Mi familia siempre fue muy cristiana, pero nada fanática. Cumplidores de los deberes de Iglesia, éramos, sin embargo, más cristianos que de Iglesia”.
Pensó que una carrera hermosa podía ser la medicina, porque veía en ella la oportunidad de servicio a los demás, en algo tan fundamental como es la preservación de la vida. A fin de cuentas, una carrera científica pero cargada de humanismo. La otra alternativa era seguir a la Compañía de Jesús, que también la veía como una excelente oportunidad de entregarse a los demás y de hacer el bien.
Yo alguna vez he dicho que yo entré a jesuita como pude haber sido médico, porque entiendo mi vocación como una ayuda al mejoramiento de la calidad de vida de la gente. Los jesuitas tienen una organización misionera, gente desprendida con una gran capacidad de servicio y disponibles para ir donde más se los necesite. Opté por esta segunda forma de la medicina.
Con una formación larga y sólida, se siente muy orgulloso de pertenecer a la Compañía de Jesús.
Yo pretendo ser profundamente cristiano, pero mi estilo de cristiano, sacerdote y jesuita es parecido al que tenían mis padres como cristianos, es decir, no soy un hombre excesivamente ‘clérigo’, me gusta más sintonizar con lo humano, estar cerca de la gente y de sus problemas; siempre con una actitud muy abierta. Lo importante no es que los jesuitas seamos importantes, lo importante es que la gente sea mejor y feliz; nosotros sólo somos un instrumento.
Recuerda los principios de San Ignacio de Loyola que advertía “cuidado con creernos importantes, lo nuestro es para servir”. Afirma que aspira al servicio de Dios en la Compañía de Jesús para mejorar la calidad de vida de la gente en un sentido integral.
No sólo es esa vieja idea de que los demás se salven, como si salvarse fuera ir al cielo y evitar el infierno. Yo creo que la gente se salva en esta vida. Es aquí donde está en juego la lucha entre el bien y el mal. La vida posterior se debe dejar en manos de Dios; el reto está aquí.
Una vez que decide ingresar a la Compañía de Jesús, empieza un largo recorrido de formación. En Alemania obtuvo la licenciatura en Filosofía; en España cursó la licenciatura en Teología, y luego se trasladó a Roma para cursar en la Universidad Gregoriana un posgrado en Teología Espiritual, en el que el tema de su tesis versó sobre “La institución de la propiedad privada en los pensadores cristianos de los siglos I-IV”.
Al culminar sus estudios de posgrado, se trasladó a tierras venezolanas en 1967. Comenta que venir a América fue una decisión suya. “Cada región de España se ocupaba de una parte de América Latina, y los jesuitas de mi región tenían asignadas Centroamérica y Venezuela. Una vez que propuse América como destino, mis superiores me destinaron concretamente a Venezuela”.
Entre las razones por las que escogió este continente “para estrenarse como jesuita formado”, señala que, además del idioma, y de considerar esta región geográfica como una extensión de su familia espiritual:
[…] veía que España y Europa tenían demasiada atención y que en este continente había grandes retos y faltaban operarios y cosas por hacerse. También porque España tenía y tiene un deber histórico en estas tierras. España se comprometió aquí, para bien o para mal, en época de la conquista y la colonia, y aunque yo no soy favorable ni a conquistas ni a colonialismos, considero que dejó tareas pendientes; en ese sentido, España debe asumir el compromiso de lo que hizo mal y del bien que no acabó de hacer.
A esto hay que agregar el talante misionero de la Compañía de Jesús, integrado ya a este joven jesuita, y que resultaba una inspiración para recorrer nuevos caminos.
Sus vivencias en la UCAB
Al llegar a Venezuela inmediatamente lo destinaron a la Universidad Católica Andrés Bello, con el propósito de formar parte del equipo del Instituto de Estudios Teológicos del cual fue, primero, subdirector (1967-70) y luego director entre 1970 y 1972.
El equipo concibió al Instituto como una pequeña escuela universitaria, se investigaba sobre temas de teología cristiana y se brindaba a seglares y religiosas cursos nocturnos de teología en tres años. Siempre luchamos porque las labores del instituto y el título que otorgábamos a esos estudios tuvieran cada vez más reconocimiento.
Al mismo tiempo se inició como docente en otras escuelas y comenzó a dictar dos cátedras: Filosofía Social y Política en la Escuela de Ciencias Sociales, que continúa en la actualidad, y Fenomenología Socio-Religiosa (luego y hasta el presente, Ética profesional de la Comunicación) en la Escuela de Comunicación Social.
La cátedra de Fenomenología “[…] era una especie de Antropología del hecho religioso en América Latina, que trataba de la influencia de la religión en los pueblos latinoamericanos, con un enfoque cristiano desde la óptica de la Teología de la Liberación”.
Junto a otros jesuitas y profesores laicos, participaban del espíritu de esta tendencia cristiana, lo cual les trajo problemas.
Desde el Instituto se encarna ese espíritu progresista. Nosotros veníamos con el Concilio Vaticano II recién terminado, con una visión progresista de la Iglesia, muy moderna y liberal, que chocó con ciertas estructuras conservadoras dentro y fuera del recinto universitario, todo ello en medio de la década convulsionada y esperanzadora de los sesenta.
A su vez, existía un estudiantado “particularmente inquieto” que demandaba una universidad más abierta, comprometida y democrática. “Apoyamos a los estudiantes, creíamos en los jóvenes, y considerábamos importante darles representación estudiantil y producir egresados comprometidos con el cambio social”.
El final de la crisis sobrevino con la expulsión en el año 1972 de varios estudiantes y cinco profesores, tres de ellos jesuitas, entre los cuales se encontraba Rey. Esta expulsión de la UCAB duró solo un año, pues en 1973 se reincorpora nuevamente a esta casa de estudios en la cual ha ejercido una magnífica labor docente.
Al recordar esta época de su vida, comenta que fue “intensa e interesante”. Sin duda fue una crisis, y de toda crisis surgen oportunidades que él supo aprovechar para enrumbarse hacia nuevos horizontes.
Recordando al Centro Pellín
Una vez temporalmente fuera de la UCAB, se reúne con varios jesuitas que deciden formar su propio equipo y es así como nace el Centro Pellín, una comunidad jesuita que intentaba convertirse en un centro especializado en Comunicación Social.
José Martínez Terrero, Epifanio Labrador, Ignacio Ibáñez y yo fundamos el Centro Pellín, a finales de 1972. La orientación del Centro era crear un equipo al servicio de la comunicación popular y alternativa, es decir, dotar a los pobres de vehículos de expresión, y crear para ellos medios económicos alternativos y flexibles.
Además de filósofo y teólogo, entra entonces de lleno en el mundo de la comunicación, el cual hizo también suyo, desde la teoría y la práctica.
[…] Ahí empieza mi dedicación mucho más determinante al mundo de la comunicación. En esta nueva línea de trabajo escribí varios artículos sobre cómo entender la comunicación alternativa, dándole a la misma un matiz político en el mejor sentido de la palabra. Me dediqué ahí a construir un basamento teológico y político de la obra que nacía. Hicimos cosas muy hermosas, como comprar un aparato grabador multiplicador que a gran velocidad reproducía programas de radio que pudieran ser distribuidos en los barrios.
Señala que esta práctica de comunicación alternativa le obligó a teorizar, a relacionarse con el mundo de la comunicación y a estudiar.
Fueron creando su propio archivo bibliográfico, y estableciendo contactos con otros centros latinoamericanos que trabajaban sobre esta área. Se empezaron a dar cursos en distintas comunidades de los sectores populares sobre comunicación alternativa, sobre cómo usar los grandes medios, y sobre cómo podrían organizarse y hacerse oír.
Luego se incorporan al equipo Francisco Tremonti s.j., que venía de Estados Unidos de realizar un posgrado en Televisión, y Jesús María Aguirre s.j., egresado en Comunicación Social. Conformaban un equipo multidisciplinario que decide crear una revista especializada en el área que trabajaban. Así surge Comunicación en 1974, concebida como “[…] un medio democrático integrado por un equipo multidisciplinario, cuyo propósito era generar opinión y pensamiento. Más tarde entraron laicos y seglares en el proyecto de Comunicación, entre ellos, Marcelino Bisbal, Sebastián de la Nuez y César Miguel Rondón”.
El Centro Pellín funciona hasta principios de los años ochenta, y luego su equipo y la revista pasan a formar parte del Centro Gumilla donde hasta hoy se mantiene.
Sin duda alguna, la revista Comunicación a lo largo de su historia ha representado un valioso aporte al mundo de la comunicación, la investigación y la academia. Para Rey el principal éxito de la revista es que ha sido y continúa siendo:
[…] una referencia nacional obligada, para comunicadores sociales, investigadores, y en cierto modo, para el político que entiende el fenómeno de la comunicación. Siempre ha sido considerada como una revista seria, comprometida con el cambio social, con incidencia política, que está integrada por un equipo de profesionales interdisciplinario, y que a lo largo de su trayectoria ha mantenido la coherencia de su línea editorial.
Rey enfatiza que, si bien es cierto que la revista se ha acomodado al devenir de los tiempos, no tiene por qué acomodarse a cualquier ideología.
Creo que hay que estar al día, pero con criterio. No podemos adaptarnos a lo que prevalece simplemente porque prevalece. Debemos mantener una postura crítica, sin perder de vista nuestra línea editorial. Por otra parte, estoy convencido de que es precisamente en el ámbito de la política donde se toman las grandes decisiones y una revista de comunicación tiene que estar atenta a lo que ocurre en el continente, y en ese sentido tiene que tomar posiciones, pero con un sentido crítico y analítico. La revista es para mover la realidad, no puede quedarse en el academicismo puro, debe mover conciencias para cambiar las realidades y tiene que estar siempre muy contextualizada.
Confiesa que el proyecto de la revista Comunicación resultó un éxito como modelo, pues “[…] siendo una revista de jesuitas, en cierta forma deja de ser nuestra, de la Compañía de Jesús, pues se ha conducido con un criterio amplio y liberal, creando y dejando un espacio para todos”. Además de su pasión y dedicación a la revista Comunicación, en este breve recorrido por las vivencias y experiencias de José Ignacio Rey, hay que hacer especial mención de su vocación y dedicación a la docencia.
La docencia: una vocación heredada
Rey, al hablar de su pasión y dedicación hacia la docencia, recuerda a su familia con especial cariño. Admite que su vocación docente le viene heredada de sus ancestros. Proviene de una familia de maestros. “Mi abuelo fue un maestro de escuela estupendo, en el pueblo donde nació mi padre. También una tía muy cercana fue mi maestra y me enseñó el deber ser de un maestro”.
Está próximo a cumplir 35 años en la docencia. Desde 1967 es profesor regular de la UCAB y ha sido profesor invitado en la UCV. A lo largo de su carrera ha impartido las siguientes cátedras y seminarios: Ética Profesional de la Comunicación (Cátedra); Filosofía Social y Política (Cátedra); Fenomenología Socio-Religiosa (Cátedra); Filosofía de la Religión (Cátedra); Antropología Bíblica (Cátedra); Situación Social y Política de América Latina (Seminario); Sociología de la Comunicación (Seminario); Teología de la Liberación (Seminario).
Valora muchísimo la docencia, y la considera como una:
[…] infinita paternidad responsable, sin caer nunca en el paternalismo. A mí me gusta más que me llamen maestro. Si al final del año logro haberme merecido el título de maestro, ése para mí es el mayor logro; porque profesor es el que entrega conocimiento, pero maestro es el que enseña a vivir la vida y la profesión, y esto me parece un reto más difícil y más hermoso.
Su paso por la docencia le ha dejado grandes satisfacciones. Para Rey es un compromiso, una responsabilidad, un deber y una vocación, que ha desempeñado con mucha mística a lo largo de su trayectoria como docente. Esta dedicación y entrega a la docencia fue premiada al recibir la Medalla de Plata al Mérito Académico y la Medalla de Oro al Mérito Académico, otorgadas por la Universidad Católica Andrés Bello.
Además de docente, es un investigador reconocido en las áreas de Filosofía Política, Comunicación Social y Teología. Ha sido profesor-guía y jurado examinador de muchas tesis en las áreas de Comunicación Social y de Ciencias Sociales; ha participado en foros, conferencias y debates, en el ámbito estrictamente académico y también en radio y televisión, y ha sido ponente invitado en varios congresos nacionales e internacionales, sobre temas de Teología, Comunicación Social y Ciencias Sociales.
Es miembro de la Asociación Venezolana, Latinoamericana y Mundial de Investigadores de la Comunicación; miembro directivo del Comité por una Radio-Televisión de Servicio Público (RTSP); “Director de Obra” en la Parroquia Universitaria de la UCV (Caracas, 1979-1998); miembro fundador del Consejo de Redacción de la revista Comunicación y colaborador habitual en diarios nacionales y en revistas especializadas.
Este espíritu libre y abierto, además de docente e investigador, también dedica tiempo para disfrutar de sus hobbies favoritos: la fotografía, el cine y el deporte.
Sus aficiones
Su padre fue fotógrafo, pintor y escultor aficionado. “De ahí creo que me viene el gusto por la imagen y la fotografía. Sólo soy un aficionado a la fotografía, no un profesional”. Se considera muy visual, le gustan los colores y contemplar la belleza de la naturaleza. Es un gran espectador y entendido del séptimo arte. A los quince años, en Bilbao, ya era proyeccionista de cine en la Congregación Mariana de la residencia de los Jesuitas.
Yo era el encargado de la proyección de películas. Ahí se reunían muchos jóvenes a disfrutar del cine de la época. Esta experiencia duró dos años. Luego, durante mi estancia en Alemania y Roma, acudí a los cines de arte y ensayo. Sabía quiénes eran los mejores directores y guionistas del momento y disfrutaba enormemente viendo sus películas.
Se considera feliz en una sala de cine, y confiesa que ve sus películas favoritas en los preestrenos. Como espectador selectivo prefiere el cine de autor, “[…] el habitual cine industrial me aburre, y prefiero ver a un autor que trabaja en aquello que quiere y le gusta”. Pero, además de ser un gran espectador, tuvo la oportunidad de hacer su propia película durante su estancia en el Centro Pellín. Dirigió y escribió el guion de El nacimiento de una esperanza, que tenía como tema central la Navidad, la cual fue difundida por el canal 5. “Se filmó en 16 mm, blanco y negro, tenía pocos personajes y duraba alrededor de 17 minutos. Se basa en el nacimiento de un bebé en un ranchito, cuyos padres eran una joven pareja que venía del interior y estaban recién llegados a Caracas”. Recuerda con gracia que se trasladaron al interior para filmar a la pareja subiendo al autobús que los trasladaría a Caracas. “Fue una bonita experiencia y disfrutamos mucho haciéndola”.
Ha sido jurado de premios de cine, jurado de guiones de cine, y ocasional crítico en artículos publicados en la revista SIC. Además del cine y la fotografía, es gran aficionado al fútbol y conocedor de esta disciplina. Confiesa que nunca jugó demasiado bien al fútbol, pero que siempre ha sido espectador fiel. “En el colegio jugaba mucho al fútbol y papá me llevaba a ver al Atlhetic de Bilbao. Fui mejor jugador de pelota vasca, y un buen ciclista”. Recuerda que, junto a un compañero holandés, a los 32 años recorrió en bicicleta alrededor de 700 kms, de Bilbao a Santiago de Compostela, y otros tantos kilómetros de vuelta. “Era año Jacobeo, estudiábamos Teología y decidimos lanzarnos a la aventura de recorrer muchos kilómetros y cumplir con un deseo”.
Narsa Silva
Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Católica Andrés Bello. Fue miembro del Consejo de Redacción de la revista Comunicación.