Si bien el artículo se refiere a la idea del Gobierno español de instaurar una ley sobre los medios digitales con el único objetivo de establecer censura –incluso autocensura– sobre los contenidos a publicar en los medios digitales, desde ahí nos ofrece, en síntesis, ciertos planteamientos sobre la libertad de expresión y de pensamiento como garantes de la democracia. De la lectura del texto podemos extraer lecciones para nuestra propia realidad.
La propaganda siempre está hecha de mentiras, incluso cuando uno dice la verdad. En 1942 George Orwell anotó esta reflexión en su diario personal, reproducido más tarde en el libro Escritor en guerra. Por las mismas fechas, en sus Recuerdos de la Guerra de España mencionaba la tendencia del naciente régimen franquista a apoderarse no solo del futuro del país, sino también de su pasado. Esto lo intentan conseguir ahora algunos con las leyes de memoria histórica; tienen que ver con la memoria histórica lo mismo que la música militar con la música o el derecho canónico con el derecho. El relato ha sido siempre un arma del poder, en democracia como en dictadura, y por eso aquel tiende siempre a controlarlo. Lo que ha llevado a todos los teóricos de la democracia a insistir en la relevancia de la libertad de expresión como fundamento esencial de la misma.
El enfrentamiento entre los gobiernos y las libertades de información y de pensamiento es tan viejo como la historia del mundo. Todas las democracias que hasta ahora han sobrevivido a la tiranía de sus líderes y la corrupción de los partidos políticos han sido escenario de debates descarnados sobre la máquina del fango, un cacharro que Pedro Sánchez conoce bien y en cuyo manejo es experto, habida cuenta de su capacidad para el cinismo. La desvergüenza, la mentira y la difamación son armas por desgracia habituales en la lucha por obtener y conservar el mando, al margen de la ideología de quienes se empeñen en ello. Pero su empleo eficiente exige la convicción, muy patente hoy en la dirección del Partido Socialista, de que el fin justifica los medios.
Es probable que Orwell escribiera la reflexión citada en el comienzo de este artículo tras su experiencia como redactor radiofónico en la BBC. Y que se inspirara en ella a la hora de describir en 1984 el funcionamiento del Ministerio de la Verdad. Antes de que la radio le diera acceso al micrófono, tuvo que asistir a unos cursos de formación que algún amigo suyo describió como la Escuela de las Mentiras. Y aunque él mismo declarara que nunca había sufrido censura alguna, cuando menos fue reprendido, si no amenazado, por unos comentarios críticos contra Stalin. ¡Y estamos hablando de la admirada y admirable BBC! No digamos de lo que pasa ahora en Televisión Española, empeñada en arrebatar a la televisión autónoma de Cataluña el liderato de la sumisión al poder de turno. El que paga manda, aunque lo haga con dinero ajeno. [Continua leyendo…]
Comunicacion-207-208-29-31-La-escuela-de-las-mentiras