La TV desestabilizadora
La TV desestabilizadora

AUTOR: Alejandro Benzecry

A lo largo de los cuarenta años de democracia en nuestro país, los distintos medios de comunicación protagonizaron roles de menor o mayor importancia, dependiendo del período presidencial y, sobre todo, de la época. Es decir, con el pasar de los años, los medios de comunicación han ido adquiriendo una relevancia y popularidad evidentes y considerables, con repercusiones en unos gobiernos muy marcadas y en otros no tanto. Sin embargo, estas fluctuaciones no omiten su preponderancia desde su nacimiento, porque es parte de su naturaleza versátil, que a veces beneficia y otras perjudica. Así lo vivió Carlos Andrés Pérez. A pesar de haber sido el lúgubre ministro de Betancourt, probó las mieles de los medios de comunicación en sus dos campañas presidenciales. En la campaña para su primer gobierno porque lo transformaron en el hombre dinámico, el hombre que camina y lo llevaron a lo más alto hasta convertirse en uno de los presidentes más populares y “más queridos”. Y en la segunda campaña, luego de la crisis con Luis Herrera y su famoso “viernes negro”, los medios se ocuparon de revivir la imagen de dinamismo, de bonanza y de bienestar para así consolidar su favoritismo. No obstante, durante su segundo gobierno y sobre todo en el tramo final, también sufrió las garras de los mismos que lo llevaron a la cima, y que, sin duda alguna, colaboraron en el complot nacional para su destitución en el año 93. 

Entre todos los medios, analizaremos en la medida de lo posible la Televisión en tiempos de CAP II. Desde que surgió este medio masivo se ha destacado por lo accesible, relevante, entretenedor y llamativo que es. Es en estos días cuando su valor vacila, tambalea por las famosas redes sociales. Pero en ese entonces, años 80 y 90, la Televisión no tenía disputa. Luego del gobierno de Lusinchi, los medios, entre ellos la Televisión, sintieron una especie de emancipación. No solo porque sortear las trabas y obstáculos del lusinchismo era más que una hazaña, sino también por el miedo inducido por parte del gobierno, que cundió en los medios de comunicación y los llevó a la autocensura hasta el término del período presidencial.

Ya con Carlos Andrés Pérez al mando de un gobierno con visión y misión, que quería cambios y anhelaba desarrollo, la Televisión se desinhibió. Hombres como Marcel Granier, uno de los dueños del grupo 1BC, se enfilaron en las líneas de la antipolítica sobre famélicas excusas como el repudio al “Paquete” económico o su errónea forma de aplicación. Canales como Radio Caracas Televisión (RCT), Televen, Venevisión, inflaban hasta casi el estallido cualquier suceso en el país delegando la culpa en el presidente y sus tecnócratas, cuyo único pecado fue la dejadez en el ámbito político, el descuido del mismo, ya sea por megalomanía de Pérez o por ineficiencia de los partidos. Aprovechándose de los rumores y sucesos en su primer gobierno, estos canales acusaban constantemente al presidente de corrupto, sin bases sólidas ni confiables. Aunque endebles esas acusaciones, no podemos obviar su pequeño aporte en una situación tan inestable para formar una matriz de opinión en contra de Pérez. En el inestable el contexto venezolano del momento, porque las medidas del paquete eran verdaderamente fuertes, ejecutadas a manera de “shock”, sin titubeos, con futuros resultados positivos pero momentáneos inconvenientes, la magnitud de sus efectos colaterales no fue prevista. Uno de ellos, el supuesto y genuino estallido social, el Caracazo. Los medios televisivos transmitían y exageraban sin escrúpulos todas las

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imágenes de los inicios de las protestas, lo que, según Diego Bautista Urbaneja, tuvo un “efecto magnificador y propagador” que finalmente condujo a los saqueos y al gran estallido social. No pasó siquiera un mes de la “coronación” para que este revuelto tuviese lugar en nuestra historia y sirviera como excusa para dos asonadas. Intención de apaciguar las aguas por parte de los medios no hubo. Los canales nacionales, en especial RCTV con su icónica novela “Por estas calles”, cuyo alcance llegó a niveles casi absurdos, degradando, denunciando y responsabilizando a los políticos por la situación del momento, Televen y Venevisión, encontraban en el repudio a un gobierno en crisis política y económica su razón de ser. Si hacemos la comparación entre el gobierno de Chávez y el de Carlos Andrés, una razón ética y lógica para que los mismos medios, adalides de oposición de CAP, se hayan comportado como insufribles cómplices con el ex Teniente Coronel pareciera no existir. Eran los mismos canales y los mismos dueños. Solo había una diferencia: ciento cincuenta dólares. Ciento cincuenta dólares el barril de petróleo implicó plata para todo el mundo, así como escasas y raquíticas críticas al gobierno. Moral, ética, democracia, estabilidad, en tiempos de CAP, y con repercusiones hasta el día de hoy, se convirtieron en palabras que para la mayoría solo tenían significado en el diccionario. Prueba aún viva y exenta de esto, y aquí hacemos énfasis, es el famoso y respetado Eladio Lares. Un personaje de mucha jerarquía y amplia trayectoria en la Televisión venezolana. En el momento más crítico e inestable de la democracia y del gobierno de Pérez, Lares alegó que la estabilidad democrática no era asunto de ellos, de los medios, porque su responsabilidad, su “negocio”, era el entretenimiento. Lares no es el responsable, no es Satán. Extraemos este ejemplo porque su carácter simbólico sirve como referencia tangible del pensamiento de muchos medios. Tal era el complot para literalmente sacar de la presidencia a Pérez que quien comienza con la idea del juicio es el mismísimo José Vicente Rangel, que prácticamente transformó su programa “José Vicente Hoy” en una acérrima plataforma de crítica al gobierno de CAP. Además de la del Diario de Caracas, tenía una columna en el Universal, donde por primera vez se tocó públicamente el caso que terminó con la destitución del presidente. 

Consciente e inconscientemente la Televisión ejerció un rol desestabilizador. Conscientes, los ejemplos que acabamos de tocar. Inconscientes, alocuciones como la de Caldera, en la que el rechazo al golpe del 4F era no solo importante sino esencial, cosa que no hizo; el famoso “por ahora” del golpista y líder del golpe Hugo Chávez, que lo catapultó como un tercero, como una alternativa en el panorama político; las incesantes críticas de importantes personalidades como Arturo Uslar Pietri y Jorge Olavarría e integrantes de Acción Democrática como el vigente Henry Ramos.