¿El WhatsApp, amigo o enemigo?
¿El WhatsApp, amigo o enemigo?

AUTOR: Inés Muñoz Aguirre

Estos días de aislamiento a los que hemos sido sometidos por un virus, que aun no se sabe con certeza de dónde salió pueden ser el motivo para revisar algunas actitudes, ideas y comportamientos y cuidado si no es la oportunidad de reconocer otros virus que llegaron a nuestras vidas y se quedaron consumiendo buena parte de nuestro tiempo

Un tema que me apasiona porque tiene que ver con el trabajo que realizo como asesora de comunicación estratégica es el del manejo obsesivo de las redes, el cual se ha acentuado mucho estos días, así como también ocurre con otras formas de comunicación como el WhatsApp. Una herramienta que domina a mucha gente, le consume el tiempo, en muchos casos la felicidad  y la sana relación con el entorno.

La información en general en estos días grises anímicamente es un caos. Creemos que por tener un teléfono en la mano nos hemos ganado el derecho a reenviar todo cuanto nos llega. No priva ningún criterio en el envío de la información y todo se desliza como un tobogán que nos conduce a un pozo sin fondo.

Se percibe con claridad ese ímpetu retador del ser humano por ser mejor que el otro. ¿En qué sentido? En que pareciera que quien más envíe y reenvíe, aunque no se haya contrastado lo que se manda, los llevará a ganar la carrera. La creación de grupos ha proliferado porque se originan como feudos de sus creadores, con lo cual si usted opina lo contrario al “líder” y sus fanáticos se estrellará contra un muro de rotundo silencio o más drásticamente  con una rotunda expulsión.

He visto a editores de medios digitales reenviar sin compasión alguna información que uno como comunicador sabe enseguida que son falsas. ¿dónde queda el “ojo” del profesional?, He visto los que se emocionan y me imagino la danza de su adrenalina al tratar de demostrar que enviaron primero la información. Esos que lo reenvían todo una y otra vez sin leer y sin ni siquiera ver que ya ha sido enviada. Ocurre una y hasta dos veces en un mismo chat. (Y hay los que superan esta modesta cantidad).

En conclusión, creo que la madurez, el filtro y la decencia frente a la información está en manos de cada uno de nosotros.  Hay que bajar la  interrelación con ellas, a conciencia. En mi caso solo veo lo que manejo por mi trabajo como asesora de comunicación estratégica y como editora del portal Pasión país, que es lo que me ocupa. Selecciono lo que leeré de tal bombardeo porque lo que sí es cierto es que hay que estar informado.  Bien informado. Sobre todo en estos tiempos de pandemia. Mi reflexión incluso va más allá de lo que parece a simple vista, no podemos obviar que es muy frágil la línea divisoria  entre la locura y la cordura. ¿Cómo si no tomamos conciencia de ello podemos salir sanos de esta experiencia?