Foto: César Krrillo
SUMARIO
Se nos dice en el ensayo que los memes de Internet son construcciones narrativas que expresan. En tal sentido, el artículo plantea que los memes pueden ser leídos como si ellos fueran un lenguaje, y lo son. Así, se pregunta si la vida es un meme porque nos cuentan historias, retratan aspectos de la realidad, hacen un registro visual de ciertas situaciones por las que atraviesa nuestro entorno, revelan opiniones, o son piezas absurdas sin ningún sentido que igual sacan una sonrisa. De alguna manera los memes hablan de las personas que los consumen.
El escenario
Descargué un videojuego solo por los memes. A finales de agosto, cada vez que entraba a Twitter y Facebook me encontraba con un montón de publicaciones –imágenes, comentarios, videos– relacionadas con Among Us, un juego en línea multijugador disponible para teléfonos y computadoras.
Al principio no los entendía, me faltaba contexto. No sabía que era un juego gratuito que existía desde julio de 2018 pero fue en 2020 que algunos jugadores decidieron transmitir en vivo en la plataforma de Twitch sus partidas. Ese fue probablemente el punto de inicio para las millones de descargas que tuvo el juego durante el mes de septiembre.
Me faltaba contexto pero aun así me reía de las publicaciones. Entre más contenido consumía sobre el juego más nociones básicas fui adquiriendo: el escenario es una nave espacial, los personajes son diez tripulantes de distintos colores, dentro de la nave hay uno o tres impostores. Los tripulantes deben hacer una serie de tareas que les fueron asignadas al comenzar la partida, los impostores tienen el objetivo de sabotear la nave y acabar con la tripulación. Cuando un tripulante se encuentra un cadáver en la nave –o si sospecha de alguien– se abre el espacio para la discusión. Todos los jugadores dicen lo que vieron, comentan sobre los sospechosos y proceden a una votación con la intención de sacar de la nave al impostor.
Una de las partes más divertidas es la dinámica que se genera dentro del chat del juego, eso lo descubrí cuando comencé a jugar. Al ver la aplicación móvil dije “Creo que ya sé cómo jugarlo, quiero formar parte de esto”. La primera semana de septiembre elegí mi nombre de usuario, leí las instrucciones del juego –porque seguía siendo importante– y busqué una partida. Los memes de Among Us adquirieron un nuevo nivel para mí porque ya tenía un contexto.
Un cielo lleno de memes
Los memes no son “algo” reciente. Esta cantidad de memes que hay actualmente en Internet no apareció de repente, de la nada, sin avisar. No. Desde hace veinte años se están produciendo, consumiendo y compartiendo memes en la red. Hay tantos memes como estrellas hay en el cielo. ¿Qué ha cambiado entonces? Que si Internet es un cielo estrellado –lleno de memes– el humo y las luces no dejaban ver con claridad las constelaciones. El contenido de los foros de Internet migró a las redes sociales, una gran cantidad de usuarios abandonó el anonimato y comenzó a generar contenido sobre sus creencias e intereses con un tono humorístico. La atención de muchos medios, marcas e instituciones se fue centrando en este lenguaje utilizado por jóvenes y surgió una necesidad por entenderlos e incluso incorporarlos a sus discursos.
Llegamos al 2020 y nos encontramos con un artículo del escritor Jorge Carrión sobre la “Política y estética del meme” para The New York Times, un hilo en Twitter de la Embajada Británica en Argentina que narra con memes las oportunidades de becas que ofrecen y un concurso de “memes activistas” organizado por la ONG Otro enfoque para seleccionar la mejor serie de memes que aborde la defensa de los derechos humanos. El cielo se ha ido despejando para muchos usuarios y ese proceso de descubrir el poder que tiene un meme para transmitir un mensaje o de darse cuenta que estamos ante un grupo inmenso de personas que tiene una habilidad para crear contenido en cuestión de segundos es un meme en sí.
Para Richard Dawkins –el biólogo que usó por primera vez el término “meme” en el año 1976–, el meme es una idea contagiosa, una concepción que pasa de persona a persona a través de la imitación, muchas veces de forma inconsciente. Antes de Jorge Carrión alguien más descubrió que los memes podían ser una evolución de la caricatura política, leyó el concepto de Dawkins publicado en el libro El gen egoísta y notó el impacto que tenían en su actualidad. Y antes de esa persona alguien más hizo lo mismo, es un ciclo. Lo mismo ocurre con el hilo de la Embajada, no es la primera ni será la última cuenta institucional en darse cuenta que los memes son una buena herramienta para captar la atención.
Un ejercicio activo
Los memes de Internet son construcciones visuales que pueden ser replicables. Son unidades de transmisión cultural que a través del humor y distintos recursos gráficos permiten la comunicación entre usuarios. Pueden ser aprendidos como un lenguaje, a medida que nos adentramos en el entorno en el cual se desarrollan podemos ganar mayor conocimiento sobre los temas que se están abordando o fijarnos en la estructura para poder armarlos.
Imaginemos que queremos aprender un nuevo idioma. Dicen que cada idioma es una cultura, una forma de pensar, y para poder familiarizarse con él debemos consumir más contenido en ese idioma como ver películas, series, leer, conversar con otras personas, fijarse en la construcción de oraciones, en la entonación, y un largo etcétera. Eso mismo ocurre con los memes: la cantidad de memes que logras entender es directamente proporcional a la cantidad de contenido que consumes en Internet. El meme no es solo el video, la imagen o la frase que compartimos sino la referencia que tienen en conjunto y la posibilidad que tenemos de adaptar ese mismo producto a diferentes formatos en diferentes momentos.
De la misma forma que aconsejan leer mucho para poder escribir bien hay que ver diferentes estilos de memes para elegir cuáles nos gustan, cuáles entendemos, cuáles nos hacen reír y cuáles podemos intentar replicar. Es una cuestión de práctica, es un ejercicio activo, no pasivo. También se trata de preferencias –no todos tienen que amar los memes–, de habilidades –no todos deben hacer memes– y de perspectiva –no todos van a estar de acuerdo con algunos memes–.
Ningún meme es inocente, todos tienen una intención; ya sea informar, expresar, comunicar, entretener o vender. La mayoría de ellos se basan en ideas o hechos de la realidad, parten de una experiencia propia o ajena. Aun cuando haya sido creado como un chiste o con la intención de hacer reír a alguien más, en el fondo la persona puede creer que lo que dice es verdad. Ahí entra el tema de la interpretación, con qué seriedad lo toma un creador y con qué seriedad lo acepta un consumidor. No siempre están en el mismo nivel, pero eso no ocurre únicamente con los memes. Ocurre con cualquier producto u obra que sea compartida.
La curaduría
Un comediante hace un chiste sabiendo que será aplaudido por un grupo y abucheado por otros. Un escritor publica un libro sabiendo que será amado por unos y criticado por otros. Un director producirá una película que se convertirá en una de las mejores para unos y una de las peores para otros. Los memes no escapan de esa realidad y no tienen por qué hacerlo, también hay un proceso creativo en ellos y la aceptación del mensaje dependerá de los intereses compartidos con el resto de los usuarios.
No todos pueden hacer una película, escribir un libro, bordar un suéter, instalar un software o hacer un meme, a menos que se lo propongan. Y si lo hacen no implica que será bueno la primera vez, o la siguiente.
Se cree que meme es sinónimo de viral y para mí no es así. La gente puede hacer un meme que llegue a dos likes y tres compartidas y aun así sería un meme. Alguien puede publicar un video gracioso con más de mil compartidas que termine en varias redes y eso no lo convertirá automáticamente en meme.
Meme es lo que nos permite representar algo, adaptarlo a un nuevo contexto, entenderlo con referencias o incluso reírse cuando se carece de ellas. El meme siempre queda, como manifestación de un hecho, idea, expresión, sentimiento. Lo viral puede ser pasajero. Por supuesto que hay memes virales y la viralidad facilita la creación de memes pero no son intrínsecos.
Los memes nos cuentan historias, retratan aspectos de la realidad, hacen un registro visual de ciertas situaciones por las que atraviesa nuestro entorno, revelan opiniones o son piezas absurdas sin ningún sentido que igual sacan una sonrisa. Es importante la curaduría de contenido. Como creador: ¿qué contenido estoy consumiendo y cuál puedo adaptarlo a un formato de meme? Como consumidor: ¿qué cuentas o perfiles estoy siguiendo?, ¿qué tipo de memes estoy viendo?, ¿cuáles me gusta compartir?
No se puede decir que no hay memes sobre noticias importantes si no estamos siguiendo a las cuentas que hacen memes sobre los temas que nos parecen importantes a nosotros. Y si realmente no los hay, podrían crearse. Porque hacer memes no es quitarle importancia a algo, es interpretarlo de otra forma. Hay un deseo de formar parte del mapa de significados, de moverse dentro del cuadro de referencias del cual se alimentan los memes.
A través de los memes pude entender un juego como Among us porque me propuse aprender sobre el juego a través de los memes. Estaba rodeada de contenido, quería ser parte de él y empezar a hablar con esas referencias dentro de una comunidad. Tuve la disposición, dejé de verlo como algo ajeno a mí, yo me incluí.
La vida, el meme
En este punto me pregunto si la vida es un meme o un conjunto de ellos. A lo largo de los años, gracias a la evolución y el desarrollo de nuevas herramientas y tecnologías que le permiten al hombre ser y estar en sociedad podemos ver el proceso de comunicación desde otro enfoque.
Es válido darle importancia a los memes y a lo que logran entre usuarios. El comportamiento, la selección de imágenes, sonidos y palabras, e incluso la generación de nuevo material o la apropiación del trabajo de otros.
Podemos plantearnos nuevas interrogantes que se adapten a este campo: ¿Cuál es el meme originario? ¿Quién lo tuiteó primero? ¿Si dos personas escriben el mismo tuit realmente se llama plagio? ¿Realmente somos dueños de nuestros memes? ¿Aquel que se hizo viral –o que logró un alcance considerable– con una publicación fue realmente el creador de esa pieza o solo tuvo a los seguidores clave que permitieron que se propagara dicho mensaje en las líneas de tiempo dejando al margen al autor intelectual?
Preguntas que pueden iniciar un debate solo si realmente tenemos deseos en conocer sus respuestas porque al igual que con todo lo que nos rodea: se trata de interés y perspectiva.
Arantxa López
Egresada de la Universidad Central de Venezuela (UCV) como licenciada en Comunicación Social. Desde el año 2018 trabaja como cronista en el medio de periodismo narrativo Historias que laten.