AUTOR: Johanna Pérez Daza
La exposición fotográfica que nos ofreció la UCAB e IPYS-Venezuela al presentarnos la muestra del World Press Photo en su edición de 2018, compuesta por 137 fotos de 42 fotoreporteros, de 22 países, le ha servido a la articulista para discurrir no solo sobre las imágenes presentadas, sino para reflexionar y recordar cómo la fotografía es un puente comunicacional, una mediación entre la realidad y lo que la propia fotografía nos muestra y lo que la audiencia (el receptor) aprecia que le sugiere esa fotografía
Oxímoron fotográfico
Puede resultar incoherente, pero tal vez el concepto que con mayor precisión sintetiza mi apreciación de la Exposición World Press Photo (WPP) proviene de las letras y no de la fotografía. Se trata de “oxímoron” definido en el DRAE como la “combinación, en una misma estructura sintáctica, de dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido, como en un silencio atronador”. Más que sentimientos encontrados, el recorrido por la exhibición evoca contradicciones que sin negarse producen y dan sentido a una nueva idea. Así, la tragedia y el dolor dialogan con la fuerza estética generando imágenes dramáticamente hermosas con contenidos estruendosos que nos dejan atónitos, con una extraña mezcla de tristeza y admiración que a tientas trato de definir como oxímoron fotográfico.
Las imágenes invitan a pensar. La reflexión se posa en la violencia y el caos de una sociedad que se agrede a sí misma y a su entorno y, a la vez, muestra su germen creador. En el recorrido pasamos sutilmente de conflictos y sufrimientos, a la sensibilidad del hecho fotográfico que abarca una amplia gama de matices y contrastes, llevándonos nuevamente al punto de partida para contemplar la insistencia humana y el empeño vital de seguir y levantarse, a pesar de todo.
Se plantea el dilema ante la belleza que puede surgir de una situación desgarradora. Fotografías de alto acabado que pueden tendernos una trampa haciendo que la crudeza capturada sea eclipsada por el hallazgo estético o relegada por el edulcorante visual. La disyuntiva de deleitarnos ante la luz, las texturas, los colores, las sombras de imágenes de hechos abrumadores y, en oportunidades, sórdidos. De un ser humano que se destruye y a la vez construye imágenes maravillosas. Destrucción y Creación como expresión dicotómica de tiempos convulsos y problemas desconcertantes que desembocan en lo mal que estamos como humanidad, sin por ello negar la prodigiosa capacidad de la fotografía para conmover y sensibilizar, para ubicarnos ante circunstancias distantes que, sin embargo, nos confrontan.
El ojo de la historia
Una serie con iluminación tenue y poses descansadas presenta respetuosamente a algunas trabajadoras sexuales en sus apartamentos, en San Petersburgo, Rusia, dejando una estela de tristeza y vacío. En un plano general, el trabajo “Buscando la libertad en el agua”, mujeres y niñas del archipiélago de Zanzíbar aprenden a nadar desafiando las restricciones culturales y religiosas. Retratos individuales de adolescentes –como Aisha– sobrevivientes del grupo terrorista Boko Haram que las secuestró y asignó misiones suicidas de las cuales lograron escapar. Una imagen de sutiles colores de dos hermanas en Suecia que parecen dormir tranquilamente y que mediante el texto que la acompaña descubrimos que padecen el Síndrome de la Resignación que afecta a los refugiados de entre 7 y 19 años, cuya solicitud de residencia ha sido rechazada, quedando en una especie de limbo que los deja inmóviles, mudos, incontinentes, limitados para comer y beber, durante meses y años.
Tomas de acción como la de una mujer tirada en el suelo y bañada en sangre que mira directo a la cámara tras los atentados de Londres, o fotos aparentemente más reposadas como la de un barco con turistas que observan la pobreza y condiciones de vida de los pescadores en Lagos. Una madre en Camerún plancha los senos de su hija para retrasar su crecimiento durante la pubertad e intentar prevenir futuras –y altamente comunes– violaciones y abusos sexuales, un doloroso procedimiento entendido como un acto de amor.
Un total de 137 fotografías de 42 fotoreporteros, de 22 países. Historias individuales y eventos colectivos. No son solo imágenes para informar, sino también para recordar y reflexionar. Escenas que tienen la fotografía como puente comunicante, capaz de conectar realidades y situarnos ante contextos que de otra forma, tal vez, no conoceríamos. En palabras de Flusser: “Las imágenes son mediaciones entre el hombre y el mundo”. Año tras año, desde 1955, el WPP ha puesto el dedo en las yagas de una sociedad, en las cicatrices y grietas a las que cuesta ser indiferentes. No nos sitúan “Ante el dolor de los demás” (recordando el texto de Susan Sontag), sino ante nuestro propio dolor, ante heridas abiertas que se encuentran, reconocen y confunden con otras laceraciones.
Terrorismo, migraciones, refugiados, conflictos armados, desastres naturales… los acontecimientos parecen repetirse. Encuadres y composiciones similares nos recuerdan que la tragedia es añeja y que, ciertamente, “la cámara es el ojo de la historia” (Mathew Brady). Un ojo que mira y nos hace ver a través de él, que ofrece un punto de vista que, en ocasiones, se cruza con nuestra mirada, a veces ingenua o desprevenida, otras acuciosa y detallista. A veces inconmovible, otras empañada en emociones. Resuena la acertada idea de Gary Knight, al afirmar que “Una fotografía no es el fin de una historia. Es el comienzo”. Más allá de la captura fotográfica de un suceso, su alcance se potencia a través de su circulación y difusión, así como de las posibilidades de influencia en distintas capas y niveles. No es exagerado afirmar, entonces, que la fotografía es una herramienta para recordar y representar, una forma de visualizar y entender el mundo, con sus actores y momentos claves, con temas y episodios significativos que conforman la agenda global y mediática, asumiendo la correspondencia y nexos entre ambas.
Espejo y ventana
En 1963, el venezolano Héctor Rondón llama la atención mundial por su foto del sacerdote Luis María Padilla socorriendo a un soldado herido en medio de la calle. La imagen conocida como La ayuda del padre se enmarca en los sucesos de El Porteñazo (1962), sublevación de la base naval Agustín Armario (Puerto Cabello) contra el gobierno del presidente Rómulo Betancourt. El capellán, de larga y oscura sotana, sostiene a un soldado herido en una composición que deja ver el casco y el arma de combate en el suelo, y en el fondo de la pared una difusa X situada a escasos centímetros de la cabeza del cura coronada por el letrero del lugar: “Carnicería La Alcantarilla”.
También conocida como La absolución final, la imagen fue publicada, entre otros medios, por el diario Últimas Noticias, siendo distribuida por la agencia Associated Press (AP) a medios impresos internacionales como, por ejemplo, la emblemática revista Life. Se hizo merecedora de los dos premios más prestigiosos en materia fotográfica: el premio Pulitzer y el Word Press Photo, convirtiéndose en una de las pocas imágenes que ha alcanzado ambos reconocimientos.
En 2018, el fotógrafo venezolano Ronaldo Schemidt de AFP gana el premio World Press Photo en la categoría “Fotografía del año” por la imagen del joven José Víctor Salazar Balza (28) envuelto en llamas en medio de las protestas contra el régimen de Nicolás Maduro ocurridas durante 2017. En su veredicto, el jurado destacó la carga simbólica de la imagen. “El hombre lleva una máscara sobre el rostro. Es como si no se representara solo a sí mismo, o a sí mismo ardiendo, sino la idea de una Venezuela en llamas”, señaló Whitney C. Johnson, directora adjunta de fotografía de National Geographic. En la categoría “Spot News Story” Juan Barreto –también de AFP– obtuvo el tercer lugar por sus imágenes de este mismo acontecimiento, una serie fotográfica que ofrece nuevos detalles y perspectivas.
Como la “X” en la pared al fondo del padre Padilla, en la parte superior derecha del muro que sirve de telón de fondo al joven ardiendo, una pistola en pintura negra dispara la palabra paz. Una irónica coincidencia de los meta códigos presentes en ambas imágenes. Otros aspectos nos hacen pensar en los puntos de encuentro entre estas imágenes que han puesto la atención en Venezuela. Entre la edición del WPP que premió la imagen de “El Porteñazo” y la que reconoció la “Crisis en Venezuela” se cuentan 55 años, un largo tiempo que nuevamente coloca al país en el ojo del huracán y lo hace visible, más allá de caducos clichés arropados por el petróleo, el béisbol y las mises. Tristemente famosos, pudiéramos pensar.
A pesar de nuestras calamidades, descubrimos –sin victimizarnos– que no somos el ombligo del mundo, que más allá de nuestras fronteras existen muchas, muchísimas situaciones que desconocemos. En el propio continente americano, en una fría meseta en China, o en lejanos lugares de Bangladesh, Irak, Jordania, Myanmar, Serbia…
Es la doble cualidad de dialogar con lo interno y lo externo, de mirarnos y mirar a otros, recordándonos las metáforas de la fotografía-espejo y la fotografía-ventana planteadas por John Szwarkoski, el legendario curador de fotografía del Museum of Modern Art (MoMA). Desde la primera postura la fotografía funciona como una ventana por la cual asomarse al mundo, permitiendo conocer la historia y los sucesos. La fotografía como espejo refleja opiniones, proyecta sentimientos a partir de búsquedas introspectivas.
La fotografía es, además, testigo. Insumo inicial para mostrar y llamar la atención, una especie de materia prima de posibles llamados de atención y, en ocasiones, catalizador de acciones. Fotografías como las del WPP no solo cuentan historias, sino que también suscitan preguntas. Interrogantes capaces de estimular transformaciones individuales y colectivas.
Fotoperiodismo
La fotografía periodística tiene la posibilidad de trascender a la opinión pública e incidir en la interpretación de los hechos, demostrando su fuerza al correr por el sistema globalizado, donde su difusión se incrementa y su alcance se pierde de vista, al punto que la idea que tenemos de muchos de los hechos mundiales pasa, indefectiblemente, por la imagen que ofrecen los medios de comunicación y, especialmente, la fotografía, ya que como apunta Sontag “Algo se vuelve real –para los que están en otros lugares siguiéndolo como ‘noticia’– al ser fotografiado”.
De aquí la importancia de un galardón como el WPP, considerado el más prestigioso concurso anual de fotografía periodística. Cuenta con las siguientes categorías: World Press Photo of the Year, Asuntos contemporáneos, Medio ambiente, Noticias generales, Proyectos a largo plazo, Naturaleza, Personas, Deportes, Noticias puntuales. El máximo premio es el World Press Photo of the Year a imágenes que sean representativas del fotoperiodismo de actualidad, destacando el tratamiento del hecho y la calidad estética. En 2015, luego de sesenta años de existencia, el WPP anunció un código de ética para frenar la ola de críticas producto de las manipulaciones, retoques y puestas en ensena que afectaron su credibilidad.
Mediante este premio se visualizan sucesos de diversas partes del mundo. Su amplia difusión mediática viene acompañada de exposiciones itinerantes, publicaciones, charlas y eventos que potencian su alcance e impacto y, en cierto modo, se convierten en una segunda mirada distanciada de la convulsiva inmediatez. Conjuga información y reflexión, no solo del ejercicio fotoperiodístico, sus riesgos y condiciones, sino también sobre la dinámica mundial con sus vaivenes y oscilaciones entre cambio y continuidad. Busca el equilibrio entre la precisión informativa y la fuerza visual de la fotografía capaz de sintetizar e impactar.
La llegada al país de esta exposición fue posible gracias al esfuerzo conjunto de la embajada de los Países Bajos, el Instituto Prensa y Sociedad (IPYS) y la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Tenemos grandes expectativas de que puedan establecerse alianzas que permitan su continuidad en los próximos años.