Las redes sociales: un espacio de encuentro y discernimiento, ¿lo entiende la Iglesia?
Las redes sociales: un espacio de encuentro y discernimiento, ¿lo entiende la Iglesia?
Esnaider Monterrosa   |    16 septiembre 2020  Sin categoría

Sumario

 

Este Documento se prepara y redacta a partir de las voces de un grupo de jóvenes centroamericanos que participaron en un conversatorio en el Centro Loyola El Salvador, con el objetivo de compartir sus experiencias sobre la vivencia de la fe en el ambiente digital. El conversatorio giró en torno al uso de las redes sociales  y la pandemia COVID-19. El presente texto nos ofrece lo medular del conversatorio. El mismo fue publicado originalmente en la revista digital aurora.Voces jesuitas sobre la pandemia, Nº 5, junio 2020.

 

El ambiente digital ha afectado de modo profundo la manera cómo los jóvenes viven su fe alrededor del mundo. La cultura actual, ampliamente digitalizada[i], les ha proporcionado instrumentos tecnológicos desde los cuales organizan sus agendas, estudian, se comunican, establecen nuevas amistades, se enamoran, crean eventos, organizan propuestas pastorales, etcétera; al mismo tiempo que van descubriendo, desarrollando y consolidando su identidad personal. De esto es consciente la Iglesia católica, que ve también en este ambiente digital límites y carencias que podrían estar afectando las relaciones interpersonales, el proceso de comunicación y la comprensión de la realidad concreta.

 

Sin embargo, en medio de esos límites y carencias, ¿está el ambiente digital –y concretamente las redes sociales– configurando una nueva dinámica de vivir y anunciar la Buena Noticia de Dios, considerando a los jóvenes como destinatarios de ese anuncio y enviados a comunicarlo al mundo? En este sentido, en el mes de febrero un grupo de jóvenes centroamericanos participó en un conversatorio en el Centro Loyola El Salvador, con el objetivo de compartir sus experiencias en torno a la vivencia de la fe en el ambiente digital. A raíz de ese encuentro se escribió este artículo que aúna lo medular del conversatorio, y que se ha estructurado de la siguiente manera: i) las redes sociales: un espacio de encuentro, ii) las redes sociales: un espacio de discernimiento y iii) los jóvenes esperan un voto de confianza ante “las nuevas formas en las que nosotros encontramos a Dios” [ii].

 

Las redes sociales: un espacio de encuentro

 

En primer lugar, para los jóvenes las redes sociales constituyen un espacio de “encuentro” a partir del cual se puede conocer y comprender la realidad. Este “encuentro” no es un contacto ilusorio que desaparece del espacio virtual como las historias de Instagram, 24 horas después, sin que apenas la memoria pudiera captar lo esencial en alguno de sus recovecos, sino el contacto con seres humanos concretos, y con determinadas imágenes y contenidos “que nos pueden tocar”. En este sentido, el “encuentro” dentro del espacio virtual adquiere dos dimensiones: la primera, es la irrenunciable vocación humana a la comunión –que se evidencia en la necesidad de querer estar en contacto con otros y en hacer comunidades (Facebook, reuniones virtuales, grupos de WhatsApp, etcétera)–; y la segunda, es la sensibilidad individual asociada a la historia personal, que permite que cada uno ponga la mirada en aquello que determina esencial.

 

En relación con esta segunda dimensión del encuentro, los jóvenes durante el conversatorio comentaron lo siguiente: “hay contenidos digitales que me llenan de esperanza”, “me gustan las cuentas que comparten post sobre la toma de decisiones, la vocación y el discernimiento”, “comparto contenidos sobre educación sexual y espiritualidad”. La calidad del contenido encontrado frente a la sensibilidad y preferencia individual determinará la profundidad del encuentro, el cual –¡sin duda!– será la carnada esperada por los community manager y sus sesudos call to action. El post compartido, guardado o comentado será la evidencia de un encuentro que se desea anunciar a otros casi instintivamente, pues la comunicación es una necesidad humana que sirve de plataforma al desarrollo natural de nuestra vocación a la comunión.

 

Pero ese encuentro corre un peligro ante las intenciones insanas de aquellos que dejándose arrastrar por la cultura de la muerte, lanzan al mar digital las redes de la manipulación, la explotación y la violencia, que junto con la desigualdad social –que alrededor del mundo limita el acceso a Internet– originan la cultura del desencuentro. “Cuando no estoy conectado me siento incomunicado… y eso es frustrante”, compartió un joven originario de una zona rural de El Salvador. Ante estas carencias y límites, ¿qué hacen los jóvenes para seguir propiciando encuentros en las redes sociales en los que “compartan la vida” y expresen con libertad jovial su vivencia de la fe?

 

Las redes sociales: un espacio de discernimiento

 

En segundo lugar, los jóvenes caracterizan a las redes sociales como un espacio de discernimiento en el que continuamente “evitamos el contenido basura que no va a contribuir”; se encuentran ante el dilema de “comentar o no las publicaciones controversiales”; “silenciar o no las historias”; “generar o no discusiones” y “determinar la privacidad” de sus publicaciones considerando a quienes forman parte de sus contactos. En esta continua toma de decisiones entran en juego sus criterios, sus valores, sus relaciones humanas, el modo en cómo conciben el mundo, la sociedad, la vida… la fe; al mismo tiempo que se enfrentan con los valores de la cultura del descarte, el desencuentro, la banalidad y la muerte. ¿A qué nos remite esta estampa crucial? A aquellos dos polos opuestos descritos en el siglo XVI por Ignacio de Loyola en los Ejercicios Espirituales, y a los cuales personificó en la célebre meditación conocida como Dos Banderas [iii](la de Jesucristo y la del Enemigo).

 

La vivencia y expresión de la fe en el ambiente digital se desarrolla –empleando la metáfora de Ignacio–, en un campo de batalla en el que se contraponen dos lógicas ante las cuales los jóvenes deben decidir “pues son mis redes y comparto lo que quiero”. Esa opción inminente que deben hacer y desde la óptica del discernimiento ignaciano, se convierte en un desafío, pues no sea que dándole like a determinado post, siguiendo tal cuenta, reaccionando a una historia o bloqueando a algunos contactos, elijan la bandera contraria creyendo que han optado por la bandera que posibilita encuentros. Optar por la lógica del encuentro generará a veces conflictos –“me he sentido discriminado por mi fe”; “entro en conflicto con mis padres por los contenidos que comparto y mi pensamiento liberal”; “lo que comparto a veces trastoca las estructuras mentales de mis amigos hombres que son machistas…”– pero otorgará la confirmación de haber elegido aquello que abona a la irrupción del reino en lo cotidiano. La siguiente historia en Instagram podría ser la semilla que cae en terreno fértil…

 

Los jóvenes esperan un voto de confianza

 

El confinamiento inesperado en que se encuentran decenas de países alrededor del mundo como una acción preventiva ante la pandemia COVID-19, ha posibilitado que la Iglesia católica sopese la preponderancia y usabilidad de las redes sociales como canales efectivos para comunicarse y acompañar a sus miembros, en esta etapa difícil de la historia humana. Sin embargo, no solo se trata de adecuarse al ambiente digital y redescubrir esa nueva manera de encontrarse, sino que es imprescindible saber estar, mostrarse, darse e interactuar. En el conversatorio los jóvenes comentaron que la Iglesia necesita más apertura, debe apoyarse más en ellos para saber estar, “abrir el corazón a esta renovación digital”, comprender las nuevas formas con las que ellos se relacionan con Dios y darles un voto de confianza, puesto que ellos y sus contextos vitales constituyen un lugar teológico[iv] en el cual se ha de escuchar hoy la voz de Aquel que hace dos mil años invitó a sus primeros seguidores a ir por todo el mundo a echar las redes en aguas inimaginables.

 

El camino a seguir…

 

  • El ambiente digital está impulsando la configuración de una nueva dinámica de vivir la fe que trasciende los espacios e iniciativas tradicionales. Por tanto, los diversos sectores eclesiales deben acompañar a las juventudes en este proceso, dejándose acompañar también por ellos y por sus nuevas sensibilidades y
  • Quienes trabajan en la generación de contenidos digitales tienen el reto de crear estrategias de comunicación que contribuyan a la cultura del encuentro, promuevan la solidaridad y adviertan sobre los peligros de las dark web y la sobreinformación. El contenido de valor determinará la profundidad de ese
  • El discernimiento adquiere hoy un nuevo dinamismo en un nuevo campo de batalla. Las Banderas que ondean queriendo imperar sobre la libertad y voluntad de las juventudes, sumergidas en lo digital, son las mismas. El reto radica en la capacidad de inmersión en el hontanar que cada uno tiene dentro, pues es ahí en donde se decide la vida o la muerte, el encuentro o el desencuentro, ser o aparentar y hasta la intención del siguiente Frente a esto, los centros de espiritualidad tienen un gran reto en la creación de espacios que fomenten el discernimiento cotidiano en lo digital.
  • El voto de confianza que esperan los jóvenes de parte de la Iglesia requiere la humildad de aquellos que les acompañan, pero también la tenacidad de los mismos jóvenes en sus compromisos e iniciativas pastorales, pues el apoyo y la comprensión mutua se convierten en manos que suben a la barca las redes llenas de peces.

 

Notas

 

[1]  Exhortación Apostólica Postsinodal Christus Vivit del Santo Padre Francisco a los Jóvenes y a todo el Pueblo de Dios. #84. “El ambiente digital”.

 

[2] Los textos colocados entre comillas (“”) corresponden a expresiones que los jóvenes compartieron durante el conversatorio.

 

[3] Se trata de la meditación central de la Segunda Semana de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola. EE.EE [136-148].

 

[4] Mensaje del Padre General de la Compañía de Jesús Arturo Sosa, S.J., a los jóvenes peregrinos de MAGIS Centroamérica, 2019.

*Trabajo realizado por el equipo del Centro Loyola-El Salvador y Julio Portocarrero Arancibia (Colaborador de Comunicaciones–Juventud y Vocaciones Jesuitas Centroamérica).